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Francisco Melo
Vive la libertad creativa
FRANCISCO Melo, actor y director.
Que el tema girara alrededor de la idea de la libertad era una exigencia que tenía Francisco Melo al encarar el montaje que dirigiría. Y que la obra tuviera que ver con Chile, ya que sería la última etapa de la la trilogía que, bajo el concepto común Libres, había comenzado con Fuenteovejuna, de Lope de Vega (2007), y seguido con Pancho Villa, de Marco Antonio de la Parra (2008), obras que ofrecieron una mirada sobre España y América Latina, respectivamente.
Las vueltas de la vida hicieron que la tarea recayera en tres dramaturgos jóvenes: Francisco Albornoz, Luis Barrales y Andrés Kalawski. De sus manos nació Libres. La copia feliz del Edén, una historia que se inicia a partir de un hecho real, el deseo de Bernardo O’Higgins de hacer una obra de teatro. Lo concretó finalmente un grupo de prisioneros realistas españoles, únicos con posibilidades de responder al desafío. Todo lo demás se inventó: que serían fusilados si la obra no era del gusto del auspiciador y que los presos, hombres precavidos, por si las cosas salían mal junto con ensayar, sigilosamente empezaron a excavar un túnel para escapar.
En ese ambiente de país que está construyéndose para ser -o quería ser- una “copia feliz del Edén”, lleno de contradicciones y luchas con resonancias contemporáneas, la ficción fue capaz de contener otros datos y hechos históricos e, incluso, alusiones a coyunturas políticas actuales por sugerencia de los autores, del elenco y el director.
Dice Melo: “Así salió también la escenografía, de Claudia Yolín: como una muralla que tiene que ver con la cordillera que en un momento avanza hacia el borde del escenario, sugiriendo un país estrecho… Estos símbolos permiten que la gente sienta la obra como muy chilena, sin ser criollista…”.
¿Se sentió confiado con el material entregado por los dramaturgos?
“Sí. Además, escarbar en el tema de la identidad me interesaba desde antes, y ahora, es una necesidad. Qué somos, por qué actuamos como lo hacemos… No para poner en duda las cosas. Además, como éramos chilenos quienes hacíamos la obra, nuestra identidad se iba apoderando de la forma de hacerla. Por eso la ironía tuvo su espacio y, por lo mismo, los dibujos que fueron saliendo tienen que ver con una visión a retazos del país. La imagen del collage sintetiza para mí este punto de vista”.
¿Qué les provocó abordar con ironía los símbolos patrios?
“Teníamos cierto temor… Al final pusimos a O’Higgins enmarcado sobre el escenario. Es una doble lectura: se le ensalza como padre de la patria, pero también hay una ironía. Lo mismo sucedió con el himno nacional: las diferentes formas de la música de Bastián Bodenhöfer aluden al himno nacional, incluso en ritmo de salsa. Nos preguntamos hasta dónde podíamos excavar al meternos con la Canción Nacional…
No tenemos temor a la autoridad represora, pero descubrimos que nosotros, sin ser chovinistas, teníamos mucho respeto por la bandera… Dejarla en el suelo, durante los ensayos… nos complicaba. Eso me llamó mucho la atención. Creo que forma parte también de descubrir cómo somos los chilenos… Tenemos algo súper nacionalista… Por último, la intención no era reírse del símbolo, de la bandera, de hecho mostramos la de la Patria Vieja, la de Lautaro… Hay muchas banderas en nuestra historia”.
Para hacer una muralla
La imagen de un collage sobre el escenario para retratar a Chile, es lo más cercano a la idea de Pancho Melo sobre esta obra que dirige, quizás la producción más destacada entre los montajes que sobre Chile ha estimulado el Bicentenario. En su interior coexisten una gran diversidad de elementos, todos con alguna referencia al eje central de la historia: el sentido de la libertad y un dibujo para reflejar Chile.
El soldado-guardia que desde el comienzo confecciona una bufanda, sugiere la idea de un país tejiéndose punto a punto y, al mismo tiempo, equivale a un contrapunto, al contrastar el autoritarismo uniformado con la humildad de un oficio artesanal; las grandes columnas tejidas que cuelgan en el costado del escenario se manifiestan como producto del trabajo de artesanas anónimas, mientras la escena en primer plano, con todo el elenco tejiendo como en un centro comunitario, alude a la construcción colectiva de la historia; aunque existen los roles personales, el desempeño del elenco habla del protagonismo de las mayorías; O’Higgins, al culminar sus intervenciones con la consigna “¡Magallanes, Magallanes!”, alude a los sueños;la presencia de un Lautaro poco convencional, símbolo de libertad, es también expresión de la Logia Lautarina, a la que pertenecía O’Higgins, como vanguardia en la lucha contra España. Por último, las alusiones al uso y abuso del poder, al apoliticismo y carácter no golpista de las fuerzas armadas y las conexiones, a la pasada, con la política coyuntural muestran que Melo tiene una especial preocupación por aspectos menos conocidos de la historia, como una forma de romper con la historia oficial.
¿Caos en la diversidad?
“Sí, producto de mi aceleramiento personal. Es mi necesidad. Para mí, la imagen del collage refleja lo que es Chile. Cuando uno toma distancia, aparece algo no muy claro. Por eso en la obra hay cambios de espacio, de tiempo, de música, de ritmo, de luz, hay libertad y desparpajo sobre el escenario para reflejar lo que somos. Teníamos que hablar de distintos lugares, de distintos alturas. Me parece interesante asumirnos desde allí”.
¿Cómo surgieron los dibujos en la muralla-pizarrón-cordillera?
“Cuando se dio la idea de usar este recurso, pensamos en la educación en relación a la identidad. Los actores no eran dibujantes y estaban aterrados. Pero era necesario representar el túnel, y se dibujó. Luego apareció el símbolo patrio; alguien tenía rollo con la Portada de Antofagasta… poco a poco se fue definiendo lo que se dibujaría. Hay de todo. Son dibujos bastante infantiles”.
Pero la libertad es la clave…
“Es que se nos atraviesa en todas partes. Es un tema presente en la construcción de un país. Sentirse libres, generar opinión y tener los espacios para movernos plenamente. La libertad en la vida es fundamental. Y en el trabajo artístico también. Es tener una visión en la cabeza y llevarla adelante. En esta obra todos trabajamos a partir de la libertad creativa, sin restricciones”
(Matucana 100. F: 682 4502. Ju. a sá., 20.30; do., 19.30. $ 5.000 y $ 3.000. Ju., $ 2.000).
LEOPOLDO PULGAR IBARRA
(Publicado en Punto Final, edición Nº 697, 30 de octubre 2009. Suscribase a PF, punto@interaccess.cl)
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