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ENERGIA
Tropezar con
la misma piedra
La economía, que gestaba todo tipo de ilusiones
en una sólida y perseverante reactivación, tropieza, una
vez más, con la misma piedra. El petróleo, con mayor claridad
la OPEP, que es la bestia negra de Occidente, vuelve a elevar el precio
del crudo a niveles no vistos en más de una década. Una
escalada en los precios que, a diferencia de los más recientes
shocks petroleros, amenaza con mantener los altos valores por un período
indefinido. Los factores que inciden en este temor no son pocos; además,
son complejos y muy diversos.
El alza ha tomado por sorpresa a las economías que dependen del
hidrocarburo: desde las europeas y norteamericanas a la chilena, que hasta
un mes atrás se congraciaba al observar el devenir de los indicadores.
Nuestras autoridades y empresarios miraban con beneplácito los
últimos imacec, que han registrado aumentos de 3, 4,2 y 6,3 por
ciento durante los tres primeros meses del año. Una serie estadística
que ha llevado a vaticinar una tasa de expansión del producto por
sobre el 5 por ciento para el 2004.
Por cierto que la expansión de la economía chilena viene
de la mano de las exportaciones. Y por cierto que la crisis petrolera
también la afectará. De partida, a la fuerte alza del crudo,
traspasada al precio final de las gasolinas, se le ha sumado un aumento
en el tipo de cambio, que ha subido más de un diez por ciento en
las últimas semanas. Un alza enlazada ya transferida al transporte
público, que probablemente -de mantenerse el precio internacional-
se extenderá hacia otros servicios y bienes. De continuar su ritmo,
el proceso llevará a presiones inflacionarias y, posteriormente,
al debate, siempre latente, sobre las tasas de interés.
Hay diversas teorías para explicar este nuevo shock petrolero.
Y, sin duda, el clima político mundial impulsado por la administración
Bush en Medio Oriente, ha puesto los actos de sabotaje y de terrorismo
como un nuevo factor de riesgo a considerar, del cual, cómo no,
los especuladores de los mercados de futuro ya se benefician. Habría
un factor especulativo y otros a partir del el clima político.
Sin embargo, éstos no acaban allí.
CHINA, UN NUEVO CONSUMIDOR
China es un nuevo actor en la crisis del petróleo.
La Agencia Internacional de Energía ha informado que China consume
hoy seis millones de barriles de petróleo diarios, un millón
más que hace un año, volumen ascendente en una economía
de alto crecimiento y con claras señales de recalentamiento: la
inflación ha alcanzado el mayor nivel de los últimos siete
años, con una tasa anual -a abril pasado- del 3,8 por ciento.
Otro factor es uno ya clásico y también muy sediento de
petróleo. Estados Unidos, que consume alrededor de 20 millones
de barriles diarios, iniciará hacia finales de mayo su temporada
de vacaciones, la que se caracteriza por el masivo uso del automóvil.
La fuerte demanda estival de gasolinas a altos precios presionará
la inflación, anualizada en abril en un 2,3 por ciento, fenómeno
que aumenta la inquietud de los economistas en cuanto a una inminente
alza de las tasas de interés. Un alza que ya es prácticamente
una certeza en los círculos financieros internacionales, que llevaría
las tasas a duplicarse hacia finales de año (pasarían de
uno a dos por ciento) y a un 3,5 por ciento durante el 2005.
Existe otra variable no menor: el debilitamiento del dólar. No
pocos países exportadores de petróleo reciben sus ventas
en la moneda norteamericana y han de adquirir bienes y servicios de la
zona del euro, lo que ha menoscabado su poder adquisitivo. Un fenómeno
que inhibe a estos países a aceptar las sugerencias de Estados
Unidos y otras naciones consumidoras para aumentar la producción
y disminuir los precios.
Una solución es fortalecer el dólar. Sin embargo, el valor
del dólar cae por la creciente deuda de Estados Unidos, que es
el resultado de crecientes déficit presupuestarios y de una desequilibrada
balanza comercial. Un dólar cada día más débil
-y nada indica una reversión en la tendencia- inhibe a los inversionistas
internacionales a efectuar colocaciones para financiar la deuda, fenómeno
que podría cambiar con un alza en las tasas de interés.
