Edición 680 - Desde el 6 al 19 de marzo de 2009
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Nace un
“ecobarrio”

MOMENTO de reflexión colectiva en un taller

Son las siete de la tarde de uno de los últimos días de febrero y aún hace calor, especialmente dentro de los departamentos de la Villa Cuatro Alamos, en Maipú. Por eso la gente sale a tomar el fresco bajo los árboles del parque y de las plazas, en el corazón de la Villa. Algunos jóvenes conversan y ríen, como si estuvieran de paseo. En los escaños, por aquí y por allá, se ve una familia con niños que conversa animadamente y grupos de hombres que comparten un momento de relajación. Una pareja vigila los primeros pasos de su hija que se moviliza con un andador. Hay un ambiente acogedor.
Pero no todo es descanso. Frente a una de las plazas, el Centro Cultural, Social y del Medio Ambiente “Ceibo” bulle de actividad. Alrededor de 70 niños y adolescentes participan en talleres de baile, música, teatro, circo y yoga. También aprenden a conocer la comuna, y los problemas y desafíos en el plano ambiental. Es una de las últimas sesiones de la escuela de verano que funcionó durante tres meses, a cargo de jóvenes monitores de “Ceibo”. La mayoría de los grupos trabaja al aire libre, pero el jardín se hace estrecho. Entonces, el taller de teatro se cobija en la biblioteca Ronald Wood, todavía en etapa de construcción, y el de yoga encuentra la tranquilidad que necesita en la sede de la junta de vecinos, amplia y bien habilitada. En tanto, un par de abuelas del club de adultos mayores desenrolla una manguera para regar la huerta orgánica del Centro. Varias generaciones confluyen en ese espacio.
Todo esto es parte de un ambicioso proyecto para convertir esta villa de 3.500 habitantes en el primer “ecobarrio” de Chile, gestado y llevado adelante por la comunidad. La experiencia, en pleno desarrollo, está sirviendo de ejemplo en muchos otros lugares del país. El Centro Ceibo recibe entre 200 y 250 visitantes al mes, desde estudiantes secundarios y universitarios; profesores; dirigentes vecinales; ecologistas; autoridades, principalmente alcaldes de comunas pequeñas, y también extranjeros. La idea del ecobarrio surgió como resultado de una obstinada lucha que dio la mayor parte del vecindario, entre noviembre de 2003 y enero de 2004, contra la decisión del alcalde UDI Roberto Sepúlveda (ahora RN) -paradojalmente, actual miembro de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados- de cortar árboles de más de treinta años para construir una escuela, al lado de otra que estaba en funcionamiento. ¿Por qué precisamente en ese lugar? La gente no lo entendió, porque había otros sitios desocupados donde se podía edificar la nueva escuela, sin necesidad de destruir el parque que era parte de sus vidas.

