Música Sepúlveda:
“La gente perderá el miedo”
MARIA Música Sepúlveda Cavieres con Nicolás Ahumada y Hans González, también alumnos del Liceo Darío Salas.
La “clase política”, de lado a lado, la condenó, cerrando filas en torno al gobierno. La Iglesia Católica se plegó a las reprobaciones. Incluso en un colegio católico de Puerto Montt rogaron para que ningún otro niño se atreva a imitar a Música y para “sacarle (a ella) el diablo de adentro”. Los medios de comunicación recogieron con entusiasmo los cuestionamientos y repitieron, una y otra vez, la imagen del jarro de agua fría que María Música Sepúlveda Cavieres, estudiante de 14 años -cumplidos recién hace poco más de un mes-, lanzó al rostro de la ministra de Educación, Mónica Jiménez.
El hecho ocurrió el 14 de julio, en un encuentro de los Diálogos Participativos por una Educación Pública, realizado en el Hotel Crowne Plaza, de Santiago. La niña enfrenta ahora una denuncia por “atentado y amenaza a la autoridad” en la Fiscalía Centro-Norte del Ministerio Público. La requirente es la ministra de Educación.
Como era de esperar, sus pares de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Universitarios y Secundarios (Aceus) la apoyaron con firmeza, deslegitimando de paso el carácter del citado Diálogo: “Consideramos ilegítima una discusión que pretende fortalecer una educación pública que no existe en la realidad del país y que ya está sepultada por la LGE (Ley General de Educación)”, señalaron en una declaración. Por su parte, el Colegio de Profesores declaró que aunque lamentaba la acción de la adolescente, la comprendía.
Pero ha habido mucho más. Estudiantes, profesores, apoderados, trabajadores y amigos realizaron una asamblea de apoyo a Música. Se está difundiendo un petitorio para que no la expulsen del liceo, que ya cuenta con cerca de tres mil firmas. Numerosas personas le envían mensajes a su correo electrónico (todosomosmusica@yahoo.es) para saludarla, darle ánimo y decirle que representó a mucha gente. Donde vaya, Música se encuentra con felicitaciones y muestras de afecto. Una mañana salió de su casa con su madre, Ruth Cavieres, y en la calle había tres trabajadores reparando cables del tendido eléctrico. “¡Idola! ¡No te mueras nunca!”, le gritaron. Más tarde, en el centro de Santiago, los trabajadores en huelga de Banefe la reconocieron, la abrazaron, le pasaron el megáfono para que hablara y se tomaron fotos con ella. “Eso me hace sentir fuerza, y que no estoy sola”, dice la estudiante de primero medio.
Música parece tomar todo con calma, sin dejar de manifestarse como la niña que es. En su colegio, el Liceo Darío Salas -del cual podría ser expulsada-, la reconocen como una alumna inteligente y tranquila. Después de pasar por varios otros colegios, allí se ha sentido a gusto.
Proviene de una familia modesta y austera, con antepasados mapuches, profesores primarios, familiares de Izquierda y valores muy definidos. Casi todos tocan algún instrumento y cantan, de ahí el original nombre de la niña. Su madre es oficinista y el padre vende libros. Aunque ellos están separados hace años, hay una cercana y fluida relación entre padre e hija. El abuelo materno, Santiago Cavieres Korn, abogado y poeta, durante la dictadura militar estuvo preso en el Estadio Nacional y en el campo de concentración de Chacabuco.
Aparte de estudiar y luchar por cambios de fondo en la educación, Música confiesa que le gusta hacer malabarismo “con pelotitas”. Como otros niños y jóvenes, ella y su hermano de ocho años salen de vez en cuando a hacer piruetas frente a los automovilistas detenidos por la luz roja de los semáforos. Así se entretienen y juntan algo de dinero para sus gastos. Ella también escribe poesía y toca guitarra.
