Edición 667 - Desde el 25 de julio al 7 de agosto de 2008
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Restauración de La Habana Vieja
Un espejo de Cuba

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Restauración de La Habana Vieja
Un espejo de Cuba

 

Autor: OLIVERIO COMTE

 

Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana.

La relación entre lo global y lo local -si no es determinada por el interés mercantil del más fuerte- puede ser de armonía y beneficio mutuo. Para que esto sea posible en el mundo de hoy, es esencial defender la cultura local y fortalecer la identidad de los pueblos. Ejemplo es el programa de restauración del centro histórico de La Habana Vieja, impulsado por Fidel Castro a comienzos de los 90.
La entidad encargada de liderar ese proceso ha sido la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), dirigida por Eusebio Leal Spengler, doctor en ciencias históricas y especialista en ciencias arqueológicas de la Universidad de La Habana, quien, además, es miembro del comité central del Partido Comunista de Cuba. La obra realizada por Leal ha sido reconocida a nivel internacional. En noviembre de 2007 se le otorgó el premio internacional Reina Sofía de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural, por su contribución al programa de rehabilitación de La Habana Vieja y su impacto en la promoción de ese lugar histórico de la ciudad.
Eusebio Leal integró la delegación de Cuba que asistió en Chile a los actos de celebración del centenario del nacimiento de Salvador Allende, oportunidad en que conversó con Punto Final.
La OHCH fue creada en 1937. Fue liderada por Emilio Roig, historiador, escritor y periodista, conocedor profundo de la historia de Cuba. De pensamiento muy avanzado, mantuvo una posición antiimperialista. “Pensaba que la creación de la conciencia nacional, la defensa de los valores de la cultura y de la independencia lograda por el pueblo cubano, constituían una clave interpretativa de nuestra realidad que superaba la línea historiográfica oficial”, dice de él  Eusebio Leal.
Tras la muerte de su predecesor, Leal asumió, en 1967, la responsabilidad de restaurar el antiguo palacio de gobierno en La Habana, el edificio más importante desde el punto vista simbólico del centro histórico. Los trabajos duraron once años y permitieron que la obra restauradora ganara prestigio. “Si mi predecesor, determinado por las circunstancias sólo pudo desarrollar una obra esencialmente intelectual a través de la cual se opuso a los desmanes cometidos contra los edificios históricos, la nueva etapa de la historia me daría la posibilidad de realizar la intervención real”, sostiene el dirigente cubano

 

En 1994, en plena crisis posterior a la caída de los denominados socialismos reales, se le confirió autonomía financiera a la OHCH, que pasó a depender del Consejo de Estado. ¿Cómo lograron en un contexto tan difícil crear una entidad capaz de acometer un proceso de restauración de la ciudad, que contempla no sólo aspectos arquitectónicos, sino también sociales, arqueológicos y culturales?
“En ese período habíamos acumulado una experiencia importante que nos hizo concluir que era inviable para un país en vías de desarrollo -que además enfrentaba la crisis que usted señala-, asumir el proyecto restaurador soslayando el aspecto social. Teníamos una ciudad habitada, pero sobre todo, estábamos insertos en el marco de una revolución social de la cual éramos hijos. La situación se agudizaba y en 1993, el comandante Fidel Castro planteó a un grupo de intelectuales que era esencial salvar la cultura nacional. En ese momento, existía consenso que la OHCH podía liderar ese proceso. En octubre de 1994, Fidel dictó el decreto que concede a la Oficina la personería jurídica, la capacidad de poseer patrimonio y de gestionar sus propios recursos. Además, diseñó un mecanismo para que no tuviéramos que depender de una hipotética cooperación internacional, que seguramente sería simbólica. Con ello, expresó de manera clara la voluntad política del Estado de que La Habana Vieja debía salvarse sin venderse”.