Tradición de lucha

La Villa Cuatro Alamos se empezó a construir en un terreno de diez hectáreas en 1971, durante el gobierno de la Unidad Popular. Fue concebida para 808 familias de trabajadores a las que se invitó a participar en el proyecto. Se programó la instalación de una lavandería comunitaria automatizada, un “pueblo” de artesanos con talleres y centro de ventas, comedor comunitario, jardín infantil, campo deportivo, colegio y áreas verdes. Pero nada de lo proyectado se llevó a la práctica, porque la construcción concluyó en 1974, bajo otra concepción. Varios años después se construyó el colegio. Lo demás quedó almacenado con otros sueños incumplidos. Tal vez por eso el parque que crearon los pobladores en tres mil metros cuadrados de terreno, era lo que sentían más propiamente suyo.
En las décadas de los 70 y 80, la gente organizó ollas comunes, talleres culturales y comités de defensa de los derechos humanos. Los pobladores participaron en las protestas antidictatoriales y la Villa fue allanada en varias ocasiones. “Sin embargo, como ocurrió en otras poblaciones, la transición a la democracia mató todas las organizaciones forjadas en los años anteriores”, dice Luis Márquez, dirigente social desde los 15 años, que preside el Centro Ceibo. “La Villa estaba dormida”, ratifica Ricardo Acuña, presidente de la junta de vecinos. La desesperanza, la drogadicción y el narcotráfico comenzaban a apoderarse del lugar.
La gente sólo se volvió a articular en defensa del parque, a fines de 2003. “Pero el 13 de enero de 2004 llegaron más de 50 carabineros custodiando a un grupo de trabajadores que traía la misión de cortar los árboles. Echaron abajo 119 árboles. Sólo se salvó un ceibo, porque los pobladores lo rodearon y se amarraron al tronco. Por eso nuestra organización tomó el nombre de Ceibo”, explica Márquez.
Para Mario Iturrieta, secretario de Ceibo, los pobladores debían salir fortalecidos de esa pelea. “Eso quería decir quedar con organizaciones nuevas”, dice Iturrieta, a quien Márquez define como “el ideólogo” del proyecto.
Y así fue. Después de demandar a la municipalidad por la tala de los árboles y conseguir que se les compensara con 4.900 metros cuadrados destinados a áreas verdes, nacieron el Centro Ceibo y el Club del Adulto Mayor “Los Zorzales”. Los dirigentes del Comité de Defensa del Parque fueron elegidos miembros de la nueva junta de vecinos.
En un terreno del Serviu cedido en comodato, Ceibo creó entre 2005 y 2006 el Centro Demostrativo de Energía Alternativa y Educación Ecológica, con recursos de pequeños proyectos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y, en menor medida, de Conama. A esto se sumaron ayudas facilitadas por el encargado de Medio Ambiente de la Municipalidad de Maipú, Alvaro Gómez, y donaciones de particulares. La autogestión fue fundamental. Los integrantes de la nueva organización aportaron la mano de obra para construir un invernadero de excelente factura donde cultivan lechugas, tomates, frutillas y todo tipo de hierbas medicinales utilizando objetos reciclados inverosímiles, como envases de bebidas, neumáticos, conos y tubos cilíndricos de PVC donde se cultivan plantas adaptables a espacios pequeños. Estas experiencias se pueden reproducir en los patios de las casas y en huertos comunitarios. Además, armaron una cocina y un horno solar, e implementaron un centro de compostaje y lombricultura para producir humus. Se utiliza en el invernadero y también para mantener un huerto orgánico.
La mayoría de los integrantes de Ceibo tenía experiencia como dirigentes sociales. Pero poco y nada sabían del área medioambiental. Fueron aprendiendo en el camino. A través de sus denuncias y campañas se contactó con ellos María Inés Díaz, egresada de Ecología y Paisajismo de la Universidad Central, interesada en hacer su tesis sobre ecobarrios. Su aporte ha sido determinante. Trabajó durante todo 2006 con la comunidad, rescatando su historia y elaborando en conjunto el proyecto de lo que querían hacer de la Villa. Así fueron dándole contenido a la idea de ecobarrio, que definen como un lugar donde la gente se organiza para estrechar redes entre los vecinos y mejorar su calidad de vida, cuidando el medioambiente. “El centro del ecobarrio son las personas”, dice Luis Márquez. “Es un proyecto ecológico integral que involucra medioambiente, energía, alimentación, conservación del agua, seguridad ciudadana, trabajo, salud y educación”, agrega.

