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INDICADORES POLITICOS
Un episodio delictual de pedofilia, drogas y aberraciones de todo tipo,
gatilló una crisis que puede tener consecuencias graves para la
derecha. Obviamente, ella no se explica solamente por el caso Spiniak.
Hay problemas de fondo que esperaban un detonante. Lo proporcionó
la diputada de Renovación Nacional, María Pía Guzmán,
cuando hizo denuncias -sin dar nombres- que aludían a senadores
de la Alianza por Chile y de la DC. Actuó presumiblemente asqueada
por la magnitud y características de los delitos y por el riesgo
real de encubrimiento “corporativo”, por parte de redes de
protección, si no lanzaba un grito de alarma.
La UDI se dio por aludida y reaccionó con virulencia. Levantó
la tesis del complot para desprestigiarla y destruirla. Fue como una bola
de nieve. La Alianza por Chile ha estado al borde de la ruptura. Sebastián
Piñera, presidente de RN, logró un firme voto de apoyo de
la comisión política de su partido para enfrentar a la UDI.
En el origen de la pugna entre la UDI y RN se entrecruzan factores diversos.
Lo menos importante son las cuotas de poder que cada colectividad lograría
en un hipotético gobierno de Joaquín Lavín. Falta
bastante para eso, que por lo demás, no es seguro. Las verdaderas
claves se relacionan con los vínculos de la Alianza por Chile con
el empresariado y el pinochetismo. La UDI eligió mantenerse como
fuerza de reserva del pinochetismo, aunque marcando distancias, mientras
RN trata de sepultar ese pasado. Llevada por un populismo fascistizante,
la UDI se permite veleidades respecto del modelo; RN, en cambio, lo defiende
sin vacilaciones y se alinea con los sectores de punta del gran empresariado.
La UDI se cierra a las reformas constitucionales, especialmente al cambio
del sistema binominal, cosa que RN no mira con malos ojos, pues se sabe
avasallada en la Alianza.
Un sector de RN, encabezado por Sebastián Piñera, al que
la UDI quiere liquidar, desarrolla mayor apertura, visualizando un entendimiento
con la DC. Es posible que si algunos de sus dirigentes tuvieran que elegir
entre un presidente de la República UDI y uno de la Concertación,
se inclinarían por este último, siempre que fuera alguien
como Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Lo principal es la relación con las cúpulas empresariales,
que ponderan la importancia relativa de la UDI y RN a la hora de aportar
recursos para centros de investigación y estudio o financiar campañas
electorales. Esos son los poderes reales que están ahora complicados,
de alguna manera, en la crisis de la Alianza.
El modelo económico sigue siendo punto de convergencia y entendimiento.
No hay que ponerlo en riesgo, aunque no está amenazado ya que también
lo defiende la Concertación.
La crisis de la derecha ha servido para mostrar el verdadero rostro de
la UDI. Impregnados de pinochetismo, sus dirigentes no han trepidado en
inventar conspiraciones y complots en el mejor estilo de la Dina y la
CNI. Ni siquiera la cercanía que algunos de sus líderes
tuvieron con el pedófilo Paul Schäeffer y el círculo
interno de Colonia Dignidad, los ha hecho vacilar. Pablo Longueira exhibió
un talante de “führer”, que se creía borrado en
las sombras de su pasado juvenil. El sello del pinochetismo y sus servicios
de seguridad ha estado presente en el accionar de la UDI. Es el mismo
que anteriormente lució el empresario Ricardo Claro cuando presentó
la grabación de conversaciones telefónicas de Sebastián
Piñera, realizada por efectivos de inteligencia del ejército,
para destruirlo como candidato presidencial. Longueira recorre el mismo
camino. La conspiración se ha transformado en paranoia. El recurso
de la comunicación del líder con el mundo extraterreno colmó
la medida. Es cierto que Pinochet apelaba a Dios Todopoderoso y que fue,
según él, la Virgen la que lo salvó del atentado
en el Cajón del Maipo, pero no hay recuerdo de que haya revelado
públicamente comunicación directa con la divinidad o siquiera
una conversación coloquial con alguno de sus difuntos más
cercanos.
Detrás de la UDI ha estado siempre la guía del Opus Dei,
y se nota. La actuación sectaria, el secretismo y la defensa irrestricta
de los conmilitones es una de las principales características de
la Prelatura fundada por Escrivá de Balaguer.
La actuación de la UDI le traerá más problemas que
ventajas. A estas alturas algunos empresarios se preguntan si se puede
confiar en un partido que no oculta su vena fascistoide cuando situaciones
críticas lo llevan a la exasperación, y cuyos dirigentes
recurren a argumentos propios del mundo astral.