Pero por ahora no hay espacio para eso. Ha pasado de entrevista en entrevista, casi sin tiempo para comer. Cuando conversó con PF estaba con su madre y dos compañeros de la Aceus que llegaron a expresarle su solidaridad. Eran Hans González, ex vocero del movimiento estudiantil secundario y ex presidente del Centro de Alumnos del Liceo Darío Salas -donde le cancelaron la matrícula a fines de 2007-, y Nicolás Ahumada, vocero de la Asamblea en Movimiento, del mismo liceo. “Creo que a mí también me cancelarán la matrícula a fines de este año”, dice con una mezcla de pesar y resignación ante esta eventual represalia. La expulsión de los líderes (o la cancelación de sus matrículas) ha sido uno de los mecanismos más utilizados por las direcciones de los colegios desde 2006 para intentar desmovilizar a los estudiantes.
“LLORAR NO ES VIOLENCIA”
Música se veía algo cansada. Aún así sonreía a menudo. Respondió con seriedad y sin complicaciones. Cuando hubo una pregunta para la cual no tenía respuesta, puso cara de interrogación, se encogió levemente de hombros y guardó silencio. Tiene en su rostro la frescura de los 14 años, sus modales son delicados y su voz es suave, pero también muy clara.
La ministra Jiménez dijo que en vez de emprender acciones legales le interesaba conversar contigo y con tu madre, por los problemas de familia que podrían haber influido para tu actuación “violenta”.
“Creo que es puro show. Si a ella le interesa hablar conmigo, quiere decir que le interesa la educación que están teniendo los jóvenes, sobre todo los que son pobres. Entonces, que se preocupe por todos los niños y jóvenes -que pueden ser violentos o no-. Como ministra de Educación, es lamentable que recién ahora se sienta preocupada, a pesar que personas adultas y estudiantes le han dicho lo que pensamos. Es lamentable que por un jarro de agua quiera hablar con una. Que hable con todos”.
¿Tú habías participado en reuniones anteriores?
“No, era primera vez. El seremi de Educación invitó a la Aceus y los compañeros me invitaron a mí. Cuando estábamos ahí comenzó la manifestación de los profesores. Eramos veinte estudiantes de la Aceus, dirigentes de universidades, de liceos, de colegios. No sabíamos que iban los profesores. Nos enteramos en el momento en que los vimos dentro de la sala. Nos miramos y dijimos: ¡Hay que apañar! Hay que ayudarlos, acompañarlos, no podemos dejarlos solos. Y empezamos a decir ¡no a la LGE!”.
¿Qué se había hablado hasta ese momento en el encuentro?
“Nada, la reunión estaba empezando. Pero el programa señalaba que se iban a crear grupos de trabajo sobre identidad, financiamiento, carrera docente… y se iba a conversar sobre todo eso. Pero en realidad no es un diálogo. Iba a ser una conversación más, como quien conversa entre amigos. No se iba a resolver nada, porque el cuento ya lo tienen armado. La LGE la tienen lista y aprobada”.
¿Por qué te acercaste a la ministra?
“Yo estaba súper tranquila. Dije: ‘Ya, cabros, dejen que la ministra responda y que después hable la vocera de la Aceus, ¡tranquilos, tranquilos!’. Pero me di cuenta que en medio de esa situación caótica no iba a pasar nada de eso, porque la ministra se estaba yendo. Entonces dije ‘voy a contarle lo que está pasando en mi liceo, lo que pasó conmigo...’. Me acerqué corriendo y le dije: ‘Ministra, ¿sabe qué? Me golpearon, me tomaron detenida cuatro veces, mojada, empapada, llena de lacrimógenas, me han mantenido más de trece horas en la comisaría… A mis compañeros los han golpeado, tienen cicatrices enormes tanto físicas como sicológicas, están en Fiscalía Militar por montajes y acusaciones absurdas… Yo los quiero libres, no tiene sentido tener niños detenidos’. Le dije eso, pensando -creo que fui un poco fantasiosa- que me iba a responder, por último con una de sus respuestas irónicas. O que me iba a decir ‘este no es momento de conversar, puede ser después’. No me dijo absolutamente nada, ni siquiera me miró. Ordenaba sus papeles. Después dijo que no me había visto. Dudo de eso, porque yo estaba al lado de ella, y no es muy normal que una estudiante esté al lado de una ministra. Me vio, me escuchó, pero no me quiso prestar atención. Fue como hablarle a una pared. Me dio pena, me sentí frustrada. No me pescó, no le importó nada. Encontré un jarro que estaba allí y le lancé el agua. Fue un impulso”.
