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¿Quién ganó en Venezuela?
JOVENES bolivarianos escuchan los resultados del referéndum.
Perdió Chávez, ganó el no, ganó la oposición, ganó la contrarrevolución. Todas serían respuestas correctas, pero se quedan en la superficie.
Para entender el movimiento de la política venezolana, para pronosticar, para seguir avanzando, debemos intentar más profundidad en el análisis del referéndum del 2 de diciembre.
Empecemos por preguntar:
¿Qué fuerzas, cuáles ideologías, cuáles proyectos pugnan por la hegemonía social en Venezuela?
Venezuela es un país rentista desde hace cien años. Esta condición ha construido una sociedad sui generis, en que las clases sociales giran alrededor de la renta petrolera. Así, las oligarquías se forman y se nutren, no fundamentalmente de la plusvalía de los obreros venezolanos, sino de la transferencia de la renta. Lo mismo podríamos decir de los trabajadores y de los excluidos: su condición social depende de su relación con la renta petrolera.
En Venezuela es más importante la captura de la renta, que la apropiación del trabajo.
Veámos rápidamente cuál es el cuadro de las clases principales de la sociedad venezolana:
Una oligarquía antigua, heredera de riquezas tradicionales, con fuertes lazos con el imperio capitalista, contrarrevolucionaria.
Junto a ella una neo oligarquía formada en el período revolucionario, que vive la dicotomía existencial de estar obligada a mantener un discurso revolucionario que contradice sus nuevos intereses económicos.
La clase media alta, transculturizada, cocinada en los valores del capitalismo gringo, consumista, superficial, apátrida.
Una clase media baja, proveniente de los excluidos, o de la clase campesina; son pequeños comerciantes informales, taxistas, empleados públicos de menor rango, que vive en una franja de alta inestabilidad social; un día se acuestan propietarios y al otro amanecen literalmente en la calle como damnificados e indigentes.
Los obreros, luchando por encontrarse con su ideología, debatiéndose entre la puja por la renta y el papel histórico que deben cumplir en este período revolucionario. En este sector está surgiendo una dirigencia que cada día es más consciente de su papel, aunque persiste la mafia dirigente tradicional, encargada de impedir que las luchas obreras vayan más allá de lo reivindicativo inmediato.
Los campesinos, pocos: ha sido una clase desplazada a la ciudad en busca del sueño de la renta que les alivie las miserias y el abandono del campo.
Una gran masa de excluidos marginados de todo beneficio social.
Antes de entrar a diagnosticar los proyectos que pugnan por la hegemonía, hablemos de una característica propia de nuestra sociedad.
LA RENTA PETROLERA
En Venezuela, donde la riqueza se genera fundamentalmente en Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), empresa del Estado que con pocos obreros captura plusvalía internacional, el problema central de la revolución es cómo se invierte la renta petrolera.
Los proyectos de país determinan la respuesta que se de a esta cuestión.
Unos postulan que no es definitorio en qué se invierte la renta, por lo tanto se puede crear capitalismo con ella, siempre y cuando se mantenga la propiedad sobre las grandes empresas estatales generadoras de riqueza. Proponen así una suerte de socialcapitalismo.
Se trata de un sistema híbrido en el que se conviviría con un capitalismo que piensan controlar anulando su naturaleza voraz, expansionista y su manifestación política.
Frente a esto, otros postulan que el socialismo es ante todo un problema de creación de conciencia del deber social, de rescate de la armonía social perdida por el espíritu egoísta del capitalismo, y que esa conciencia del deber social debe tener su soporte real en la propiedad social de los medios de producción administrada por el Estado. Y que la propiedad no social, en cualquiera de sus formas, es base material para el capitalismo.
Fácilmente se puede percibir que la inversión de la renta no es meramente un asunto económico. Al contrario, se trata principalmente de un asunto de formación de conciencia. Y debemos tener en cuenta que la conciencia en este país no se genera donde se genera la riqueza, que es una forma sui generis de generarse; no viene de la plusvalía nacional, sino que es una captura de plusvalía internacional.
