Documento sin título
|
80 días de resistencia en Honduras
¡Aquí nadie
se rinde!
Distintivos, sombrillas, gorras y pancartas multicolores que llaman a luchar y condenar el golpe de Estado, inundan el frontis de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, de Tegucigalpa. Son casi 80 días de resistencia ininterrumpida en las calles, y el paisaje habitual sigue siendo el mismo: miles de rostros entusiastas preparándose para marchar.
Al grito de ¡No tenemos miedo!, las voces de maestros, sindicalistas, jóvenes estudiantes, campesinos, indígenas, vendedores ambulantes o feministas en resistencia, dan inicio a un nuevo día de movilización por las estrechas y congestionadas calles de la ciudad. Atrás y muy de cerca, un contingente militar con bastones de acero, mochilas cargadas con bombas lacrimógenas y fusiles al hombro, inicia igualmente la marcha. Su objetivo no es resguardar la integridad y seguridad de los manifestantes; los fracturados y heridos, incluso muertos de las marchas anteriores, indican lo contrario.
La resistencia, sinónimo
de unidad y cambio
Aunque el gobernante de facto, Roberto Micheletti, ha sostenido que los que se oponen a su gobierno son apenas “cuatro gatos” o “un reducido grupo de revoltosos a los que no les gusta trabajar”, la masividad y capacidad de acción cotidiana de la resistencia hondureña demuestran que la oposición se fortalece y crece. “Tenemos cientos de frentes en todo el país. En cada municipio, aldea y caserío nos informan que se están organizado frentes de resistencia contra esta dictadura”, dice a PF Juan Barahona, un líder histórico del movimiento sindical hondureño, que hoy coordina las acciones del Frente Nacional Contra el Golpe de Estado. Enfatiza que “la resistencia es pacífica, vamos creciendo y fortaleciéndonos cada día, no vamos a parar en nuestras acciones ni en nuestra lucha por restituir el orden constitucional”. No es difícil creer en las palabras de este líder obrero, después de casi 80 días de resistencia en la calle, con movilizaciones, paros, marchas y protestas que se multiplican por el país.
Es que resistir se ha vuelto para muchos en más que una consigna, es una responsabilidad u obligación moral, nos dice una joven maestra de educación básica: “No podemos enseñar civismo si no nos manifestamos en contra de este golpe de Estado. Tenemos la obligación moral de salir a las calles a protestar contra la represión, el atropello y decir basta a tanta pobreza e injusticia que se vive en el país”, señala.
No es casual, entonces, que la resistencia popular se venga tornando cada vez más en una oportunidad para la unidad y camino necesario para el cambio. Increíblemente y fuera de todo cálculo político, esa resistencia pacífica y sostenida del pueblo hondureño lentamente comienza a tomar matices insospechados de rebelión contra el orden establecido. Ya no se trataría únicamente de la demanda por el retorno del presidente Manuel Zelaya Rosales al poder, o de una mera restitución del viejo orden constitucional, sino de la exigencia de un cambio sociopolítico profundo. “Mantenemos nuestra posición de alcanzar procesos políticos incluyentes que permitan la participación democrática de hombres y mujeres, por medio de la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente”, reza uno de los tantos comunicados del Frente Nacional Contra el Golpe de Estado. En la misma línea, Zalvador Zúniga, líder indígena y miembro de la coordinación nacional del Frente, señala categórico: “Nosotros llamamos al pueblo hondureño a fortalecer el Frente Nacional Contra el Golpe y a profundizar la lucha para avanzar hacia la insurrección popular para derrotar definitivamente a los golpistas e instaurar una Asamblea Nacional Constituyente, popular y democrática”.
Está claro que la movilización popular hondureña, que resiste incansablemente en las calles, ha logrado trascender el coyunturalismo y la demanda sectorial, para iniciar un proceso de lucha que en palabras de Zúñiga, “permita la refundación de Honduras como un Estado pluricultural, multilingüe, democrático y popular”. Esto lo saben la oligarquía y su maquinaria represiva, pero también lo saben los pobres, los excluidos de siempre. Quizás ahí esté la razón del aguante, de la tozudez y del sacrificio. Por eso, tal vez, la razón de ser de la resistencia cotidiana. Afortunadamente en todo esto Manuel Zelaya sigue siendo apenas una excusa para los que han aprendido a defender sus sueños a pesar de la muerte y el garrote.
El escenario electoral
sin Zelaya
La oligarquía hondureña desde el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya ha buscado ganar tiempo para legitimar el golpe de Estado a través del proceso electoral del próximo 29 noviembre. Nunca ha estado en los planes del gobierno de facto restituir a Zelaya en la Presidencia. Según el propio Micheletti, y en el marco de su “teoría de la sucesión presidencial”, es a él a quien le corresponde “entregar el poder al nuevo presidente electo en las elecciones de noviembre” y sólo permitirá el regreso a Honduras de Manuel Zelaya “para que sea juzgado por los tribunales de la República”. Esto, a pesar de la condena mundial y el rechazo de la OEA a aceptar los futuros resultados electorales y el repudio casi generalizado de la población hondureña a la realización de elecciones bajo un régimen espurio.
