Edición 656 - Desde el 25 de enero al 6 de marzo de 2008
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Autor: PAUL WALDER

Ya no cabe duda alguna acerca de la relación entre información y negocios, acerca del vínculo entre periodismo y noticias elaboradas cual mercancías. La información ha pasado a ser un producto más, modelado para una particular audiencia o consumidor en su propio mercado. En tanto, el medio deviene en una industria que requiere de la venta del servicio para incrementar sus utilidades. No habría gran diferencia entre la industria de los medios, la industria periodística, y otros servicios, como el retail, el financiero, el suministro de energía, de telefonía o la industria publicitaria.
Existen estas y otras similitudes dentro de una enorme diferencia: la especial vulnerabilidad y fragilidad que tiene la información al someterse al proceso propio de la mercancía. La información es en sí idea, sentido; por tanto, su sometimiento al mercado, al valor comercial, la altera hasta la mutación. Bajo estas premisas, la información ha llegado a ser un producto moldeado para la satisfacción de su consumidor final. Un producto que compite en el mercado, proceso en el que pierde sus atributos originales. La industria de la información selecciona, acota, difumina, amplifica, contrasta, distorsiona y manipula. El proceso de la industria de los medios incluye también la oportunidad o dosificación de su suministro. Una información puede ocultarse, silenciarse, o abultarse. Puede, por cierto, también crearse o recrearse. La realidad puede existir o puede desaparecer en los medios.
Este es un hecho de la causa. Cualquier analista más o menos serio detecta y diagnostica este fenómeno, presente en los medios desde el siglo pasado y que alcanzará el paroxismo en el siglo XXI. La concentración de la propiedad -y de la capacidad de amplificación de ciertos discursos informativos- por unos pocos consorcios, lleva consigo la debilidad de otras voces, arrinconadas y expulsadas del mercado. Lo que se observa en cualquier sector de la industria y de los servicios -concentración de la propiedad, los mercados y de la oferta de determinados productos- vale hoy para los medios.
Decimos que la información es especialmente frágil frente a su sometimiento al mercado. Al pasar a ser un producto, pierde sus atributos y sentido, en cuanto a que la información debe estar íntimamente ligada con la libertad de expresión, norma que se consagra en gran parte de las constituciones democráticas. Los ciudadanos sin posibilidad ni capacidad de estar verazmente informados, difícilmente pueden ejercer sus derechos.
Al desarrollar este tipo de análisis, generalmente los especialistas han profundizado el valor de la circulación de la información y su rechazo abierto a la censura, actividad que es inherente a los regímenes autoritarios no democráticos. Sin embargo, no ha habido la misma fortaleza crítica para analizar la censura que genera sobre la información el proceso propio del capitalismo globalizado. La concentración de los mercados de medios, de las audiencias, de los discursos, la relación de los medios con las corporaciones, con los intereses económicos y políticos inhibe en grados similares la libertad de expresión, la emergencia y difusión de la pluralidad de voces que conforman un sistema social.

EL ANTIGUO CONTROL SOBRE LOS MEDIOS TRADICIONALES

Hace poco menos de cien años el problema ya era planteado por no pocos pensadores que buscaban en las nuevas tecnologías, entonces en manos de la burguesía -como la fotografía, el cine y la radio-, mecanismos de apropiación de esas técnicas por otros grupos sociales. Walter Benjamin y Bertolt Brecht, ambos de la primera mitad del siglo XX, buscaron en la radio y en la fotografía herramientas de expresión funcionales al progreso de la historia social.
Brecht escribía una teoría de la radio: “La radiodifusión ha de ser transformada de aparato de distribución en un aparato de comunicación (…) si consiguiera que el oyente no sólo escuchara, sino también hablara, que no quedara aislado, sino relacionado”. Un cambio comunicacional que requería, por cierto, de una transformación política.
Benjamin, en un ensayo de 1934 titulado El autor como productor afirmaba que “el progreso técnico es para el autor, como productor, la base de su progreso político”. Podemos interpretar que no hay progreso político sin un conocimiento del progreso técnico, o, también, que es necesaria una apropiación de la técnica por parte de las fuerzas ciudadanas.
Para Benjamin también es decisivo el carácter de la producción como modelo: en primer lugar instruye a otros productores en la producción y en segundo lugar, es capaz de poner a su disposición un aparato mejorado. Pareciera que las normativas discriminadoras de los actuales medios de comunicación tradicionales hubiesen entendido las palabras de Benjamin y su potencial subversivo. Hoy el poder económico se ha apropiado de los mercados de diarios, televisión, radio, en tanto las barreras de entrada hacen imposible que ingresen nuevos actores a este escenario.

