Punto Final, Nº 860 – Desde el 16 hasta el 29 de septiembre de 2016.
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¿Pensiones en la medida de lo factible?


“Me gusta el sistema de reparto, pero no sé si es factible”, dice sereno y confiado el diputado Guillermo Teillier.
Se ha transformado en algo común que la gente indignada le eche pelos a la sopa llamada Nueva Mayoría. Fusionada de la manera más precaria solo por la necesidad de sobrevivir en las justas electorales, su programa ya es historia en ese matrimonio mal avenido. Parece refulgir un caso de violencia intrafamiliar, agudizado por la obligación de decir algo cuando la gente manifiesta su ira.
Y por más que el PC intente abuenarse mediante despachos comunicacionales como el que encabeza esta nota, algunos insisten en culparlo del derrumbe estruendoso del segundo innecesario, nonato y fracasado gobierno de Michelle Bachelet. El ex ministro del Interior, Jorge Burgos, cuyo anticomunismo genético y militante culpa al PC del fracaso de Michelle Bachelet, es un ejemplo irritantemente vivo.
Algo peor ocurre con el delirante ex ministro pinochetista José Piñera, quien debería estar purgando una aleccionadora condena por sus responsabilidades en la dictadura. En un ataque de senilidad extrema acusa al PC y al FPMR de estar detrás de las más grandes marchas de los últimos decenios, las que interpretan el malestar de la gente con el cogoteo cotidiano de las AFP.
El PC, muy lejos de ser el impulsor de esa pelea, ha llegado tarde. Y ha debido meterse a la cola del desfile. Y del FMPR, para qué decir. Los ex combatientes hoy dan sus batallas en el Servicio Electoral.
Hemos dicho y así ha sido, que el Partido Comunista sería el más enconado defensor del programa de la Nueva Mayoría, su última frontera, y los que irían a su entierro. Cuando muchos aparecen huyendo como ratas del barco que se hunde, a bordo del cual han hecho sus fortunas, el PC sigue insobornable al pie del cañón programático, aunque ya no valga ni el papel couché en el cual fue impreso.
Por eso a nadie debe alterar lo que el presidente del PC, el diputado Teillier, diga ahora respecto del sistema de pensiones que maltrata a millones de pensionados que reciben una miseria luego de más de cuarenta años de precario trabajo. Que diga que un sistema de reparto no se vea tan factible, quizás sea por influencia de los medios del duopolio, pero en ese aserto del diputado se desprende una falta extrema de información. Las cifras varían pero dicho sistema está vigente, con sus respectivas especificidades, en el noventa por ciento de los países capitalistas y que se sepa ninguno ha caído en ninguna crisis terminal por ese hecho.
Quienes están detrás del movimiento No+AFP han demostrado que no solo es factible sino que del todo necesario, por cuanto el sistema vigente va directo a desbarrancarse y no responde a su naturaleza, que es dar pensiones justas y, por sobre todo, porque un sistema que se basa en el reparto tiene un sentido solidario que está en la esencia de lo humano.
Pero en los dichos del diputado hay algo más que una simple reflexión sobre la factibilidad económica. Hay una abdicación ante una responsabilidad que debería estar en la genética revolucionaria de pelear por los derechos de los explotados, sin prever su factibilidad. De ser así, más vale quedarse en la casa regando los geranios.
Se pueden asumir responsabilidades de gobierno por las razones que sean, pero no se puede a costa de abandonar la propia naturaleza. La factibilidad de aquello que es necesario reivindicar para las clases explotadas no la dan las leyes de la burguesía, ni la represión, ni las condiciones en que se debe dar esa pelea. La da la fe en la capacidad de lucha del pueblo. En la decisión de pelear siempre. En las insobornables ideas revolucionarias. Y hoy se nos dice que estamos frente a la posibilidad de luchar solo si hay factibilidad de triunfar.
Habrá que decir que la gracia de la Izquierda es precisamente esa: luchar contra aquello que ha sido impuesto por la cultura explotadora como invariable, imposible, dado por un orden natural de una vez y para siempre. Los avances en los derechos de los trabajadores han sido siempre poco factibles, si se miran desde el egoísmo de los patrones.
Si el triunfo de la revolución fuera un hecho predecible, el proceso sería hasta aburrido. Ahora tal parece que la utopía ya no es aquello que invita a caminar, sino una gift card para una silla de playa en el mall más cercano.

Ricardo Candia Cares

(Publicado en  “Punto Final”, edición Nº 860, 16 de septiembre 2016).

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