Punto Final, Nº 890 – Desde el 8 hasta el 21 de diciembre de 2017.
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El catalejo de Nelson Villagra



Nelson Villagra Garrido (Chillán, 1937), actor que protagonizara la película El Chacal de Nahueltoro, fue considerado como el mejor actor nacional del siglo XX. Villagra está radicado en Montreal, Canadá. Su extensa carrera cinematográfica comenzó en 1967 con el filme Regreso al silencio, dando inicio a exitosas participaciones en obras de teatro y series de televisión. Cuando se van a cumplir cincuenta años de su película más emblemática, y más de sesenta de su actividad artística, Punto Final conversó con él.

En su carrera ha trabajado dentro y fuera de Chile, ¿cuál es el balance?
“Comencé mi vida artística en Chillán cuando tenía 13 años, y considerando que mis maestros, Ciro Vargas Mellado y Enrique Gajardo Velásquez (hoy fallecidos y ambos Premio Municipal de Arte), me entregaron sólidos conocimientos éticos, artísticos y culturales, puedo decir que he cumplido 67 años de labor artística. Y mi balance es que nunca me propuse hacer de mi actividad artística una carrera. Supongo que fue un error, y una cierta ingratitud con lo que me fue dado por naturaleza: siempre fui solicitado para trabajar, no tuve que golpear puertas. Quizás eso ha jugado en mi contra. Ahora bien, tal como enfrenté mi actividad como actor, siento que mi profesión me enriqueció muchísimo espiritualmente. La ficción artística es un trabajo que en definitiva se construye y realiza más allá de la razón. Y el hecho de haber trabajado en diferentes geografías físicas y humanas me permitió conservar una visión autocrítica y crítica que me ha defendido de frustraciones radicales de diversa índole”.

Entre 2001 y 2012 participó en teleseries chilenas. ¿Ha pensado volver a integrarse a alguna de ellas?
“No tengo nada en contra del género teleseries, mientras tenga la prerrogativa de elegir. Aunque digo sinceramente que su calidad en Chile no siempre es aceptable. De manera que si aspiras a un contrato en TV por dos o tres años, corres el riesgo de trabajar en alguna teleserie de mala calidad. He sido espectador de algunas que sólo contribuyen a la subcultura de la idiotez. Otras, no obstante, han alcanzado un nivel sorprendente. Un contrato más o menos estable en TV no te permite elegir. Y sin embargo es el trabajo en teleseries lo que te permite vivir holgadamente. Comprobado esto personalmente entre 1997-2003, decidí volver a Montreal, preservando mi derecho a elegir. Con el dinero ahorrado logramos comprar una amable casita y en ella vivimos felices con mi mujer, rodeados de queridos familiares. No vivimos holgadamente como en Chile, sino ‘organizadamente’, pero protegiendo mi concepto del sentido cultural que le atribuyo a mi profesión. Es cierto que mi regreso a Montreal tiene otras complejidades además de lo dicho, complejidades que han criticado numerosos sectores en Chile. Sin embargo por razones de trabajo he estado regresando al país intermitentemente entre 2004-2012”.

En 1973 partió al exilio, a Cuba, donde hizo cine, ¿cómo fue esa experiencia?
“Entre 1975 y 1986 el cine en Cuba había madurado suficientemente como para provocar admiración del espectador internacional. Pero lo más importante: el cine de Cuba le gustaba al espectador cubano de esos años (desconozco sus resultados actuales), se sentía identificado con la ficción cinematográfica. Claro, es cierto que ese interés estaba estimulado además por un activo movimiento cultural-artístico que se desarrollaba en toda la isla. Y como dicen que dijo Máximo Gómez -patriota de la guerra de Independencia-: “Si los cubanos fueran transparentes comerían fideos de oro”. Es decir, al cubano le gustaba su ser, y le gustaba su revolución. La gran mayoría de cubanos estaban orgullosos de su revolución, de sus líderes. En un ambiente como ése era una delicia trabajar con los directores, actores y técnicos cubanos. Tenían talento pa’ regalar, chico”.

¿Sigue creyendo en el artista comprometido? Muchos se arrepienten de su pasado militante.
“No niego que de vez en cuando me pongo a cantar ‘Cambalache’, no sólo pensando en Chile. En todo caso, detrás nuestro hay muchos muertos y demasiados desaparecidos. Siempre he estado abierto a recibir la crítica de haberme equivocado tácticamente, junto a muchos (al respecto tengo algunas autocríticas heréticas que no viene al caso mencionar). Actualmente me permito dudar que quizás el socialismo, en su versión ortodoxa, no haya sido ni sea la solución. Reflexión que no requiere lucidez visto que del ‘campo socialista’ hoy no queda ni la sombra. Y lo que resta, busca descentralizar su economía organizadamente. Así es que me permito dudar. Sin embargo en lo que no tengo dudas es en que el capitalismo tampoco ha sido ni es la solución. Y obvia y humildemente, admito que serán otros, otra generación, la que buscará quizás no la solución perfecta sino tal vez la imperfección equitativa”.

ALEJANDRO LAVQUEN

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 890, 8 de Diciembre 2017).


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