Documento sin título
|
Canción para caminar sobre las aguas
Cristobal Troncoso (Cristo) y Juan Pablo Aguilera (Brando), este último también director.
esde un comienzo, los nombres de estos personajes presionan la imaginación y justifican la ironía: Brando Taberna, Cristo Pérez y Jerónima Monroe (cuyo verdadero apellido es Hasbún, pero como admira a la fallecida actriz…). Definen la fisonomía del universo creativo de Hernán Rivera Letelier y de una novela que sobre el escenario conserva toda la longitud onírica y textual de su título: Canción para caminar sobre las aguas.
Fueron jóvenes artistas de la compañía La Concepción, de esa ciudad, quienes se atrevieron a contar las aventuras de este espectacular trío que, con una convicción delirante, inicia una travesía por el país a la caza de sus ideales e ilusiones, no siempre bien definidos. Así, mientras tragan kilómetros y kilómetros de carretera y se hacen amigos, la obra combina humor y drama con historias múltiples inventadas por un escritor que tiene a Chile y su territorio como trasfondo de sus relatos.
Juan Pablo Aguilera (Brando), Cristóbal Troncoso (Cristo) y Kjesed Faundes (Jerónima) asumieron el alma de sus personajes. Y también algo de su aspecto físico, ese rasgo que lo dice todo antes de hablar.
Emergentes
Brando, Cristo y Jerónima son tres hippies chilenos que sueñan mientras vagan por Chile, antes del golpe de 1973. Es un peregrinar de enseñanzas cristianas y un vuelo metafísico para Cristo Pérez (asegura que es la reencarnación del Cristo del Evangelio). Juan Pablo Aguilera, también director y adaptador del texto, subraya que la obra conserva el lenguaje popular que utiliza Rivera Letelier en sus novelas, en alusión a su “musicalidad, mezcla de referentes épicos y folclore chileno”. Para el grupo, esta obra transporta un drama “que pretende generar reflexiones en torno a la amistad, a los valores de un ‘buen cristiano’, el consumo de marihuana y a nuestra historia política”.
Juan Pablo: “Es cierto que el nombre de Hernán Rivera Letelier convoca a la gente. Pero nosotros elegimos esta obra para hablar del Chile de ahora. Este texto tiene cercanía con la gente que vivió la década del 70, pero también habla a los jóvenes de hoy. Todo el país fue afectado por el golpe, por tanto es inevitable hablar del tema. Como director quiero que la gente se ría, pero que deje de reírse cuando viene el tema del golpe. Allí hay un cambio brusco. La gente se emociona y goza con el final”.
Cristóbal: “Cristo es para nosotros un referente que va más allá del teatro. A su vez, Cristo Pérez es un personaje popular que viene de una escritura de carácter popular, la de Rivera Letelier, por lo que es muy fácil tomar el personaje desde allí. Transita entre lo humano y lo divino. Es muy cercano a la gente. Es importante llevar al teatro el Cristo histórico. Hay muchos ‘cristos’ en la calle, pero no son escuchados”.
Juan Pablo: “Queremos que nuestro Cristo sea para algunos un demente que predica en las calles, pero también que el espectador sienta que el personaje se cree la reencarnación de Jesús”.
Kjesed: “El final abierto de la obra permite que Cristo sea lo que parece ser o un milico camuflado… Depende sólo del público. El público forma su opinión de acuerdo a su experiencia e historia y a cómo le llegó la obra. Si es un sapo o un loco al que mataron… Esta es una historia de amistad que duró hasta el golpe”.
Sin prejuicios
Kjesed: “Mi personaje es una gorda puta, es dionisíaca. Jerónima representa una visión de derecha del hippismo. Entiende la libertad como una libertad sexual, de rebelarse frente a su educación (es sobrina del cura Saúl Hasbún en la ficción). Un día agarró sus cosas y se fue a vivir su vida sin prejuicios. Al principio es chocante para Brando y Cristo, porque es coqueta, pasada para la punta, putona… Y ni siquiera es linda: es una mujer gorda, descarada y se cree Marilyn Monroe. Es muy bizarra… Jerónima encarna el pecado de carne y… grasa. Al final, cuando llega el golpe, ella vive una contradicción. Teme que puedan matar a quienes fueron sus amigos durante un año de viaje. Más allá de todo, hay una historia de amor y una admiración secreta. Ella también quiere salvarse a sí misma”.
Cristóbal: “Para mi personaje, caminar sobre las aguas es no apegarse a nada, ni a collares ni ideologías, sólo a la Biblia y a la prédica. Mi personaje tiene conciencia sobre lo que está pasando en el país. El quiere seguir transmitiendo su mensaje de amor. A partir del consumo de la hierba él se transfigura en este Cristo. Es una metáfora. Aunque sería perfecto caminar sobre las aguas”.
Kjesed: “La obra habla de volver a la gente. Para nosotros es importante contar una historia que se entienda y emocione. Que acerque el teatro a la gente. Yo pensaba que Rivera Letelier era sólo la pampa y las putas. No me gustaba esa visión. Pero al leerlo con más atención uno se da cuenta que Rivera Letelier habla de muchas cosas en sus novelas. Es un hombre del pueblo, y habla en su lenguaje. Y desde allí saca temas hermosos y simples que se han olvidado. En Canción para caminar sobre las aguas, una historia de hippies, se habla de Dios, de la marihuana, se toca fuertemente el tema político… Temazos”.
Juan Pablo: “En el Festival de Directores Teatrales compararon Canción para caminar sobre las aguas con La negra Ester. Me encantó eso. A mí me gustaría que toda la gente también quisiera ver nuestra obra”
(Sala Sergio Aguirre. Morandé 750.
Ju., vi. y sá., 21.30. $ 3.000).
LEOPOLDO PULGAR IBARRA
|