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La Torre de Papel
Sin prensa independiente
no hay democracia
Autor: Paul Walder
El libre mercado ha derivado en la negación del mercado, en su extinción, su aniquilamiento. Un fenómeno mundial que tiene características únicas en Chile: la aplanadora neoliberal se deslizó detrás de los tanques y de los camiones blindados. La utopía neoliberal de Milton Friedman fue en Chile un experimento cerrado, con variables acotadas y dirigidas. Barridos los sindicatos, las organizaciones sociales, devastados los partidos, pulverizado el pensamiento disidente, el ensayo floreció. Pero nada más falso que la libertad mercantil: el neoliberalismo surgió desde el cadáver del mercado.
Se trataba de barrer con la economía para la instalación de oligopolios, monopolios, carteles -como las farmacias, los supermercados, las ferreterías, la banca-. O duopolios, como en la prensa. A La Tercera y a El Mercurio la dictadura les despejó a sangre y fuego la competencia del camino: había que premiar a Edwards.
Recordemos que antes del golpe Clarín vendía más ejemplares que El Mercurio, pero también estaban El Siglo, Ultima Hora, Puro Chile. La dictadura y su “libre mercado” no sólo secuestraron esta competencia, sino subsidió a los consorcios golpistas con millones de dólares para la renovación de sus equipos, situación que, aun cuando habría que hacer alguna salvedad respecto a métodos y tácticas, se ha mantenido durante la denominada democracia. La contumacia de todos los gobiernos de la Concertación de no pagar a los legítimos propietarios de Clarín la indemnización por el embargo, el sesgo arbitrario -y corrupto- de estos gobiernos al destinar casi la totalidad de la inversión publicitaria en prensa escrita a El Mercurio y La Tercera, y los antecedentes cada día más evidentes de arrinconar y estrangular a la prensa independiente, se inscriben en esta noción del “libre mercado”.
El sesgo arbitrario en la distribución del presupuesto público, los favores y chanchullos se replican también como sesgo ideológico desde el primer gobierno de la Concertación en ex ministros como Eugenio Tironi y Enrique Correa. Sus actuales vínculos -Tironi es columnista de El Mercurio, Correa un connotado lobbista y ambos son clientes de transnacionales de diversos rubros- nos permiten comprender la corrupta historia. Tras estas condiciones privilegiadas pregonan desde sus tribunas el libre mercado, una mirada torcida que se reproduce no sólo en el comercio y la economía, sino en la política, la cultura, la sociedad. Transcriben y amplifican la mirada y la escritura del poder, para mantener y consolidar aquel poder. El trabajo iniciado en 1973 está acabado. Y la Concertación recibe su renta.
El mercado se ha evaporado en todos los sectores de la economía, también en la prensa. Lo que tenemos hoy es efecto del golpe de 1973, depurado y consolidado. Durante los años de la Concertación han desaparecido más medios que en la misma dictadura. Y ya no han sido necesarios los tanques y fusiles. Citemos un ejemplo muy cercano: el miércoles 2 de septiembre se realizaron los alegatos de Punto Final -que este mes cumple 44 años- ante el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia por la distribución de la publicidad estatal. La información tiene no sólo relevancia nacional sino continental, pero ante la aplanadora neoliberal en la prensa latinoamericana, sólo fue recogida por dos medios independientes -El Ciudadano y El Periodista- y Radio Universidad de Chile. El resto, y por cierto los órganos públicos como TVN, prefirieron callar y cuidar la mano que les da de comer. Ese es el mercado en los medios, tan “libre” como las farmacias o la banca.
La corrupción y la asfixia informativa pueden oscurecerse todavía más. En 2002 el autor estadounidense Ken Dermota publicó en Ediciones B el libro Chile inédito. El periodismo bajo democracia. Pero hoy, a siete años de su supuesta publicación, es un libro desaparecido. Sólo sobreviven unos pocos ejemplares en las bibliotecas y Ediciones B calla. No sabe, no contesta. ¿Un best seller para esta década que se agotó en pocos años?
Pero no se trata sólo de mercado. Hablamos de la libertad de expresión de todos los sectores de la sociedad, que es una de las necesarias bases para una verdadera democracia. Una libertad, tal como la libertad de mercado, entregada como privilegio a corporaciones transnacionales y allegados al poder político. Sin una verdadera libertad de expresión lo que tendremos es más de lo que ya hay. Nunca habrá democracia sin libertad de expresión.
(Publicado en “Punto Final” Nº 694, del 17 de septiembre al 1º de octubre de 2009. Suscríbase a PF.
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