Con tasas más altas es posible que los inversionistas se sientan
atraídos a invertir en dólares y así fortalecerlo,
pero es una operación que pondría en riesgo la frágil
recuperación económica. Tasas altas significan aumentar
el costo del dinero para empresas y consumidores, lo que volvería
a instalar en la agenda económica el miedo a la recesión.
PELEA DE RUFIAN
DE ESQUINA
En Chile, el aumento en los precios de la gasolina amenaza,
como en tantas otras ocasiones, pasar a ser un debate electoral. El alcalde
de Santiago, seguido muy de cerca por el gobierno, ante la evidente oportunidad
ha salido a repartir un bono de ayuda a las familias más pobres,
acción que compensa en parte, y sólo en parte (ya veremos
en el transcurso del invierno), la negativa del gobierno a subsidiar el
consumo y es paralela a la propuesta de la UDI para bajar los impuestos
específicos que recaen en los combustibles.
La dependencia de la economía chilena de las oscilaciones de los
mercados petroleros mundiales ha quedado, una vez más, en evidencia
palmaria. La economía chilena parece un barco de papel, que sube,
cuando las mareas crecen, y baja, cuando descienden. Un vaivén
nada menor que, teniendo en cuenta la ferocidad de la crisis política
en Oriente Medio y los otros factores mencionados, podría mantenerse
en su fase baja por un prolongado período. El analista Hedelberto
López advertía, el 17 de mayo pasado en Rebelión,
que “de mantenerse por varios meses los altos valores del crudo,
se desatarían graves consecuencias económicas y sociales
para varias regiones del mundo y en esa lista entraría, como es
lógico, América Latina, que ha sufrido ya más de
una década de pérdidas por las medidas neoliberales implantadas
a instancias de los organismos financieros internacionales”.
EL ESTADO AL MERCADO
El gobierno chileno, que durante los últimos meses
se ha alejado de sus pares latinoamericanos, ha silenciado -así
como también lo ha hecho la prensa empresarial- la creación
de una transnacional pública petrolera entre los gobiernos de Venezuela,
Brasil, Argentina y Bolivia, empresa ideada hace muchos años y
reflotada por el presidente Hugo Chávez, que operará bajo
el nombre de PetroAmérica o PetroSur. Como publicó Página
12 (Buenos Aires) el 18 de mayo, “en un mercado mundial caracterizado
por la concentración y las fusiones empresarias, con una estructura
de precios completamente oligopolizada y sujeta a decisiones extraeconómicas,
la nueva megaempresa tendría el peso suficiente como para influir
en la estrategia mundial y, adicionalmente, sentaría las bases
económicas para una verdadera integración regional que trascienda
los meros acuerdos comerciales”.
Lo realmente nuevo es el regreso del Estado al mercado en la otrora neoliberal
Latinoamérica, que no es, muy probablemente, el único motivo
por el cual ni el gobierno chileno ni los medios de comunicación
nacionales recogieron la noticia. Porque en el fondo de la idea de Chávez
está que PetroAmérica o Petrosur sea una base de integración,
desde la cual plantear un acuerdo regional que se oponga al Alca y que
genere los recursos para la creación de un gran fondo monetario
de la región. El acuerdo petrolero, que será rubricado y
oficializado en estas semanas en Caracas, evidentemente que es un paso
en la dirección opuesta a la inspiración de la economía
chilena.
Tan alejado está el gobierno chileno de la región, que ha
preferido privilegiar hipotéticos proyectos con naciones tan distantes
como Indonesia, al mismo tiempo que ha rechazado la oferta del gobierno
venezolano, inscrita en el Pacto de San José, que proponía,
tal como lo ha hecho con Argentina, intercambiar crudo por bienes
PAUL WALDER
(Revista “Punto Final” Nº 568, 28 de mayo, 2004)
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