Punto Final, Nº825 – Desde el 3 hasta el 16 de abril de 2015.
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Acto Miguel Enríquez

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Transiciones turbulentas en América Latina


EL presidente Evo Morales encabeza una revolución en Bolivia.

 

Al dirigirse a la quinta reunión anual del Foro Social Mundial -30 de enero de 2005-, el presidente venezolano Hugo Chávez declaró: “Es necesario trascender el capitalismo (…) a través del socialismo, el verdadero socialismo con igualdad y justicia”. Oí al presidente Chávez continuar diciendo: “Tenemos que reinventar el socialismo. No puede ser la clase de socialismo que vimos en la Unión Soviética, sino que surgirá a medida que desarrollemos nuevos sistemas que se fundamenten en la cooperación, no en la competencia”. Esto marcó lo que muchos refieren como el inicio del “socialismo del siglo XXI”.
Cuatro años más tarde, en la reunión de 2009 del Foro Social en Belém, Brasil, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, al señalar que el mundo estaba en medio de una calamidad económica, declaró: “Saquemos ventaja de esta crisis, de esta debilidad actual del capitalismo y aprovechemos la oportunidad para crear algo nuevo y mejor -un socialismo del siglo XXI”. Con Chávez y el presidente Evo Morales, de Bolivia, a su lado, Correa declaró que el nuevo socialismo, a diferencia del “socialismo tradicional”, impulsaría la justicia de género y la igualdad étnica y defendería “la vida y el valor social de los ecosistemas como la selva amazónica”. Morales dijo a los presentes: “El mundo está siendo sacudido por muchas crisis: de finanzas, clima, comida, y de las instituciones. Pero todas estas crisis son parte de una gran crisis que vive el sistema capitalista. Si nosotros, los pueblos del mundo, no somos capaces de enterrar el capitalismo, entonces el capitalismo enterrará nuestro planeta (…) Esta crisis nos presenta una gran oportunidad para construir un mundo diferente, siempre y cuando estemos dispuestos a emplear un modelo alternativo”.
Algo nuevo está en marcha en América Latina. La hegemonía de Estados Unidos está debilitándose, mientras un nuevo orden lucha por nacer. Tal como declaró el vicepresidente boliviano Alvaro García Linera a mediados de 2011: “El continente puede estar viviendo su momento más progresista -y hasta cierto punto su momento más revolucionario- de los últimos cincuenta años”. Estamos presenciando “el surgimiento de gobiernos revolucionarios progresistas de Izquierda en el continente, pero que no son gobiernos necesariamente socialistas”.
Ninguno de los nuevos gobiernos de Izquierda ha tomado posesión del cargo como resultado de levantamientos revolucionarios, como los ocurridos en Cuba en 1959 y Nicaragua en 1979. Elegidos a través de las urnas, ellos controlan sólo una parte del poder del Estado. Los militares no fueron derrotados o reconstituidos, y ninguna de las plataformas electorales pidió un asalto frontal contra el reino del capital. También vemos que la Izquierda contemporánea en América Latina es renuente a pedir una economía socialista basada en la propiedad pública de los medios de producción, dado el fracaso del modelo soviético.
Sin embargo la búsqueda de una utopía socialista persiste en América Latina, a diferencia de cualquier otra región del mundo. La decadencia del imperio estadounidense, la erupción de movimientos sociales anti-neoliberales, el ascenso de los nuevos gobiernos de Izquierda y la creciente integración de la región en sus propios términos, han creado un espacio para el rejuvenecimiento del socialismo después de los dramáticos reveses del último siglo.

TEORIAS DEL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
Sobre la base de los debates de amplio alcance del socialismo del siglo XXI que están ocurriendo en el hemisferio, la teórica política Marta Harnecker, quien se desempeñó como consejera informal de Hugo Chávez, describe cinco componentes claves de lo que constituye el socialismo. En primer lugar, el socialismo es “el desarrollo de los seres humanos”, lo que significa que la “búsqueda del beneficio” debe ser reemplazada por “una lógica del humanismo y la solidaridad, orientada a satisfacer las necesidades humanas”. En segundo lugar, el socialismo “respeta la naturaleza y se opone al consumismo -nuestra meta no debería ser vivir ‘mejor’ sino vivir ‘bien’, como declaran las culturas indígenas andinas”-. En tercer lugar, tomando prestado del profesor radical de economía Michael Lebowitz, Harnecker dice que el socialismo establece la nueva “dialéctica de producción/distribución/consumo, basada en: a) la propiedad social de los medios de producción, y b) la producción social organizada por los trabajadores con la finalidad de c) satisfacer necesidades comunales”. En cuarto lugar, “el socialismo está guiado por un nuevo concepto de eficiencia que respeta la naturaleza y busca el desarrollo humano”. En quinto lugar, hay una necesidad del “uso racional de los recursos humanos y naturales disponibles, gracias a un proceso de planificación participativa descentralizada”, que es lo contrario de la planificación burocrática soviética hipercentralizada.

