Edición 698 - Desde el 13 al 26 de noviembre de 2009
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La tensión de la segunda vuelta


Autor: MANUEL SALAZAR SALVO

Al iniciarse el tramo legal de la campaña que culmina el 13 de diciembre, todos los indicadores apuntan a un estancamiento estadístico de los candidatos. Sebastián Piñera no logra superar los 40 puntos en las encuestas y se mantiene por debajo de las expectativas de Joaquín Lavín, el abanderado de la UDI, en los comicios de 1999; Eduardo Frei tampoco consigue traspasar los 30 puntos, muy atrás de las cifras históricas de la Concertación; Marco Enríquez-Ominami parece haber tocado techo; y Jorge Arrate no entusiasma más allá de los votantes históricos del Juntos Podemos Más.
En este escenario, el tsunami de propaganda que se avecina podrá mover levemente las cifras de las encuestas, pero en ningún caso cambiará dramáticamente lo que ya conocemos. Así, lo más probable es que Piñera y Frei pasen a la segunda vuelta. Y será en esos cálidos días de enero, previos al balotaje, dónde se jueguen todas las cartas para decidir quién ocupará La Moneda en los próximos cuatro años.
Si se recurre a una suma simple, los votos de Frei más los de Enríquez-Ominami y Arrate debieran darle al representante del oficialismo una holgada victoria, con un porcentaje levemente superior al 50%. Piñera, por su parte, bordearía el 43%, casi el mismo guarismo que obtuvo en la segunda vuelta de 2006. Eso, claro está, si todo se mantiene como hasta ahora. El padrón electoral es casi el mismo y tanto el presidente Ricardo Lagos, en 2005, como Michelle Bachelet, hoy, terminan sus períodos con una enorme aprobación, apoyo que debiera heredar Eduardo Frei.
La encuesta de Centro de Estudios Públicos (CEP) considerada el máximo referente estadístico del mundo político, mostró una baja de Piñera y de Frei en todas las consultas, y un alza de Enríquez-Ominami y Arrate. Las variaciones, aunque no fueron significativas, apuntan a una elección cada vez más estrecha. La intención de voto de esta consulta, en relación a la de agosto, fue la siguiente, considerando entre paréntesis la anterior: Piñera 36% (37), Frei 26% (28), Enríquez-Ominami 19% (17) y Arrate 5% (1).
En una eventual segunda vuelta, la encuesta indicó que se estrechan las cifras entre Piñera y Enríquez-Ominami, alargándose la distancia entre Piñera y Frei: Piñera 43% (42), Frei 37% (39); y Piñera 40% (44), Enríquez-Ominami 37% (34).
Las calles y espacios públicos serán invadidos por la propaganda de Piñera, en lo que significará un gasto electoral nunca visto en la historia del país. Ese despliegue, sin embargo, si cruza el umbral de lo prudente, podría volverse en su contra. El tan temido copamiento territorial del ejército de activistas de la Concertación, aunque en esta ocasión bastante menguado, será una vez más el arma principal en el trabajo puerta a puerta del oficialismo. Los mismos que en los últimos días han estado en paros y huelgas, recorrerán los barrios y las poblaciones pidiendo el voto de los ciudadanos para continuar la obra de Bachelet. Enríquez-Ominami y su gente, escasos en número y en recursos, privilegiarán -como lo han hecho hasta ahora- las maniobras y los golpes comunicacionales, concentrando el trabajo en Santiago, Valparaíso y Concepción, además de algunas ciudades del norte. Arrate, por su parte, carente también de fuerza propia y de recursos financieros, deberá apegarse a las labores proselitistas de los candidatos a parlamentarios de su pacto.

La tercera fuerza

Un número considerable de votantes, cercano al 15%, ha dilatado su decisión hasta última hora. Como ocurre en otros países, este segmento de electores se ha ido politizando y lo más probable, pese a ser muy críticos de las dirigencias políticas del oficialismo, es constatar que se inclina mayoritariamente por Eduardo Frei para evitar que la derecha llegue al gobierno.
Las ideas y los programas han quedado fuera de esta campaña. Nunca como ahora se había llegado a las etapas cruciales sin conocer los contenidos de los programas de los candidatos. Sólo versos y eslóganes con promesas y ofertas, como en las liquidaciones de temporada de los malls y supermercados. A la hora de las comparaciones, el recetario de Piñera, Frei y Enríquez-Ominami está compuesto en su mayoría por aspirina y paracetamol. Arrate, en cambio, es el único que propone antibióticos a la vena, pese a que la mayoría de los chilenos no parece estar de acuerdo con tratamientos de shock.
En su afán por conseguir los puntos que le separan de Frei, en los últimos días Enríquez-Ominami las emprendió duramente contra las dirigencias de la Concertación. En lo que ha denominado “la tercera puerta giratoria”, acusó (sin dar nombres) a personeros del oficialismo que se desplazan entre el sector público y el privado en busca del lucro y del acomodo propio y de sus amigos. En el último debate efectuado en Canal 13, sin embargo, pese a que su insinuación era evidente, el diputado díscolo se negó a identificar a Eugenio Tironi como el lobbysta de las farmacias que trabaja en la campaña de Frei.
La agudización del conflicto entre Frei y Enríquez-Ominami ha sido amplificada por los diarios de la derecha, con el evidente propósito que los votantes en primera vuelta del candidato independiente no apoyen a Frei en enero. La prensa piñerista agrega leña a las disputas entre Martita Larraechea y Karen Doggenweiler, las esposas de los dos abanderados, así como a cualquier otro incidente entre los comandos del ex presidente y del diputado ex socialista.
De proseguir las asperezas y aumentar los roces, el conflicto podría reproducirse con mayor virulencia en los estamentos donde se topan los partidarios de una y otra candidatura, como ya ha ocurrido en algunas reparticiones públicas. El período que separa a la primera de la segunda vuelta electoral es breve, y el tiempo para recomponer las relaciones podría hacerse escaso si se enervan demasiado las diferencias.
La votación que consiga Frei el 13 de diciembre puede ser muy cercana a la que sumen Enríquez-Ominami y Arrate. En ese caso, se abrirá un escenario nunca antes visto en los últimos 20 años: la Concertación no será capaz de seguir gobernando sola y necesitará del apoyo del candidato independiente y del pacto de la Izquierda. Esa decisión, esta vez, ya no será sólo implícita y casi simbólica, como ocurrió en el pasado con el apoyo de la Izquierda, sino que, eventualmente, deberá pasar por insospechas negociaciones.
En ese momento el país verá si el apoyo conseguido por Marco Enríquez-Ominami se diluye como ocurrió con los “mosquitos” de Manfred Max-Neef, o el centro-centro de Francisco Javier Errázuriz, en los albores de los 90, o se transforma en un nuevo referente que se instale en las ligas mayores de la política.
Según todas las encuestas, y pese a los interesados vaticinios de muchos analistas que han disfrutado de la cómoda coexistencia que genera el sistema binominal, en estas elecciones podría resurgir esa tercera fuerza que reinstale los tres tercios en el espectro político. De ocurrir, la hoy centrista Concertación de Partidos por la Democracia se verá tensionada por los sectores que desde su interior intentarán arrastrarla hacia la derecha o la Izquierda para reformular una nueva y más amplia coalición de gobierno.
Los pronósticos referidos a las elecciones parlamentarias señalan una tendencia hacia (…)

 

(Este artículo se publicó completo en la la edición Nº 698 de Punto Final. 13 de noviembre, 2009. Suscríbase a PF. punto@interaccess.cl)