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El shock y la impunidad
Autor: Ricardo Candia Cares
Pocas cosas como la impunidad, esa cultura de dejar sin castigo aquello que por justicia lo amerita, cuando no por ética.
Inaugurada hace veinte años por Patricio Aylwin, ese demócrata en la medida de lo posible, la impunidad ha venido siendo el sustrato en el cual se crían los mandamases y sus aprendices. La falta de sanción para quien la merece ha enfermado al país de un síndrome que se caracteriza por la falta de advertencia sobre aquello que le afecta, ofende o agrede. De esa manera, los verdaderos responsables de los horrores que ocurrieron en este país hace años quedaron sin sanción. Sólo fueron castigados sicarios y mandos menores, dejando en la más absoluta impunidad a quienes planearon y dirigieron los crímenes de lesa humanidad.
Ya no llama la atención que día a día en los noticieros de la televisión y en las páginas de los diarios aparezcan personajes que durante la dictadura fueron funcionarios de alto nivel, ejecutores, cómplices, encubridores de cuanto crimen se cometió en esos aciagos diecisiete años. Como si nada.
La doctrina impuesta desde el primer gobierno de la Concertación sirvió para lo que vendría después. En adelante, las promesas de los sucesivos gobiernos que no fueron cumplidas, no tuvieron el castigo que el sentido común reserva a los que mienten o engañan.
Cada chileno debe recordar las incursiones al territorio mapuche con su secuela de muerte, tortura, malos tratos, prisión y desprecio. Lo que en cualquier parte del mundo es una práctica genocida, aquí son escaramuzas que no ameritan ni siquiera una sanción moral. Las autoridades, los comisarios y sheriffs que dirigieron la represión a los “indios”, no sólo quedaron impunes, sino que más de alguno fue premiado con un suculento escaño parlamentario.
Del mismo modo quedó sin sanción el saqueo mayúsculo de que fue objeto el Estado. Perdidos en las piruetas legales, los innumerables juicios que apuntaban a personajes de la Concertación por robos en las arcas fiscales, se diluyeron hasta quedar sumidos en la amnesia que lo cura todo. Las insistencias de algunos jueces duraron lo que dura una flor y un manto de niebla y silencio cayó sobre EFE, MOP, Gate, Transantiago, Enap, Chile Deportes, Copeva…
Impunes quedan las puertas giratorias que permiten a ciertos personajes, siempre los mismos, fichar por el Estado después de dejar la empresa privada, para volver por esos rumbos no bien se han hecho expertos en los respectivos giros. La reconversión del ex comandante en jefe del ejército, transfigurado por el milagro del poder en subsecretario no bien se sacó la guerrera, es el último ejemplo.
Sebastián Piñera afirmó que vendería LAN antes de asumir como presidente y que Chilevisión sería traspasada a una fundación en el mismo plazo. La ley dice que los funcionarios públicos y los parlamentarios deben hacer declaración de sus intereses y patrimonio. Que nadie cumpla cabalmente con estas obligaciones, da exactamente lo mismo. No hay sanción.
¿Qué le ha sucedido a los que han dirigido por años la CUT sin que hayan hecho nada por frenar la embestida patronal que viene dejando sin derechos a los tontos que viven de su trabajo? Nada.
¿Qué explicación se ha conocido por la muerte a tiros de los siete reos que huían del terremoto y de la cárcel aquel cercano 27 de febrero, tres de los cuales estaban en calidad de imputados? Ninguna. Esta tragedia no ameritó ser noticia en ningún medio.
La prensa informa de la escandalosa cantidad de niños delincuentes que operan en la ciudad. Las acusaciones van y vienen, a la siga de los que tienen responsabilidad en esta tragedia. A lo sumo, en un arranque autocrítico encomiable, no falta el que atina a afirmar que todos somos culpables, sabiendo que eso es lo mismo que decir nadie.
Por estos días se han escuchado algunos susurros concertacionistas con rasgos de autocrítica. Ocultos bajo el follaje tupido de la soberbia, han sonado tímidos, inconclusos. Poca cosa. No van a pasar de ser un ejercicio necesario para hacer cuentas internas y desarrollar operaciones de inteligencia.
La periodista Naomi Klein propone una tesis aterradora: la “doctrina del shock”, que en términos generales, significa que los individuos y las sociedades quedan en un estado de gran vulnerabilidad ante los desastres naturales o los golpes militares. En casos de gran conmoción, las personas y las sociedades generan una gran vulnerabilidad y debilitamiento de su voluntad, quedando proclives a la voluntad de quien o quienes se levanten con mayor fuerza y decisión señalándoles un camino. No importa cual.
Es cuando penetra el neoliberalismo, el autoritarismo, la mentira, y la impunidad.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 708, 30 de abril, 2010)
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