TECNOLOGIAS PARA LA SUBVERSION

Hoy nuestra nueva tecnología está en Internet, que potencialmente cumple las condiciones de medio subversivo en manos de la ciudadanía. A diferencia de los medios tradicionales, Internet no necesita un cambio en su tecnología y tampoco se lo ha podido acotar bajo normas y reglamentos. Internet, cuya masificación comenzó hace unos quince años, sólo se ha acercado a esta capacidad en el último período, con el surgimiento de la web 2.0, que ha sido una explosión multidireccional y multimedial en las comunicaciones. De cierta manera, al menos en latencia, cada receptor es también un emisor. En la red no existe hoy diferencia -en los recursos tecnológicos- entre lo que puede ofrecer un consorcio de los medios y la multiplicidad de expresiones de la sociedad civil. La diferencia está en la capacidad de generar contenidos, entendidos éstos no como producto, sino como información veraz y plural. La diferencia está también en la creatividad, en lo que Benjamin llamó “el autor como productor”. Las grandes innovaciones en Internet no han sido generadas por los grandes consorcios, sino por los usuarios, por la ciudadanía. Las corporaciones se han ido apropiando, a la saga y frecuentemente con malas artes, de estas innovaciones.
En cierto modo, Internet ha podido corroer los monopolios informativos. Las ideas y versiones que no son registradas y difundidas por el reducido conglomerado de medios, pueden avanzar y replicarse libremente a través de la red. Se ha venido creando un creciente grupo de sitios web que reproducen una realidad que no es la de los grandes medios: en un mundo en que la realidad social y política es construida por los medios, mostrar otra versión es desenmascarar aquella supuesta realidad. Es desinstalar esas versiones.
Tras el colapso de las burbuja.com, expresión que engloba el fracaso de la especulación en los negocios de la red a finales de la década pasada, Internet ha tendido hacia una red social, hacia lo que se ha denominado la blogosfera: un espacio virtual que se incorpora al real en la medida que crece el número de conexiones y el acceso a computadores, lo que difumina aquella separación inicial entre lo real y lo virtual. Internet, la comunicación a través de este medio, pasa a incorporarse en la vida diaria de los ciudadanos.
Antonio Fumero y Genís Roca, en el libro Web 2.0 afirman que “ya sea en los medios de comunicación e información, en la política, en las empresas o en la propia ciudadanía se percibe como una avanzadilla de ‘infociudadanos’que obtiene todo el partido de lo que ya es ‘una virtualidad muy real’, que trasciende la tradicional, artificial y prácticamente inoperante e innecesaria separación entre ciberespacio y mundo real”.
Un “infociudadano” que no discrimina entre la información producida en el mundo real y el virtual: que ha integrado ambos mundos. Un ciudadano que realiza parte de su vida conectado, actividad que trasvasija información desde el mundo “real” a la red, y viceversa. Hay un continuo flujo entre la comunicación producida en Internet y la comunicación a través de otros medios, como puede ser la telefonía celular y la misma comunicación interpersonal. Un activo proceso en el que los individuos son los actores, aun cuando también pueden destacarse otros actores colectivos, como grupos de referencia, organizaciones sociales, movimientos políticos, etc.
A comienzo de 2007, citan Fumero y Roca, había más de setenta millones de blogs en pleno crecimiento: “¿Qué está pasando? Lo que una vez fueron medios sólo al alcance de las organizaciones empresariales de cierto calado, ahora están a disposición de cualquier persona con conexión a Internet. Ahora, solventado hasta cierto punto el ‘problema’ tecnológico, sólo nos queda una sociedad de la información por construir...”.
La diferencia entre la Internet inicial y la blogosfera es haber estimulado la publicación y libre intercambio de contenidos por parte de los usuarios. “A estas alturas disponemos de los instrumentos para liberar nuestra capacidad como productores, cambiando por completo la faz de una web que había pertenecido mayoritariamente a las organizaciones empresariales y a los usuarios tecnófilos más avanzados”, afirman.

CONSTRUCCION DE  UNA RED SOCIAL:  PERIODISMO CIUDADANO

Avanzamos hacia la conformación de una red social, una red de comunicación entre ciudadanos que opera de forma paralela a los flujos de información de los grandes medios. Una red ciudadana - territorialmente dispersa o parte de un mismo territorio- que permita una verdadera comunicación bidireccional. Hay blogs, wikis (aquellas reservas de información como la enciclopedia virtual Wikipedia, construida por sus propios usuarios), redes sociales, foros, mensajería instantánea, listas de correo, grupos de noticias, periodismo ciudadano, como Fresqui o Technorati. Es lo que se ha llamado el software social, conjunto de programas (libres, de código abierto) y redes que facilitan la interacción ciudadana.
Es posible afirmar que una de las causas del auge de las redes sociales y el periodismo ciudadano en Internet, es la escasa profundidad y el sesgo ideológico que aplican a la información los medios tradicionales, en manos de consorcios con claros intereses comerciales. La elaboración de esta información deja fuera las (…)

 (Este artículo se publicó completo en la edición Nº 656 de PFD, 25 de enero, 2008. ¡!Suscríbase a Punto Final!!)

 

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