Por su parte, la Concertación se limita a contemplar la tremolina
que agobia a la derecha. Disimula una sonrisa de satisfacción y
hasta se permite hacer llamados a mantener el caso Spiniak y sus abominables
entretelones en los marcos del proceso penal, para que no salpique a la
“clase política”.
La Concertación, sin embargo, tampoco las tiene todas consigo.
El deterioro de su adversario electoral no necesariamente la fortalece;
aumenta el número de desencantados de la política y continúa
la deslegitimación de las instituciones y poderes del Estado. La
“clase política” acumula críticas y rechazo
colectivo. Más del 60 por ciento de los consultados en una encuesta
declaró que no estaba dispuesto a creer que no hubo políticos
o empresarios involucrados en el caso Spiniak, aunque el proceso judicial
no determine culpables.
Por otra parte, un posible deterioro significativo de la derecha tampoco
tiene que reflejarse necesariamente en una baja importante en el apoyo
a la candidatura presidencial de Lavín. Como en el caso del presidente
Lagos respecto de la Concertación, Joaquín Lavín
es más que la derecha militante y actuante. Con habilidad mantiene
distancia de los “políticos” y levanta una imagen constructiva,
alejada de choques y enfrentamientos. Tampoco la reactivación económica
debe tranquilizar a la Concertación. La economía chilena
es demasiado dependiente del ciclo internacional y de las incertidumbres
de la economía norteamericana, condicionada por la política
de dominio mundial que impulsa el presidente George W. Bush.
Los problemas de fondo que la Concertación debe enfrentar si quiere
derrotar en forma contundente a la derecha, tienen que ver directamente
con el modelo y con la posibilidad de un vuelco que permita vencer la
inequidad que se expresa en todos los ámbitos. Chile es hoy más
desigual que antes. La justicia, la educación, la salud, la vivienda,
la utilización del tiempo libre se dan en versiones para pobres
y para ricos, de creciente desigualdad. Se acentúa la polarización
social: un sector cada día más pequeño se hace más
rico, disfruta de comodidades y agrados inimaginables para el ciudadano
común y perpetúa su dominio sobre la sociedad.
La inmensa mayoría de la población sufre la dureza de la
vida, jornadas de trabajo extenuantes o cesantías prolongadas,
abusos y explotación. Soporta la insensibilidad y corrupción
de las autoridades y abomina de la “clase política”.
El camino de salida para la Concertación, y para la Izquierda,
es claro: abordar los problemas de fondo, construir una verdadera democracia,
terminar con las desigualdades que nos destruyen como nación.
Pero esto requiere de una visión y voluntad que están lejos
del comportamiento de la Concertación. Los proyectos de flexibilización
laboral y derechos humanos, por ejemplo, aunque demorados por las diferencias
que suscitan, confirman un curso de acción política que
no contempla modificaciones. El proyecto laboral busca completar las adecuaciones
que exige el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos -y mañana
con el Alca-. En el área de los derechos humanos se satisfacen
las condiciones que bajo cuerda imponen las Fuerzas Armadas.
Los anticuerpos que provocan las actitudes paranoicas de la UDI, a falta
de una Izquierda ágil e imaginativa dentro y fuera de la Concertación,
conducirán más bien a un reforzamiento global de la centro-derecha.
Lavín hará esfuerzos por seguir representándola.
Pero la UDI es una mochila demasiado pesada. En estas condiciones, retoma
fuerza la posición más conservadora dentro de la propia
Concertación, representada por la DC bajo la conducción
del senador Adolfo Zaldívar. La candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle
se convertirá en una necesidad de supervivencia para el conglomerado.
El perfil político del ex presidente, de comprobada lealtad con
el empresariado, aparece como la carta más conveniente para intentar
romper a la trizada Alianza por Chile. Los llamados “poderes fácticos”
-empresariado, FF.AA., Iglesia, consorcios mediáticos- arriesgan
demasiado con un gobierno populista y errático de Lavín,
que liberaría importantes fuerzas opositoras.
Estas son algunas consecuencias de la trifulca en la derecha. La iracundia
de la UDI puede sepultar sus pretensiones de gobierno. Los medios afines
intentan diluir la situación. Pero será muy difícil
restablecer las condiciones, favorables para la UDI, que existían
hasta el momento en que la diputada Guzmán abrió la boca.
Sus disculpas públicas, a casi un mes de detonar el escándalo,
sólo empeoraron las cosas. Se limitó a reconocer que pudo
“haber actuado con mayor prudencia y cautela frente a los medios
de comunicación social” y reiteró que “jamás
di ningún nombre y me los he guardado hasta el día de hoy”.
Sus palabras enconaron aún más a la UDI. La alianza derechista
ha entrado en una fase de descomposición evidente
PF
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