|
Reactivación económica
La trampa de la esperanza
LOS
profesores (en la foto), empleados públicos y funcionarios de la
salud enfrentan una difícil negociación salarial con el
gobierno.
Las viejas promesas electorales se trasmutan hoy en proyecciones
económicas. El futuro ya no está delineado por un programa
político -para no decir histórico- sino está pavimentado
por el horizonte de un crecimiento económico. Es éste nuestro
porvenir, aquí radican nuestras esperanzas.
El titular de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, cuya gestión
es tan aplaudida por los círculos empresariales y financieros internacionales,
ha acuñado la expresión “de menos a más”,
frase que resume en dos certezas, y de manera tan simbólica, el
estado de las cosas. Estamos en menos, claro está, y lo que no
se pierde es la esperanza de una mayor actividad económica. Eyzaguirre
ha repetido esta máxima desde el comienzo del 2000 y no da señales
de agotamiento. Sí, en cambio, de reiteración, de redundancia,
lo que es lo mismo que el vacío discursivo, la falta de información.
Sin la intención de entrar a interpretar el sentido de las políticas
en boga, sí será menester, a lo menos, mencionarlo. La política
es la falta de política, o la ausencia de un proyecto de sociedad,
palabras que suenan cual anatema en los cónclaves liberales. Y
a falta de proyecto, buena es la economía de mercado. Este es el
proyecto de los gobiernos liberales, el que, huelga decirlo, no es un
proyecto propio. Es el del sector privado, del FMI, de los círculos
financieros mundiales, del capital globalizado.
Si este modelo no funciona, lo que queda es poco o nada, como en otros
varios países latinoamericanos. Por ello la fruición económica
como -tal vez no la única- estructura de apoyo de estos gobiernos.
La teoría del rebalse como programa social, y el crecimiento como
estrategia política y comunicacional. El crecimiento, representado
a modo de símbolo en el consumo, el mall, el supermercado y las
diversas tecnologías.
Desde hace ya un par de años la autoridad económica nos
habla de la reactivación. Desde hace unos meses nos asegura, acompañada
de los vítores empresariales, su inminente arribo. Para tales efectos,
están las señales económicas, las que apuntarían,
todas ellas, hacia la reactivación.
LAS SEÑALES
Habrá que enumerar algunas de aquellas más
relevantes señales. Están los commodities. El precio del
cobre, actualmente en un promedio anual en torno a los 77 centavos, goza
de un alza en sus proyecciones para el 2004; el precio del petróleo
-sometido a variables aún más oscuras- se ha mantenido estable,
aun cuando alto, en tanto las otras materias primas, como la celulosa
o la harina de pescado, viven también un buen momento comercial.
La otra certeza, y que es hoy el gran estímulo financiero, está
en la bolsa. El IPSA, el principal índice de la Bolsa de Comercio
de Santiago, ha logrado un aumento de más de 50 por ciento en su
valor, en lo que va del año. Sin duda un gran estimulante para
inversionistas nacionales y extranjeros y uno de los factores que explica
la fuerte caída en el precio del dólar, otra señal
esgrimida como argumento de reactivación. Si bien se trata una
vez más de capitales “golondrina”, no es ésta
la ocasión para restarle la alegría a nuestras autoridades.
Están también los resultados de las sociedades anónimas,
que ya al primer semestre gozaron de utilidades muy por encima del crecimiento
del producto chileno. Entre aquéllas del área de servicios,
orientadas al fatigado mercado interno, podemos observar a Enersis, que
aumentó sus utilidades en un 70 por ciento; Endesa hizo lo suyo
en un 31 por ciento; Telefónica (CTC-A) en 500 por ciento y Colbún
en 107 por ciento. Para el tercer trimestre los consultores empresariales
prevén cifras igual de ostentosas.
EL COMERCIO
Las otras señales de la reactivación están
sujetas a oscilaciones y estados de ánimo, según quien las
ve y las interpreta. Lo último que ofrece la industria nacional
bajo las estadísticas de la todopoderosa Sofofa es un aumento anual
-entre enero y agosto- de la producción física del 1,5 por
ciento y de sus ventas en 1,8 por ciento.
El comercio vive un síndrome similar a una montaña rusa.