La terquedad y torpeza política de Roberto Micheletti se basa fundamentalmente en el apoyo irrestricto del núcleo duro del sector golpista (internacional y nacional). Es decir, la oligarquía latinoamericana, la alta oficialidad castrense, las diez familias más poderosas de Honduras, la mayoría de los dueños de medios de comunicación y la clase política comprometida con la ejecución del golpe de Estado. De ahí proviene quizás, la irresponsabilidad de Micheletti Baín al dejar “en manos de Dios” el futuro de un país en crisis o de desafiar abiertamente a la comunidad internacional señalando que “no tenemos miedo al embargo de nadie. Podemos salir adelante sin el apoyo de ustedes”.
Así, y bajo la lógica oligárquica de impedir el retorno de Manuel Zelaya antes de las elecciones, quedarían abiertas las puertas a una profundización de la crisis sociopolítica hondureña con insospechadas consecuencias para el futuro inmediato. La resistencia nacional ha llamado al pueblo a boicotear las elecciones y a “desconocer la campaña, el proceso y los resultados electorales, si no es restituido el orden constitucional”. En esta misma línea, se han manifestado la candidatura independiente del dirigente sindical Carlos H. Reyes y, en lo inmediato, la Unificación Democrática (UD), el único partido de Izquierda con representación parlamentaria en Honduras, así como el sector del Partido Liberal en resistencia.
Aunque es probable que avanzada la campaña electoral, sin la restitución de Zelaya, se generen algunas divisiones entre los actores en resistencia, especialmente por parte de los miembros del tradicional Partido Liberal contra el golpe de Estado y de la UD. De no participar, según sus propios análisis, perderían su representación parlamentaria, quedando fuera del juego político de la próxima legislatura.
A pesar de este posible escenario de fraccionamiento en las filas de la resistencia y teniendo en cuenta que la mayoría de las organizaciones populares han manifestado su decisión de boicotear las elecciones, sin importar la amenaza de “graves consecuencias” del gobierno de facto, se podría pensar en el inicio de una confrontación más abierta, con una muy probable radicalización de las formas de lucha y de las demandas políticas de fondo. La reivindicación de la convocatoria inmediata a una Asamblea Nacional Constituyente Popular y Democrática podría convertirse en el eje central de la lucha del pueblo en resistencia.
Manuel Zelaya en un escenario de lucha electoral
Otro escenario posible es la restitución de Manuel Zelaya, después, claro está, de un quiebre dentro del núcleo duro del golpismo hondureño y de su aceptación del Plan de Oscar Arias, donde todas las garantías de control e inhabilitación del presidente restituido estarían establecidas en el acuerdo de doce puntos de San José de Costa Rica.
Así, un Zelaya restituido pero sin poder, legitimaría no sólo el proceso electoral en curso, sino que también todas las medidas tomadas para la reimplantación de la doctrina de Seguridad Nacional, con las FF.AA. como garantes y protectoras del desgastado sistema político hondureño. Pero un Zelaya de regreso también desmovilizaría a los sectores populares en resistencia, haciendo variar su estrategia de lucha hacia la campaña político-electoral, aunque ahora con una real posibilidad de convertirse en una fuerza política con capacidad de romper el bipartidismo con más de cien años en el poder.
Es evidente que la amenaza actual de Zelaya para la oligarquía hondureña está más en el plano político-electoral que en la capacidad de éste de insistir en llamar a alguna consulta popular para modificar la Constitución. Un Zelaya restituido, con la presión internacional y de los poderes fácticos, quedaría sin ningún margen de maniobra política. Entonces la negativa de los golpistas, a pesar de todas las garantías, ventajas y amnistías a su favor, a aceptar el regreso de Zelaya estaría más en el plano electoral. Ya no es un secreto que lo que se juega en el proceso electoral es mucho más que la vergüenza de echar pie atrás en el golpe de Estado y aceptar una “simbólica derrota”. Lo que se juega la oligarquía es la continuidad de su viejo modelo de dominación, que es garantía de la continuidad de su proyecto histórico.
Si Zelaya es responsable de tanta pesadilla, lo más probable es que el rechazo a su restitución se lleve hasta las últimas consecuencias por los sectores golpistas, que hoy se ven fortalecidos por las tibias medidas de presión de Estados Unidos y el apoyo de la derecha latinoamericana. En este escenario, se ve difícil una restitución inmediata de Manuel Zelaya en la Presidencia. Lo que se ve con mayor claridad es la profundización de la crisis socio-política en una situación de no retorno, que está dando lugar a un crecimiento insospechado y sostenido de la organización de un pueblo que ha dicho ¡basta! y ha echado a andar... Y le enseña al mundo que ¡aquí nadie se rinde!
ROVERTO BARRA
En Tegucigalpa
rovertobarra@gmail.com
(Publicado en PF Nº 694, del 17 de septiembre al 1º de octubre de 2009. Suscríbase a PF.
punto@interaccess.cl) |