EL SOCIALISMO HISTORICO EN AMERICA LATINA
Las profundas raíces históricas del socialismo en América ayudan a explicar su vitalidad y porqué no se puede suprimir. El socialismo apareció por primera vez en las primeras décadas del siglo XX con la formación de los partidos socialistas y comunistas en todo el hemisferio. Al proporcionar liderazgo a los sindicatos y participar en coaliciones y gobiernos de frente popular, estos partidos fueron los más afectados por la intervención estadounidense en la era post segunda guerra mundial, particularmente en Centroamérica y el Caribe.
El paisaje ideológico de Latinoamérica se transformó para siempre con el establecimiento de una sociedad socialista en Cuba. Para el próximo medio siglo, el socialismo, con todos sus altibajos, estaría en el centro de los debates políticos y las discusiones de estrategias para transformar las sociedades. La revolución cubana también desencadenó una serie de movimientos guerrilleros comprometidos con la lucha antiimperialista y el socialismo, que se extendieron desde Bolivia y Perú, en el sur, hasta Venezuela, Guatemala y la República Dominicana, en el norte. La derrota del Che Guevara en 1967 bloqueó temporalmente la estrategia de utilizar la lucha armada en el campo para tomar el poder.
Los chilenos intentaron un enfoque diferente. Creyendo que las elecciones y las instituciones democráticas formales podían ser usadas para avanzar en el socialismo, el gobierno de la Unidad Popular encabezado por el presidente Salvador Allende (1970-1973) comenzó a implementar un programa socialista que pedía nacionalizar las minas de cobre del país y expropiar las grandes empresas manufactureras. Pero tomar el control del “alto comando” de la economía y sólo la rama ejecutiva del aparato del Estado no era suficiente para avanzar en el socialismo. El ejército, apoyado por la burguesía chilena y Estados Unidos, dio un golpe que derrocó a la única democracia socialista elegida en el mundo. Para erradicar el socialismo chileno profundamente arraigado, la represión fue severa y sangrienta. La clase dominante, durante el gobierno del dictador Augusto Pinochet, llevó a cabo una campaña despiadada contra las clases populares y las organizaciones políticas de Izquierda en un esfuerzo por purgar de la conciencia popular la visión de una sociedad socialista.

REBELION DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LAS NUEVAS TEORIAS DE LA LUCHA SOCIAL
La historia nos enseña que la lucha desde abajo nunca es totalmente erradicada. Una ola de movimientos sociales y organizaciones dirigidas por campesinos y grupos indígenas surgió en las áreas rurales de América Latina mientras el socialismo de Estado estaba derrumbándose. Para mediados de la década de 1990, habían asumido el liderazgo en desafiar el orden neoliberal, particularmente en Ecuador, México, Bolivia y Brasil. Estas nuevas organizaciones eran generalmente más democráticas y participativas que las organizaciones de clase que los partidos políticos marxistas tradicionales habían creado en las áreas rurales en décadas anteriores. En general, vinieron a llenar el vacío dejado por una clase obrera que estaba más fragmentada, desorientada y dispersa que nunca, y por lo tanto incapaz de proporcionar un liderazgo real.
A medida que la década de 1990 llegaba a su fin y se iniciaba el nuevo milenio, las luchas sociales y las rebeliones populares estallaron principalmente en las ciudades. A menudo coincidían en parte con las luchas rurales existentes. Pero las organizaciones urbanas variaban grandemente, algunas de ellas basadas en una clase determinada y otras con una composición multiclasista.