¿Qué sentiste después?
“Un gran alivio, así como cuando uno llora. Sentí como que me hubiera escuchado. No es lo mismo, obvio. Pero salí muy tranquila”.
¿Fue un acto de violencia?
“No, para nada. Eso no es violencia. Llorar no es violencia”.
¿El agua estaba fría, o tibia como se dijo por ahí?
“¡Fría! Ella dijo después que al menos el agua podría haber estado tibia. También nosotros, cuando nos llega el agua del guanaco, decimos ‘¡prende el califont!’”.
No sólo la ministra, también otras personas han dado a entender que la formación que has tenido en tu familia puede haber influido para que actuaras así.
“No soy una persona agresiva, para nada. Y mi familia es lo más pacífica que hay. Pero tengo ideas claras. La mía fue una reacción natural. Si a alguien le tiran tanta represión todos los días, y si ella aparece en la tele diciendo irónicamente que el movimiento estudiantil no es nada, y que sólo está movilizada una mínima parte de los estudiantes… A uno le empieza a dar impotencia. Hay cero respeto por el movimiento estudiantil, cero respeto por los niños. En general, cuando hablan las personas del gobierno, a la gente la dejan con impotencia. Cuando dicen ‘hay que apretar los dientes’, por ejemplo. ¡Claro, cómo a ellos les pagan el dentista! Por eso la gente explota de alguna manera”.
“REPRESIÓN, REPRESIÓN…”
¿Cuál es tu visión del movimiento estudiantil de 2006?
“El 2006 yo no participaba en la asamblea. Conocía un poco de la Loce, pero como toda la gente, nada más: el significado de la sigla, quien la había hecho y más o menos para qué era. Participé un par de veces en las marchas, sin entender mucho. Sólo sabía que estaban protestando por algo que encontraban injusto. Yo dije, bueno, ¡tendría que estar toda la gente protestando contra lo que es injusto!”.
Has dicho que en esa época estabas en la Escuela República Oriental del Uruguay, pero que después decidiste salir de ese colegio. ¿Por qué?
“Llegué hasta la mitad del año. Es que allí habían violado a una niñita en la biblioteca, y la niñita seguía en el colegio y el profesor que la violó también. Nos pegaban con los libros en la cabeza, nos insultaban, a los niños peruanos los discriminaban y a los gorditos también. Profesores de historia les decían ‘¡peruanos ignorantes!’ Había matones -al estilo de las películas de Estados Unidos- que amenazaban a mi hermano chico con pegarle si no les daba el almuerzo”.
Luego ingresaste al Darío Salas. ¿Qué te gustó de ese liceo?
“Los estudiantes, que son los que hacen el colegio”.
¿Te consideras buena alumna?
“Alumna significa ‘sin luz’, así que yo no soy alumna, soy estudiante. Y no sé si soy buena, depende de cuál es el criterio. Si usted viera el libro de clases, estoy con condicionalidad por llegar tarde a clases. Con eso, me dicen que no soy buena estudiante, aunque tenga 5,7 de promedio, hasta el momento. Donde me va mejor es en biología. Pero no sé si eso es ser buena estudiante”.
¿Cómo ves ahora al movimiento estudiantil? Lograron sacar la Loce, pero a cambio de la LGE.
“Al principio parecía un imposible cambiar la Loce. Ahora dicen que es imposible crear algo que no sea la LGE. Pero yo creo que en el movimiento se han aprendido muchas cosas y que cada día está mejor. En general, los estudiantes, los profesores, los apoderados saben más cada día. Están más cultos”.
¿Qué crees que va a pasar contigo después del “jarrazo”?
