Edición 694 - Desde el 17 de septiembrel al 1º de octubre de 2009
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Autor: MANUEL SALAZAR SALVO

Terminados los festejos dieciocheros y con las candidaturas inscritas oficialmente, llega la hora de que la “infantería” de los contendientes participe masivamente durante las semanas de batalla electoral que restan para el 13 de diciembre. Sólo en ese momento se sabrá quién será el rival de Sebastián Piñera en la segunda vuelta programada para enero.
Salvo que se produzca un cataclismo político, nadie duda que hoy la gran interrogante es saber si el senador Eduardo Frei Ruiz-Tagle, candidato de la coalición gobernante, logrará mantener o ampliar su ventaja sobre el ex militante socialista Marco Enríquez-Ominami.
En este escenario, con los otros competidores -Alejandro Navarro y Jorge Arrate- muy por debajo en las encuestas y expectativas, el interés se concentrará en los movimientos y recursos de campaña que desplieguen el ex presidente de la República y el diputado “díscolo” para pasar a la segunda vuelta. Un elemento clave será el papel que cumplirán los postulantes a senadores y diputados con los votos que convoquen para sus presidenciables.
Pareciera que el candidato de la Concertación tiene más ventajas por la cantidad de aspirantes al Parlamento que lo acompañan y por la experiencia que la mayoría de ellos tiene en estas lides, así como por la amplia cobertura territorial de la lista de la Concertación y del Juntos Podemos (Partido Comunista e Izquierda Cristiana). Aunque el JP lleva candidato presidencial propio -el ex socialista Jorge Arrate-, la votación conjunta de la lista parlamentaria potenciará la candidatura de Frei en segunda vuelta.
Enríquez-Ominami, en cambio, es apoyado por una lista de aspirantes al Parlamento que no cubre todo el país. Está conformada por candidatos inexpertos y sin respaldo de partidos o movimientos políticos significativos. En términos simples: cuenta con escasos caciques y pocos indios.
No obstante, si Frei no consigue acercarse más a Piñera en las próximas encuestas, corre el riesgo de que entre militantes y simpatizantes de la Concertación se instale una interrogante que podría transformarse en una esquirla bajo la piel: ¿Será Enríquez-Ominami mejor candidato para enfrentar a Piñera en segunda vuelta?

Frei y Enríquez-Ominami

En una campaña como ésta -escasa en nuevas ideas, donde faltan los grandes proyectos o tareas que entusiasmen al electorado-, una mínima osadía podría generar diferencias importantes. Sin embargo, los comandos trabajan sobre la base de cálculos precisos, tratando de controlar los más mínimos impactos comunicacionales. Saben que los votantes en disputa son entre 3 y 5% por ciento del padrón electoral, y que casi todos se ubican en grupos que han apoyado a la Concertación y que están dudando en seguir haciéndolo. La elección, afirman, se ganará “por nariz”, y no se pueden correr riesgos.
Frei carga sobre sus hombros las cuentas de su propio gobierno y, a pesar de los esfuerzos por mostrar nuevos rostros, le acompañan las mismas caras de siempre. Es, según sus adversarios, más de lo mismo: el privatizador de las empresas sanitarias, el gobernante que no pudo con la delincuencia, el que se dedicó a viajar, que cometió errores notorios en el manejo económico, que indultó a un narcotraficante, etc. Sus ventajas, en cambio, no son escasas. Frei tiene muy alta credibilidad, es factor de unidad y no de polarización y, como ingeniero que es, se le atribuyen características especiales para abordar temas relevantes, como las obras de infraestructura, los desafíos energéticos, la vivienda y el transporte, entre otras.
Marco Enríquez-Ominami, por su parte, proyecta una duda permanente: ¿con quién gobernará? ¿Es él y cuántos más capaces de acompañarlo en La Moneda y en los casi tres mil cargos de confianza que debe designar un presidente? No tiene experiencia en cargos de gobierno y carece de la compañía de rostros políticos conocidos y respetados por los electores. En suma, sus críticos consideran que es un producto mediático, sin el peso específico que se requiere para gobernar y que, a lo sumo, representaría un cambio generacional en La Moneda. Sus ventajas, en cambio, atentan contra el corazón del sistema político, contra ese virtual bipartidismo que encarnan la Concertación y la Alianza por Chile y que ha gobernado al país en los últimos veinte años. MEO, en verdad, es el único que representa un factor de cambio verdadero, aunque sea sólo generacional. Su problema, hasta hoy, es que no ha explicitado sus ideas y proyectos en la magnitud que requiere una campaña presidencial. Nadie sabe ni sospecha qué haría si llega a La Moneda. El senador Pablo Longueira (UDI), en entrevista a El Mostrador sugirió una receta con evidente doble intención: “Si surgen rostros como Claudio Orrego, Alberto Undurraga, o sea, una nueva Concertación, la sub 40, por llamarla de alguna forma, que le dé confiabilidad a un gobierno suyo, Marco tiene un potencial electoral superior a Frei para la segunda vuelta”.

Arrate y Navarro

Los candidatos Jorge Arrate (Juntos Podemos) y Alejandro Navarro (Movimiento Acción Social, MAS) han presentado los programas más innovadores y representan cambios reales. No obstante, las carencias de recursos para sostener masivas campañas de propaganda y el escaso apoyo mostrado en las encuestas, otorgan a sus postulaciones casi un carácter simbólico. El Partido Comunista, socio mayoritario del Juntos Podemos, ha concentrado sus esfuerzos en conseguir votos para que al menos tres o cuatro de sus militantes consigan llegar a la Cámara de Diputados, mediante un pacto con la Concertación. Sus candidatos a diputados son vitales para el PC a fin de alcanzar el 5% que le asegure su existencia legal.
Jorge Arrate levantó una candidatura casi testimonial, reivindicando la imagen del presidente Salvador Allende y con rasgos que (…)

 

 (Este artículo se publicó completo en  PF Nº 694, del 17 de septiembre al 1º de octubre de 2009. Suscríbase a PF.
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