RENOVACION DEL SOCIALISMO CUBANO
Es importante hablar de la trayectoria del socialismo en Cuba y su relación con el socialismo del siglo XXI. Aurelio Alonso, subdirector de la revista Casa de las Américas, de Cuba, hace una distinción entre el socialismo en el siglo XXI vs socialismo del siglo XXI. Esta diferencia en la redacción refleja el hecho de que el socialismo que se está construyendo en América Latina es único para el nuevo milenio, mientras que en Cuba tiene una trayectoria mucho más larga. Alonso dice que “el punto de partida es diferente para Cuba y el resto de América Latina”, tanto en los términos del tiempo como en cuanto a la política: “El proceso cubano hoy es un intento de avanzar el socialismo que triunfó en el siglo veinte, mientras en América Latina en general la Izquierda está en una lucha prolongada con la oligarquía para construir un nuevo socialismo del siglo XXI”. El socialismo tiene protagonistas y antagonistas muy diferentes en cada región. Para Cuba, la oposición no es la oligarquía sino la burocracia y elementos dentro del Partido Comunista que desean mantener el viejo orden del siglo XX, con una economía centralizada y un Estado autoritario.

EXTRACCIONISMO Y SOCIALISMO
El talón de Aquiles de los procesos contrahegemónicos y antisistémicos es la dificultad de romper con el viejo modelo económico. Los nuevos gobiernos de Izquierda dependen en gran medida de las exportaciones de extracción: el petróleo en Venezuela y Ecuador, gas natural y minerales en Bolivia. El sociólogo Raúl Zibechi sostiene que la dependencia de las exportaciones extractivas significa que países como Bolivia y Ecuador se encuentran sumidos en una segunda fase del neoliberalismo, y no han escapado del desarrollo capitalista dependiente. Pero esta crítica es demasiado dura y absoluta. Las economías de América Latina siempre han sido impulsadas por las exportaciones de extracción. Esperar que esto cambie en más o menos una década no es realista, especialmente en un sistema global dominado por el capital transnacional. Lo que estamos presenciando en el corto plazo es la determinación de estos países de capturar una porción mucho mayor de las rentas provenientes de las exportaciones, y usar este ingreso para ampliar los programas sociales y fomentar el desarrollo endógeno.
En el ámbito del comercio internacional, los países de orientación socialista están promoviendo políticas innovadoras. En 2004, Venezuela y Cuba fundaron la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), que fomenta el “comercio justo” no “el comercio libre”, y promueve la integración a través de la complementariedad y la solidaridad. Bolivia se unió en 2006 y más tarde Nicaragua, Ecuador, y cinco países del Caribe.
El intercambio de personal médico cubano por petróleo venezolano es sólo un primer ejemplo del tipo de acuerdo alcanzado en el Alba. Cuba y Venezuela también han colaborado en el Alba para alfabetizar a la gente de otros países miembros, como Bolivia. El concepto clave es comerciar e intercambiar los recursos en aquellas áreas donde cada país tiene fortalezas complementarias y hacerlo sobre la base de la justicia, en vez de la de los precios determinados por el mercado.
Venezuela hizo avances significativos durante los ocho años siguientes al llamado de Chávez por el socialismo del siglo XXI a principios de 2005. Ese año él instó a los ciudadanos a formar los consejos comunales. La Ley de Consejos Comunales definió a estos consejos como “instancias para la participación, la articulación, y la integración entre las diversas organizaciones comunitarias, los grupos sociales y ciudadanos”. Se han formado más de 30.000 consejos comunales. Las cooperativas son también una forma fundamental de construir el socialismo desde abajo. El camino al socialismo, sin embargo, está lleno de dificultades, sobre todo ahora que la escasez y la inflación se han apoderado de la economía.
A pesar de estos problemas, y contrario a la opinión de los críticos liberales que censuraron su “gobierno autoritario”, Hugo Chávez dejó un legado político, social y económico que está imbuido de praxis socialista. Su sucesor, Nicolás Maduro, al igual que Chávez, está decidido a llevar adelante la lucha por el socialismo democrático.

