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El ejemplo de Balmes
¿…qué será de los intelectuales y los artistas?
¿Dónde estarán los escritores, los galardonados y los otros, los Premios Nacionales y los eternos postulantes, los ganadores de becas y los de la cola para los fondos concursables?
¿Qué se han hecho los filósofos justo ahora cuando las ideas, materia prima de esos pensadores, están moviéndose como pocas veces en la historia y sería momento propicio para aventurar hipótesis, impulsar reflexiones, desenmascarar falsas profecías y sus respectivos falsos profetas?
¿Dónde estarán los músicos que llenan las salas de concierto con sus magníficas composiciones y músicas de vanguardia que generan tanta emoción y encanto?
¿Esos que de tanto cantar para el pueblo se fueron alejando de él?
¿Qué se hicieron los artistas plásticos y sus obras agudas y desafiantes, sus pinceladas que acusan y denuncian y ofrecen?
¿Es que acaso los actores de hoy no son lo que fueron cuando picaba no solo la jaiba sino la más descarnada represión y solo esperan el contrato abundante que no deja espacio para compromisos más terrenales y duros?
En otros tiempos, mucho más peligrosos que éste, voces y artes se ponían a disposición de eso que vibraba en el pueblo, en sus luchas, en sus derrotas y en sus victorias. Enrostraban en clave poética el curso que tomaba la historia, ocupaban con derecho bien ganado los retablos desde donde dirigentes perseguidos, apaleados, denostados y mal vestidos, atizaban las iras que se merecen los poderosos de siempre. Golpeaban con sus cinceles, pinceles, personajes, lápices, partituras y reflexiones a esos que persiguen siempre, que castigan a los criminales, a los mentirosos, a los tiranos y sus aprendices. Sus lugares naturales eran la barricada incendiada, la población castigada, el retablo respondón y rebelde, la calle indomable.
¿Dónde estarán ahora?
Hoy no es muy común verlos, salvo claro está aquellos que nunca dejaron de hacer lo que debían: vivir de acuerdo a sus principios y valores. Y que están en donde los necesitan. Todos sabemos quiénes son. Lo poco numerosos pero tremendamente valiosos que son.
Sin ellos lo poco que se hace sería menos aún. Y más triste.
Sospecho que sería necesario que los escritores, por decir algo, redactaran una inflamada carta que denuncie en clave de prosa poética, reverberante, aguda, directa y con un trascendente sentido de lo histórico, los efectos nocivos para la cultura que ha prohijado con ese afán tan suyo el neoliberalismo extremo. Y que digan lo que debiera ser, un manifiesto que acuse y proponga luchas.
Del mismo modo los demás artistas e intelectuales, que parecen haber optado por la comodidad muelle de la observación a distancia de lo que ocurre con, o más bien en contra de los estudiantes, los mapuches, los pescadores, los choferes, los mineros, los pescadores, los pensionados, los universitarios, los profesores, y no dicen esta boca es mía.
Hoy nos golpea duro un hecho de cosa mayor. La muerte de José Balmes. Artista múltiple y doble exiliado, fue un producto de la derrota de la revolución española y la educación pública chilena, activo colaborador del gobierno de la Unidad Popular y un activo enemigo de la tiranía. Y un colaborador con las causas de los más desposeídos cuando la cosa era dura.
Y José Balmes sí estuvo donde debió estar en tanto artista con un compromiso que iba más allá de su obra o por ella misma.
En José Balmes su obra no estaba mediada por el dinero ni el poder. Siempre fue posible encontrarlo en la trinchera de las causas más nobles de la Humanidad y sin cobrar un peso por sus aportes. No es posible separar su causa de su obra. Ambas gritan a dos voces desde sus lienzos y trazos.
En este país en que están pasando hace tiempo cosas muy graves, personas como José Balmes reivindicaban el ser humano en todo el esplendor de la palabra. Fue y será un artista comprometido con su tiempo, sus dolores y sus luchas. Un verdadero ejemplo para quienes aspiran a ser verdaderos artistas, que si no están vinculados de verdad con el pueblo, sus dolores, sus luchas y esperanza, no pasan de ser personas con muchas gracias y aptitudes que ofrecen puntualmente en el mercado.
RICARDO CANDIA
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 859, 2 de septiembre 2016).
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