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La valentía de inspirar
Vivimos en un mundo competitivo, donde el jardín del vecino pareciera el parámetro a vencer, donde el modelo neoliberal nos arrastra a entender al éxito como una meta tangible, reflejada en números, cuentas abultadas o logros materiales. Aquél que más tiene, es ejemplo de superación. Es una mirada retorcida y extraviada acerca del triunfo personal, ese que muchas veces llega tarde por simple torpeza en la identificación de la felicidad que vendrá a darle sentido real a la vida.
Es una realidad innegable, tanto así que se refleja en los medios de comunicación. Por eso, en medio de esta vorágine televisiva de cosechar audiencias con elementos facilistas o puestas en pantalla de vidas ajenas -que el común de los espectadores suele ver como desde un piso superior-, hay instancias que aparecen como naufragando en la oferta. No obstante, encarnan una mirada altruista positiva, que entrega herramientas poco usuales en la TV chilena. Un ejemplo indesmentible es la serie de charlas que Chilevisión y CNN Chile lanzan a su parrilla nocturna con el nombre de “Inspiradores, querer es poder”, un ciclo experimental que se convierte, por lejos, en uno de los fenómenos televisivos más dignos de aplauso y elogio transversal del último tiempo.
De alguna forma, el espacio basado en el éxito de los seminarios TED por todo el mundo -la sigla engloba a exitosos expositores en área de tecnología, emprendimiento y diseño- mutó en un cúmulo de historias contadas en primera persona, donde el televidente advierte como espectador privilegiado cuál es la manera de identificar una meta específica. Y a partir de allí, de qué manera convertir esa lucha individual en una fuerza de vida, en ejemplo absoluto de trabajo, mente y corazón y por lo mismo, como una forma de triunfo personal. Por más repetitivo que parezca, una de las grandes carencias de nuestra sociedad actual es poner de manifiesto la comodidad enferma de una masa complaciente que se pasa la vida siendo parte del sistema. Cuando cambiarlo, muchas veces requiere solo la suma de voluntades.
Y el tránsito de historias va desde lo conmovedor a lo edificante. Entender por qué James Hamilton decidió luchar por sí solo contra el abuso de sacerdotes católicos -al punto de poner a la Iglesia chilena contra la pared y con el dedo acusatorio general- puede parecer cualquier cosa menos una causa que lleve a arriesgarlo todo. Conocer el testimonio desgarrador del maratonista Duilio de Lapeyra, el corredor de maratones que por ayudar a la Teletón vio como un conductor ebrio mató a todos sus compañeros de causa en plena carretera, que lo dejó casi inválido pero le dio un sentido de lucha y desafío de la noche a la mañana que desembocó, por ejemplo, en la aplicación de la Ley Emilia, que vino a cambiar las conductas de todos los chilenos arriba de un automóvil.
Cómo conquistar la cumbre del Everest -con un relato lleno de analogías y enseñanzas a cargo de Claudio Lucero, jefe de expedición del enorme logro deportivo nacional-, en base al trabajo en equipo y el desprenderse de los egos personales; la loable causa de la sicóloga y activista Nerea de Ugarte, quien fundó el Movimiento la Rebelión del Cuerpo para ayudar a las mujeres a combatir los estereotipos establecidos de belleza que carcomían la autoestima de sus pacientes femeninas o, el revelador caso de Carolina del Real, quien expone los complejos y barreras que se deben enfrentar al contraer el virus del VIH, son auténticas lecciones de vida de personas que, lejos de pertenecer a sectores privilegiados encontraron en una causa personal un camino para dar con un verdadero motor de lucha, uno que a poco andar encontró adeptos y compañeros de ruta que rompieron el prejuicio para izar verdaderas banderas de lucha.
Que el común de los ciudadanos tenga acceso a relatos tan hermosos y fascinantes en su sola inspiración hace del programa un caudal de estímulos. Porque muchos entenderán que muchas veces la fórmula del éxito está ahí, al lado, esperando ser descubierta y explotada al máximo. Entender que no hay más límites que los propios es sin duda un motor de evolución. Y allí, “Inspiradores” no es más que un cúmulo de historias abrazables para entender que el límite casi siempre se hizo para ser sobrepasado. Es cuestión de querer hacerlo, se trata nada más que de atreverse a salir de aquel estado de confort que nos quieren imponer los demás.
Ricardo Pinto
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 890, 8 de Diciembre 2017).
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