Siendo así, sí se rodea a la propiedad social administrada por el Estado de un cordón capitalista, este cordón creará conciencia capitalista en la sociedad, se expresará políticamente, yugulará al socialismo y terminará por privatizar las empresas estatales, por llevarlas al campo capitalista. La historia nos dice que en los sistemas híbridos, cuando el socialismo ha sido permisivo con el capitalismo, este termina por imponerse y engullir al socialismo.
Por tanto, es necesario invertir la renta para formar una economía de propiedad social administrada por el Estado, que sea generadora de conciencia del deber social. Economía y conciencia que son la base del socialismo.
LOS PROYECTOS QUE DISPUTAN LA HEGEMONIA
Ahora podemos entender que los proyectos que pugnan por la hegemonía, se diferencian por el uso que proponen para la renta petrolera.
Se pueden clasificar en dos grupos:
El proyecto capitalista, que agrupa a las oligarquías, la vieja y la nueva, dentro y fuera del gobierno. Se presenta con dos variantes:
Una, francamente capitalista, atada al imperio gringo, privatizadora de las grandes empresas estatales, segregacionista, despreciadora de los humildes. Esta variante cuenta con la clase media alta y es francamente contrarrevolucionaria.
Otra, la capitalista vergonzante, es de reciente formación: nació en la revolución bolivariana, postula el socialcapitalismo del que antes hablamos, impulsa a sectores francamente capitalistas y evita las formas de propiedad social.
Y por último, la propuesta revolucionaria, la socialista, que propone la utilización de la renta para la creación de la base material: la propiedad social y la base espiritual: la conciencia del deber social, que sustente el socialismo.
Así ya estamos en condiciones de analizar los resultados del referéndum del 2 de diciembre con más profundidad.
El 2 de diciembre triunfó el no. La marcha de la revolución, el rumbo de la sociedad venezolana, el destino del continente, dependen del riguroso análisis que se haga de los resultados del referéndum del 2 de diciembre. Veámos.
Es necesario buscar las causas más profundas de ese resultado adverso, corregirlas y, tal como hacía el Libertador Simón Bolívar, crecerse frente a la adversidad, sólo de esa manera transformaremos el revés en victoria.
ALGO ESTAMOS HACIENDO MAL
Debemos aceptar con valentía que algo estamos haciendo mal: hemos perdido millones de votantes, a pesar de las misiones, de los consejos comunales, de los microcréditos, los bancos comunales, las mesas técnicas, el aumento del consumo, los Mercal, las obras de infraestructura, el extraordinario liderazgo del comandante Hugo Chávez, etc.
Lo que estamos haciendo mal lo podríamos buscar en los hombres, y sustituirlos. Estaríamos así sustituyendo sólo a los instrumentos del error, sería como aplicar un pañito tibio.
Podríamos ignorar las fallas: sería un suicidio en primavera.
Podríamos asustarnos y retroceder en el camino del socialismo, volver al pasado por las trochas de la conciliación con el capitalismo: sería asesinar la esperanza.
La causa profunda de los errores cometidos que nos llevaron al tropiezo del 2 de diciembre, debemos buscarlos en la ideología hegemónica hasta ahora.
La revolución ha estado hegemonizada por la ideología de la pequeña burguesía, que se caracteriza por una acertada percepción del capitalismo: lo diagnostica como el origen de la miseria espiritual y material de la sociedad, pero al mismo tiempo siente terror de superarlo de la única manera que se puede superar, con el socialismo auténtico, el de la propiedad social de los medios de producción y la conciencia del deber social.
Esta ambigüedad, este navegar en dos aguas, hace que la pequeña burguesía busque “fórmulas de cambio” que dejan intactos los pilares del capitalismo. En esa ambigüedad se desgastan los procesos, no avanzan y terminan por restaurar el capitalismo franco, el que se une a las formas más avanzadas del capitalismo mundial: la globalización.