Cambios evidentes

Donde antes hubo un basural ahora hay un arboretum con más de 150 árboles y arbustos nativos de la zona central de Chile, plantados con apoyo de la organización Arbol-Vida, cuidados por la comunidad y regados por el servicio municipal. También hay una plaza de árboles frutales en proceso de crecimiento, un jardín comunitario con hierbas medicinales y aromáticas recién plantadas, y otros árboles autóctonos se desarrollan con normalidad en el parque central de la Villa. Pronto plantarán rosedales entre los bloques de departamentos y en un par de años esperan iluminar las áreas verdes con placas fotovoltaicas que funcionan con energía solar. Como un anticipo, el Centro Ceibo se ilumina cada noche con luz generada por el sol.
Dentro del recinto avanza la construcción de la biblioteca Ronald Wood, que será inaugurada el 20 de mayo. Su nombre es un homenaje a un joven del barrio, estudiante del Instituto Profesional Santiago (actual UTEM), asesinado en 1986, a los 19 años, cuando participaba en una manifestación antidictatorial en el puente Loreto, sobre el río Mapocho. “Recibió en la cabeza tres balazos disparados por una patrulla militar y murió el 23 de mayo después de tres días de agonía. Para nosotros es muy importante rescatar su memoria, que es parte de nuestra historia”, recalca el presidente de Ceibo. Para habilitar la biblioteca está en marcha una campaña de recolección de libros, dando prioridad a aquellos que forman parte de los planes de lectura de la educación básica y media, como también libros sobre la historia del movimiento social chileno y sobre ecología. Los libros son retirados en los lugares indicados por los donantes, previo contacto por correo electrónico. (El correo es ceibomaipu@yahoo.es).
También se realiza un plan de recolec-ción y reciclaje de basura orgánica, que a nivel nacional representa el 60 por ciento de los residuos que se generan en los hogares. Conscientes del problema, se quiere demostrar que lo mejor es reciclar esa basura en pequeña escala y lo más cerca posible a los lugares donde se origina. “En muchos barrios hay ferias libres, y cuando éstas se retiran queda toda la basura en la calle. ¿Por qué no poner contenedores para transformarla en compost?”. Y Luis Márquez pone como ejemplo el biorreactor de compostaje acelerado con el que trabajan en Ceibo. Es un recipiente con tapa hermética fabricado por microempresarios nacionales que se puede instalar en cualquier condominio, población o villa, porque no genera malos olores ni atrae moscas. Mediante un sis-tema simple de aireación ubicado en la parte inferior, acelera el compostaje. El procesamiento de dos mil kilos de residuos orgánicos que en condiciones normales se desarrolla en entre tres y seis meses, se realiza en veinte días en este aparato.
Otro proyecto, que se iniciará con un plan piloto, es reciclar las “aguas grises” emanadas del consumo domiciliario. Son las evacuadas desde los lavamanos, lavaplatos, duchas y lavadoras de ropa. “Son relativamente fáciles de reciclar dentro de la Villa y se utilizarán para regar las áreas verdes y la cancha”, explica Márquez. En carpeta están, además, la construcción de la “plaza de la tierra”, un anfiteatro para desarrollar actividades culturales y artísticas, y juegos infantiles en los espacios públicos que esperan hacerlos cada vez más didácticos. En una etapa más avanzada se piensa transformar la villa en un barrio peatonal, habilitando estacionamientos de autos en la periferia. Y también quieren cambiar el pavimento de los pasajes, empleando un material poroso que permite recolectar aguas lluvias.
“Todo esto va acompañado de educación ambiental para crear conciencia y preparar el terreno que permita ir cambiando formas de vida. Continuamente hacemos circuitos enseñando las características de las especies que hay en el arboretum, que cada vez será más didáctico con el apoyo de estudiantes universitarios. Este verano vinieron a hacer su práctica tres estudiantes de la Universidad Austral de Valdivia. Hicieron una serie de recomendaciones que vamos a aplicar. Además de talleres, organizamos ferias, como una de energía alternativa. Damos cursos de forjadores ambientales, donde los niños aprenden a expresar temas ambientales a través de la pintura y música. Siempre trabajamos con un enfoque integrador”, aclara el dirigente social.
Todavía hay mucho por hacer y los fondos son escasos. Hace un año el Centro Cultural, Social y del Medio Ambiente “Ceibo” hizo un convenio con la Municipalidad de Maipú para difundir la experiencia de ecobarrio. Sin embargo, sus dirigentes consideran que el esfuerzo no ha tenido el apoyo que se necesita de la alcaldía para continuar desarrollando el proyecto. Por esa razón, este año pedirán que el municipio aporte recipientes de distintos colores para separar las basuras (orgánica, vidrio, papel y plástico) en cien departamentos de la villa.
Cualquier ayuda es bien recibida, siempre que no implique compromisos que contravengan los principios y objetivos del ecobarrio. Así, el Premio Henri Nestlé 2008 de tres millones de pesos que se recibió a fines del año pasado, se destinará a financiar la última etapa de construcción de la biblioteca y algunas de las actividades programadas para este año. Luis Márquez, como dirigente social, también fue distinguido en 2008 por la Casa de la Paz por su aporte a la convivencia sustentable.  
El premio más valioso, sin embargo, es la promesa de una mejor calidad de vida que poco a poco se va haciendo realidad en la Villa Cuatro Alamos. Como dice el dirigente Mario Iturrieta, “es una tarea que no tendrá fin, porque las necesidades son muchas y en la comunidad siempre están surgiendo nuevas ideas para salir adelante”.
 
 PATRICIA BRAVO
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 680, 6 de marzo, 2009)