PRESERVAR LA CULTURA

¿Cuáles han sido los énfasis en el proceso de restauración y en qué aspectos se diferencia de experiencias en sociedades donde predomina el interés privado?
“Todo proyecto de desarrollo que prescinda de la cultura sólo genera decadencia. En el decreto que nos constituye se establece que nuestra entidad puede generar recursos propios, siempre y cuando se rija por valores éticos, morales y espirituales lejanos a cualquier interés de tipo mercantil. Esto cobra gran trascendencia en el contexto del turismo, donde a muchas personas no les interesan sólo las playas y la imagen estereotipada de Cuba. Quieren conocer la esencia del pueblo, su capacidad de resistencia, su cultura, uno de cuyos puntos álgidos es la obra de restauración de La Habana Vieja. El turista tiene la posibilidad de conocer un proyecto que además de embellecer la ciudad, ha permitido crear empleos, formar jóvenes en distintas especialidades en el rubro de la construcción, cautelar y proyectar nuestro patrimonio cultural”.
Aparte del mecanismo que les permite autofinanciarse con un sector económico propio, ¿han establecido algún tipo de relación o convenio de cooperación internacional?
“A pesar del bloqueo, hemos conseguido apoyo de organizaciones científicas, universidades y agencias de cooperación en países como España y Bélgica. En el contexto de una iniciativa de Naciones Unidas creamos el Proyecto de Desarrollo Humano a Nivel Local (PDHL), que contempla dos aspectos fundamentales en la restauración de un barrio habitado: el ámbito monumental y el social y comunitario. Hemos aplicado este criterio en La Habana Vieja, que representa una pequeña Esparta batallando por su destino. Un verdadero espejo de Cuba”.

NI CALCO NI COPIA

Usted ha definido La Habana como una ciudad ecléctica, en que confluyen distintos tipos de arquitectura pero que, al mismo tiempo, posee una identidad muy fuerte. ¿Puede precisar cuáles son esas tendencias arquitectónicas que convergen y cómo a partir de ese encuentro surge una ciudad que representa de manera fiel la cultura local?
“La ciudad marcó, a partir de su establecimiento definitivo en 1519, una ruta en el ‘crucero’ americano. La isla y la ciudad están ‘en el corazón del Mediterráneo’. Por ello Cuba fue siempre definida por los precursores del pensamiento y de la identidad nacional como isla en lo geográfico, pero no en lo cultural. Siempre hemos mirado hacia el continente al que pertenecemos pero también hacia el mundo. Así llegaron las distintas tendencias. Primero las ideas, luego la arquitectura y la forma, con las contradicciones y fenómenos propios de una sociedad colonial, basada en la explotación azucarera, del café, las maderas, del comercio de flotas, del cual La Habana fue punto central. Por eso, no es extraño que la arquitectura de las ciudades históricas de Cuba, y particularmente de La Habana, refleje una visión del mundo no como copia, sino siempre con una interpretación”.
¿Una interpretación que es la síntesis de un encuentro de culturas, donde la identidad local se enriquece y prevalece?
“Nada es como nos lo dicen, sino cómo nosotros lo interpretamos y cómo lo plasmamos luego en nuestra realidad geográfica, climatológica y, sobre todo, del ser cubano. Somos un pueblo mestizo en la sangre y en la cultura. En nuestro origen está el reflejo del mundo árabe a través de España, de los esclavos del Africa diversa, del judaísmo y el cristianismo, de las huellas indígenas borradas por la conquista. De todo ello, nació una identidad propia”.
Es una realidad interesante, que demuestra que lo global puede confluir de manera armónica con lo local y enriquecerse mutuamente. Justamente lo contrario de lo que se busca imponer a través de la globalización neoliberal: borrar las identidades culturales locales y lograr una hegemonía absoluta.
“El todo y el nosotros no es más que una suma de individualidades. En la revolución, el concepto del pueblo es una suma de individuos y no la destrucción de los individuos. Se promueve la participación plena de la persona, la entrega de su talento y creatividad. Si analizamos esto a escala mundial, vemos que es importante aceptar que toda modernidad ha sido necesariamente precedida por otra; que vivimos un proceso más global que nunca antes en la historia, producto del desarrollo tecnológico y de los medios de comunicación; y que por ello, también es más importante que nunca preservar (...)

(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 667 de “Punto Final”, 25 de julio, 2008. Suscríbase a Punto Final)