SOLUCIONES A MEDIAS
Esta suerte de soluciones a medias, de querer construir una realidad nueva sin sustituir la vieja, esta fantasía de convivencia de los dos sistemas, de cohabitación de las dos conciencias, nos lleva a cometer errores y a descuidar el objetivo principal de la revolución: instalar en la sociedad la conciencia del deber social, organizar esa conciencia, darle base material.
Siendo así, fallamos en la construcción de la base material, cuando no sabemos convivir con las formas capitalistas sin convertir esa convivencia en un modelo estratégico, y convertir a los empresarios en el ejemplo del hombre nuevo.
Siendo así, fallamos en la construcción de los instrumentos organizativos, al no hacerlos vehículos para la formación de la conciencia, sino territorios para el ejercicio del egoísmo.
Siendo así, fallamos en la creación de una nueva cultura y adoptamos las viejas manifestaciones culturales reproductoras y perpetuadoras de los valores que sustentan al capitalismo, obstáculo principal de la revolución.
Esta ideología, que nos condujo hasta aquí, ¡fracasó! Es necesario sustituirla por la ideología revolucionaria. Preñar a la sociedad de socialismo, y no puede haber preñez a medias.
LA COYUNTURA POLITICA
¿Cómo se expresará esta situación en lo político en los próximos días?
La política revolucionaria en este período estará signada por la lucha entre el proyecto de la oligarquía emergente y el proyecto socialista.
La oligarquía emergente busca construir un nuevo pacto político con la oligarquía tradicional, que tenga como base económica un capitalsocialismo. Es así que se aúpa la formación de nuevos empresarios y estimula a los empresarios ya existentes, creando formas de propiedad no social. En la práctica sustituyen las metas socialistas por una presunta democratización del capital.
Por ese camino se les presenta un problema de imposible solución: si la revolución no avanza en la construcción del socialismo, si se estanca en el capitalismo, no pueden de ninguna manera resolver los problemas sociales que el capitalismo crea; a lo sumo, podrán disimularlo con la alta renta petrolera pero inevitablemente se desgastarán.
Pero además, ese camino ambiguo del socialcapitalismo no nos permite derrotar definitivamente a la oligarquía, porque las ideologías de las oligarquías, la nueva y la vieja, son en el fondo la misma, no son contradictorias. Esto se manifiesta en lo político en formas y convenciones legales permisivas, donde la oligarquía tradicional se refugia para luego de cada derrota acumular fuerzas para una nueva arremetida.
De esta manera, la revolución está condenada a una situación de desgaste, con períodos de calma y conciliación con la oligarquía tradicional, seguidos de períodos de combate que van desgastando poco a poco a la opción socialista.
En resumen, el proyecto socialcapitalista, no es viable, se agota estratégicamente, no crea las bases espirituales necesarias para avanzar. Este proyecto está destinado a abrir paso a un franco proyecto capitalista, o al socialismo verdadero. No hay otra alternativa en Venezuela.
En el referéndum del 2 de diciembre ganó la contrarrevolución, salió derrotada la revolución. Ahora la lucha principal se traslada al interior del bolivarianismo. Es una pugna entre el proyecto socialista auténtico, y el híbrido proyecto socialcapitalista, conciliador, restaurador, y en definitiva capitalista
ANTONIO APONTE (*)
En Caracas
(*) Nació en Camaguaní, provincia de Villa Clara, Cuba. Desde temprana edad se radicó en Trujillo, Venezuela. Graduado en sociología y diseño gráfico en la Universidad de Los Andes. Ha militado durante medio siglo en partidos revolucionarios. Se ha dedicado al estudio de la política venezolana y continental. Ha publicado libros y numerosos artículos. Es columnista del diario Vea de Caracas, que apoya a la revolución bolivariana.
(Publicado en “Punto Final” Nº 653, 7 de diciembre de 2007)
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