DOS, TRES, MUCHAS TRANSICIONES AL SOCIALISMO
Este es un periodo de turbulencia y transiciones. No es una era de revolución armada, como el siglo pasado. El socialismo en la América Latina del siglo XXI es parte de un proceso complejo de cambio. Cuba se esfuerza por actualizar su economía, mientras en el continente suramericano la bandera socialista está desplegándose a ritmos muy distintos. En Venezuela, la búsqueda del socialismo es más avanzada política y económicamente, mientras que en Ecuador el concepto del socialismo se menciona con poca frecuencia en el discurso público, debido en parte a la amplia brecha entre los movimientos sociales y la autoproclamada “revolución ciudadana” de Correa. Bolivia ocupa una posición intermedia en la que los debates innovadores están teniendo lugar dentro y entre los movimientos sociales y gubernamentales que relacionan el socialismo al concepto indígena de “buen vivir”.
El socialismo está haciendo acto de presencia a través de una variedad de actores sociales. En Chile, la rebelión estudiantil de 2011 encendió los movimientos sociales chilenos, que ahora están replanteando el legado socialista del país. En Brasil, el Movimiento de Los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), la mayor organización social en el hemisferio, continúa apoyando el socialismo en su plataforma y en las prácticas cotidianas de sus asentamientos de reforma agraria. No se parece a un Estado paternalista, como lo demuestra su crítica frecuente de las políticas del ex presidente Lula da Silva y de la actual presidenta, Dilma Rousseff. El MST busca maximizar la participación de sus miembros en la gestión de sus propias cooperativas y comunidades.
La promoción de la soberanía alimentaria y la producción local son parte del esfuerzo para construir economías solidarias, estén ellas en Brasil con el MST o en Bolivia con las comunidades indígenas. De hecho, la expansión de las economías solidarias en países de orientación socialista y capitalista, por igual es la clave para la construcción de sociedades socialistas de abajo hacia arriba, y romper con el socialismo de Estado del siglo veinte. Los trabajadores administran las cooperativas, las empresas de propiedad municipal y comunitaria, las campañas de comercio justo diseñadas para ayudar a los pequeños exportadores de productos básicos y a las cooperativas, los bancos de microcréditos y los fondos comunales que hacen préstamos a los pequeños productores (a menudo en el sector informal), todas estas actividades y muchas otras están generando economías alternativas que están afianzándose. La transición del capitalismo a economías socialistas se producirá como la transición del feudalismo al capitalismo: será un proceso gradual, en el que las actividades alternativas, políticas y sociales así como económicas, se afianzarán a nivel local y socavarán el orden existente.
En resumen, América Latina es un caldero de efervescencia política y social. No hay leyes discernibles de la historia que impulsen esta agitación, pero el socialismo es un componente central del fermento que está siendo provocado por los movimientos sociales y las fuerzas populares. Como señala Steve Ellner, “la Izquierda radical del siglo XXI es ciertamente ecléctica y abarca, e incluso celebra, un enfoque de ensayo y error para el socialismo, carente de claridad ideológica, que se ve como un correctivo al dogmatismo”. En lugar de un enfrentamiento histórico lineal entre el capitalismo y el socialismo que el marxismo clásico previó, estamos ahora presenciando una plétora de luchas y confrontaciones que zigzaguean a través de las páginas de la historia: entre el liberalismo clásico y las políticas posliberales, el extractivismo y el posdesarrollo, la agroindustria transnacional y la soberanía alimentaria, el capitalismo global y las economías solidarias, el patriarcado y el feminismo, sistemas educativos excluyentes y centros de aprendizaje democráticos libres, Estados nacionales dominados por los descendientes de los colonizadores y los nuevos Estados plurinacionales.
En lugar de un solo horizonte socialista, una multiplicidad de grupos y movimientos están ahora imaginando nuevas utopías. “Un mundo donde quepan muchos mundos”, proclaman los zapatistas En el corto plazo, el socialismo del siglo XXI pudiera tener dificultades o experimentar retrocesos en cualquiera de los países donde la bandera socialista se ha plantado -Venezuela, Bolivia, Ecuador, o menos probable, Cuba-. Pero no desaparecerá. El socialismo está muy arraigado en las aguas históricas del hemisferio, y la necesidad de alternativas a un orden capitalista global es cada vez mayor.

Roger Burbach (*)
(Versión abreviada)

(*) Fallecido el 5 de marzo, Burbach fue director del Centro de Estudios de las Américas en Berkeley, California. Esta fue su última colaboración con PF sobre una América Latina con la cual siempre solidarizó (ver PF 824).

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 825, 3 de abril, 2015)

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