“Represión, represión, represión”.
¿En el colegio?
“En todas partes me van a reprimir. Me van a tener súper fichada. Me cancelarán la matrícula ahora o a fin de año, porque obviamente en el colegio no van a querer que yo siga allí el próximo año. Y no sé… todo se puede esperar de los poderosos”.
¿Hay poderes muy grandes en Chile?
“Yo digo que hay gente que ha asumido roles donde tiene mucho poder. Esa gente es corrompida por el poder y piensa que puede hacer lo que quiera”.
¿Cómo fue el proceso de movilización en tu liceo durante este año?
“Hubo tomas, paros, cortes de calle. En Avenida España hay otro liceo frente al nuestro: el Insuco 2. Los estudiantes son súper unidos con nosotros… La represión ha sido desmedida. Nos han tratado mal. Supongamos que un carabinero -un ‘fuerza especial’- vale por tres, y un estudiante flacuchento… vale por medio. Y nos mandan tres micros y un ‘carnicero’, guanacos y zorrillos, y como ochenta motos. ¡Cómo queda una! Hay que pensar que en la calle no sólo están los estudiantes. También hay árboles, perros, gatos, pajaritos, aire. Hay guaguas y otras personas. Pero parece que no les importa. Ha sido mucha la represión”.
“AQUÍ NO HAY DIÁLOGO”
En nuestro país se habla mucho de diálogo. ¿Cómo entiendes tú el diálogo en democracia?
“Si dialogar es conversar para tomar una decisión en conjunto, aquí no hay diálogo. Claro, se escucha, pero lo que uno dice les entra por un oído y les sale por el otro. No lo han tomado en cuenta, queda ahí. Eso no es diálogo”.
¿Cómo describirías a la juventud chilena de hoy?
“Una juventud súper sola, individualista. Con la Ley de Responsabilidad Penal Juvenil se nos ha dicho ‘ya son grandes, son todos unos hombrecitos y unas mujercitas’. ¡Con 14 años, que no son nada! Una tiene conciencia como para ir a una marcha, pero no por eso te van a tirar a una cárcel”.
¿Has participado en grupos con inquietudes sociales, políticas o culturales que vayan más allá de la lucha estudiantil?
“No, sólo en grupos de amigos”.
¿Qué te gustaría que cambiara en esta sociedad?
“La gente tendría que mirarse en un espejo y tratar de volver a ser personas, con conciencia de la vida… acordarse de que son seres vivos y que no son los únicos. Partir por eso, por cosas básicas. A veces se olvida que hay otros y que hay plantas, animales que quieren vivir y que no tienen la culpa de que nosotros contaminemos, de que tengamos armas y matemos. No somos los únicos que sienten y sufren”.
¿Cómo ves tu situación para adelante?
“Yo voy a seguir siendo como he sido siempre, seguiré haciendo mi vida. Ningún tipo de represión me va a cambiar”.
¿Te asusta enfrentar una denuncia por “atentar contra la autoridad”?
“Sí, me asusta. Soy una persona que tiene sentimientos. Me preocupa y me da un poco de miedo. Pero hay que echarle para adelante, con la frente en alto. Porque yo no me arrepiento de nada”.
Si se volviera a dar una situación como la que viviste, ¿tirarías nuevamente un jarro de agua a una autoridad?
“No sé, depende de las circunstancias, del momento, de muchas cosas”.
¿Te sientes una heroína? ¿O mártir?
“Me han dicho que hay que ser muy valiente para hacer lo que hice. Eso fue lo primero que me dijeron, me lo dijo un compañero del liceo… No sé si soy valiente. Creo que cualquiera que tenga las cosas claras, que esté limpio, sin cargo de conciencia, pudo hacer lo mismo. También creo que la gente va a perder el miedo. Por lo menos ahora sabe que si toca a una ministra no se va a quemar. Que no son intocables”.
PATRICIA BRAVO
(Publicado en revista “Punto Final” edición Nº 667, 25 de julio, 2008)
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