Tras haber crecido a una tasa del tres por ciento en el primer semestre,
las estadísticas de septiembre sólo marcaron una expansión
de 0,4 por ciento respecto al mismo mes del 2002. Una cifra que, aun cuando
no es recesiva, echa por los suelos la certeza de una reactivación.
Para los próximos meses las dudas persisten. Cálculos de
la Cámara Nacional de Comercio apuntan hacia una desaceleración
en el consumo. Entre los argumentos está un freno en el crecimiento
de las importaciones de bienes de consumo y una expansión, muy
leve, en los salarios reales.
El sector financiero hace otro tipo de cálculos y proclama la reactivación
de la demanda interna. Junto a la campaña publicitaria masiva de
sus créditos de consumo, sus estadísticas demuestran que
en este tipo de préstamos ha habido una expansión. A septiembre,
aun cuando las colocaciones totales del sistema financiero cayeron, las
de consumo aumentaron 14 por ciento. Pese a la ampliación crediticia,
no habría un efecto directo en el comercio. Tal vez sólo
en determinados rubros, como el automotor, por cierto estimulado por los
segmentos de mayores ingresos. Ello lleva a no pocos analistas económicos
a afirmar que en esta expansión de los créditos de consumo
habría elementos dramáticos, como lo es la suscripción
de nuevos préstamos para financiar antiguas deudas.
El gremio del comercio apunta, entre otros factores, hacia el bajo crecimiento
de los salarios como freno del consumo. Y está también el
desempleo, fenómeno que pese a que no aumenta, no cede. A septiembre
pasado la tasa de desocupación nacional marcó un 9,4 por
ciento, un mínimo cambio respecto del 9,7 por ciento de septiembre
del 2002. El alto desempleo junto al clima de inestabilidad laboral lleva,
necesariamente, hacia un nuevo estado anímico de los trabajadores:
la incertidumbre respecto al futuro. Bajo esta percepción, que
impide trazar perspectivas de vida y gastos a largo plazo, el freno en
el consumo es simplemente una consecuencia del nuevo panorama laboral.
VIRTUOSO EMPRESARIADO
Está también la última palabra.
El Banco Central ha ubicado su proyección de crecimiento del producto
para el 2004 en torno a un 4,5 por ciento, cifra superior a la expansión
promedio, de 2,3 por ciento, que ha tenido el PIB durante los últimos
cinco años. Una mirada puesta en el horizonte: el año en
curso muy probablemente terminará con una expansión levemente
superior al tres por ciento.
Las expectativas están puestas en el escenario exterior, básicamente
en la economía de Estados Unidos, la que debiera mantener su actual
ciclo expansivo hasta, por lo menos, el 2005. Esta tendencia, que surge
de las políticas de la administración Bush, con bajos impuestos
y alto gasto público, es poco probable que se mantenga más
allá de las elecciones, por lo cual la economía estadounidense
entraría en una fase de bajo crecimiento y altas tasas de interés.
Existe consenso entre los analistas respecto a este diagnóstico,
por lo que el impulso de la economía mundial debería pasar
a manos de Europa. Esta es, al menos, la teoría.
Las autoridades chilenas se han embarcado en esta tesis. Sin embargo,
aquí tampoco hay certezas en el corto plazo. No está en
discusión la rentabilidad de las grandes empresas, las ganancias
bursátiles o del sector financiero, las que desde ya podemos observar;
sí habría dudas, aun con la expansión de la economía
norteamericana y la suscripción del TLC, respecto de una reactivación
y rebalse de la economía chilena: que alcance a las Pymes, al empleo,
a los salarios.
En el actual estado de cosas, es posible llegar a afirmar que hay un cisma
entre la economía, modelada por la gran empresa, y el resto de
las actividades económicas. Qué otra explicación
se puede obtener al mirar los robustos balances de las sociedades anónimas
en tiempos de escasez. Las estrategias de gestión empresarial,
avaladas por los gobiernos, dan como resultado abultadas utilidades, las
que hoy no son necesariamente un reflejo de ampliación de mercados,
sino el efecto del recorte de gastos, básicamente en mano de obra,
nuevas tecnologías y nuevos modelos de contratación, como
lo es la flexibilización laboral. Un compendio de virtudes empresariales
al que se le suma la poca o nula regulación de los mercados. Así,
la economía que se festeja arriba, en los directorios u otras cúpulas
de poder, es, más abajo, la carga económica
PAUL WALDER
Volver | Imprimir
| Enviar
por email |