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Las armas del pueblo unido
Llama poderosa y gratamente la atención la iniciativa de varias organizaciones sociales de Valparaíso, incluidos algunos partidos, que se despliega en el Pacto Urbano La Matriz, en el que estas organizaciones acordaron realizar primarias ciudadanas para presentar un candidato único a la alcaldía de Valparaíso en las próximas elecciones municipales de 2016, así como también una lista única de postulantes al Concejo Municipal.
Hasta aquí, esta es quizás la mejor expresión de lo que se requiere: transformar la fuerza social en fuerza política.
Se trata de levantar un movimiento de tal envergadura, que con apego a las opciones de candidaturas de formato independiente y/o afirmadas en las organizaciones sociales, incluso en partidos legales ya existentes que quieran plegarse, inicie una oleada que no sólo haga tambalear en sus sitiales a los que han jugado con la esperanza de la gente y se han burlado de sus necesidades, sino que ofrezca una esperanza de lucha al pueblo.
Resulta una paradoja que la Izquierda sea tan apegada a la formalidades, a la racionalidad de los sistemas y a las leyes mientras que su arte y su cultura, sus artistas y cultores, aún andan por ahí en lo que podría llamarse el sustrato de una forma de ser zurdo y aparezcan mucho más desenfadados, informales, díscolos, audaces, arriesgados y vanguardistas.
Varias iniciativas para fundar partidos políticos asoman en el pulverizado horizonte utópico de la Izquierda. No sólo por la mala experiencia de más de un cuarto de siglo, sino porque en vez de ampliar miradas, alianzas estratégicas y tácticas, un partido necesariamente encapsula, limita, encierra y condiciona, tal como lo ha demostrado la aparición/desaparición/aparición de otros partidos de gente tan luchadora y decidida como los que hoy hacen su intento por entrar a las ligas mayores.
Así, más valiera hacer uso de las herramientas creadas por la experiencia vivida en diecisiete años de dictadura y un cuarto de siglo en esta democracia trasminada de pinochetismo, y que, en el mejor de los casos, debería haber perfeccionado en la Izquierda una insobornable decisión, una lucidez a prueba de artilugios y consignas desgastadas, un agudo pesimismo de la inteligencia y un esclarecedor optimismo de la voluntad, como dicen que dijo Antonio Gramsci.
Un movimiento liderado por estudiantes, trabajadores y pobladores organizados y no cooptados, extendido en todo Chile e integrado por todos los movimientos que asuman elegir por votaciones diversas y populares a sus mejores candidatos a lo que sea, en donde la gente y sus organizaciones respalden a sus mejores dirigentes o representantes que luego sean elegidos en verdaderas consultas populares disponiendo las mayores movilizaciones posibles en una campaña electoral que dure más que cualquiera y más que cualquiera se nutra de la misma gente, con los estudiantes, pobladores, trabajadores, artistas trabajando día a día en el convencimiento de persona a persona de la necesidad de deshacerse de la mafia que ha gobernado el país por mucho más de un cuarto de siglo, sería otra cosa.
Una plataforma democrática mínima que se proponga la democratización y saneamiento real del país, sería suficiente.
Sobraría con utilizar la capacidad, la inteligencia, la decisión y la habilidad, para transformar la bronca nacida del abuso, del cansancio de tantos años de explotación, y esa sensación de estafa que se ve reforzada en los últimos robos y marullos con dineros del Estado, transacciones ilegítimas por los controladores del sistema, abusos de las relaciones endogámicas de todos los poderes.
Un país saneado de esas prácticas tan anidadas en los poderosos y prepotentes ya tiene rasgos de país revolucionario. Y para alcanzar esas alturas no hace falta enredarse en limitantes legales ni ilusionarse por la opción de los resquicios electorales. De frente, desordenados, alegres y decididos, y con una sola consigna, será suficiente.
Ricardo Candia Cares
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 842, 3 de diciembre, 2015)
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