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¿Qué hace
Chile
en Haití?
No se aclaraba todavía lo que estaba sucediendo en Haití,
de donde había salido al exilio el presidente Jean-Bertrand Aristide,
cuando el presidente Ricardo Lagos anunció que en 48 horas efectivos
militares chilenos llegarían a Puerto Príncipe, para integrarse
a la “Fuerza de Paz” que normalizaría la situación.
Se sumarían a tropas norteamericanas, canadienses y francesas.
Detrás de la iniciativa presidencial, mostrada como ejemplo de
eficacia y preocupación humanitaria, se ocultan, sin embargo, realidades
oscuras. El propio ex presidente Aristide denuncia en la República
Centroafricana, satélite de Francia, que no había renunciado
voluntariamente y que fue sacado del palacio presidencial y luego del
país bajo la amenaza armada de soldados norteamericanos. Por otra
parte, la decisión de Naciones Unidas para la creación de
la “Fuerza de Paz” no fue más que una operación
cosmética para legitimar lo que ya habían hecho Estados
Unidos y Francia. Marines norteamericanos desembarcaron en Puerto Príncipe
horas antes de sacar del mando a Aristide. También llegaron fuerzas
francesas. Ambas potencias -Estados Unidos y Francia, que disfrutan de
una amistad rediviva en esta aventura colonial-, actuaron sin pedir permiso
de nadie. Ni a Naciones Unidas y menos a la OEA, cuyo penoso papel ha
quedado de nuevo al descubierto. La caída de Aristide y el desarrollo
de la crisis haitiana ha sido consecuencia de la actuación imperial
que manipuló un verdadero golpe de Estado.
Ahora Chile se adelanta a los demás países latinoamericanos
enviando tropas. Y eso es motivo de orgullo para el gobierno, que se apresuró
a tomar una decisión que indica la voluntad de hacer cuanto sea
necesario para agradar a George W. Bush y acompañarlo en lo que
considere conveniente.
La “Fuerza de Paz” cohonestará lo que decida hacer
(y deshacer) Estados Unidos y por lo mismo, su actuación se convertirá
en complicidad y motivo de agravio para el pueblo haitiano.
Se trata además de una decisión compleja, en un escenario
como el Caribe. Haití es vecino de Cuba, separado de ella por un
paso marítimo, y no queda a gran distancia de Venezuela, cuyo gobierno
se encuentra también en la mira de Bush y de los halcones que mandan
en Washington. El territorio haitiano puede ser utilizado como plataforma
del matonaje de Bush en el Caribe.
Obviamente, una “Fuerza de Paz” comandada por Estados Unidos
no es la manera adecuada de ayudar al pueblo haitiano, para cuyo socorro
se deberían activar formas de asistencia humanitaria en alimentos,
atención médica y ayuda social para enfrentar sus necesidades
apremiantes.
El presidente Lagos ha tomado una decisión grotesca y peligrosa.
Coloca a Chile en la senda de un lastimoso seguidismo de las acciones
intervencionistas norteamericanas. El mandatario hace el ridículo,
lo cual es asunto suyo. Pero el país da otro paso en una equivocada
política que le ha ido generando profunda desconfianza en América
Latina, su espacio natural del que cada vez aparece alejándose
más.
No son tropas extranjeras lo que Haití necesita.
Entre las causas fundamentales de la crisis permanente que ha azotado
a ese país a lo lago de la historia, está la deuda externa.
Primero Francia y después Estados Unidos, han esquilmado a Haití.
A ello debe agregarse el saqueo realizado por los gobernantes corruptos.
Su deuda externa es de 1.250 millones de dólares, contraída
especialmente durante la dictadura de los Duvalier. La fortuna personal
de “Baby Doc” Duvalier, que goza de un exilio dorado en Francia,
se calcula en 900 millones de dólares.
El secretario general del Comité para la Anulación de la
Deuda del Tercer Mundo, Daniel Millet, ha señalado a propósito
de la deuda externa de ese país: “Haití fue puesto
en entredicho después de su independencia. Tras veinte años
de negociaciones y presiones, en abril de 1825, el rey de Francia, Carlos
X, dictó la siguiente ordenanza: ‘...Los actuales habitantes
de la parte francesa de Santo Domingo (eufemismo para no mencionar a Haití,
que Francia no reconocía, N.de PF) enterarán a la caja federal
de depósitos y consignaciones de Francia la suma de ciento cincuenta
millones de francos destinados a pagar a los antiguos colonos que reclamen
indemnizaciones. Bajo estas condiciones, nosotros concedemos por la presente
ordenanza, independencia plena e íntegra a los actuales habitantes
de la parte francesa de Santo Domingo’.
Desde el comienzo, las riquezas -como las provenientes de la venta de
café- debieron dedicarse al reembolso de la deuda de la independencia
(equivalente al presupuesto anual de Francia de entonces). Desde 1828,
el gobierno haitiano debió endeudarse para poder pagar: así
comenzó una espiral infernal. Durante más de un siglo, Haití
tuvo que literalmente estrujarse las venas para pagar una deuda que, deliberadamente,
le cortó las alas en el momento mismo de emprender el vuelo”.
Prosigue Daniel Millet: “A pesar de la independencia proclamada
en 1804, Francia siguió jugando el papel de potencia dominante
a través del mecanismo de la deuda. Hasta 1915, cuando la primera
ocupación militar de Estados Unidos (que se mantuvo hasta 1934,
N. de PF) marca la entrada de Haití en la zona de influencia norteamericana.
De este modo, puede considerarse que la deuda ha sido un elemento fundacional
del Estado haitiano”
PF
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