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Acto Miguel Enríquez |

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Un fantasma recorre el mundo: la corrupción
La corrupción está en todas partes, en todos los países. No se salva nadie. Por ejemplo en México, donde vivo, para qué decir. La señora del presidente se compró una casa de siete millones de dólares con ayuda de una empresa contratista del gobierno. Y a la periodista que denunció esto, la acaban de echar de la radio donde todo el país la escuchaba.
La corrupción es un mal contagioso, se pega. La mayoría de los políticos son corruptos, ¿por qué? Algunos por estúpidos, acomplejados, arribistas. Otros simplemente porque la política es cara. Por estos lados se considera que un político pobre es un pobre político, y en Chile parece que está pasando lo mismo.
La corrupción es transversal porque los políticos, el gobierno, el Congreso, no son los que mandan, mandan las empresas, las grandes transnacionales, la gente que maneja el dinero y que no sale en los diarios, ni menos se somete a una elección popular. La riqueza se promueve, el consumismo se promueve y en consecuencia, la corrupción se promueve. ¿Y quiénes lo hacen? Pues los mismos que tienen la plata y que dan los créditos, los que venden televisores gigantes, autos de lujo, departamentos con piscinas. Y claro que tienen que hacerlo para que la gente compre las basuras que ellos fabrican, y como ya nadie va teniendo plata, inventaron las tarjetas de crédito. Las trajo a Chile Sebastián Piñera, que le levantó el negocio al pobre Ricardo Claro, que dios lo tenga en su gloria.
Si yo me lo pasara viendo en la televisión que todo el mundo tiene casas con piscina y maneja autos de lujo, también me pueden entrar las ganas. No soy José Mujica. Aunque a mí personalmente no me gustan las piscinas comunes, esas que hacen en los edificios de departamentos. Me dicen que ahora no se puede orinar en la piscina porque el agua se tiñe de azul, pero no sé si será cierto. Puede ser, pero que la gente escupe, no me lo van a negar. Así que departamentos con piscina, ni por nada, aunque te los vendan a mitad de precio Soquimich o Luksic.
Siempre que le pides plata a una empresa te quedas comprometido con ella. Pero pedirle plata al ex yerno de Pinochet, eso sí que me parece espantoso. Hay corrupciones y corrupciones, vamos, unas más decentes que otras. La de Soquimich me parece demasiado indecente. Y se ve que los chilenos todavía no saben bien cómo funciona este asunto, porque daban recibos de honorarios. ¡Qué barbaridad! No, señores, eso no se debe hacer jamás de los jamases. Hay otras maneras más seguras para practicar la corrupción, deberían venir acá a aprender.
Me dicen que en Chile los pacos no son corruptos. Qué raro, serán la excepción que confirma la regla. Pues acá la cosa es generalizada. El otro día fui a renovar la licencia de conducir y en la ventanilla me preguntaron: ¿Con examen o sin examen? Sin examen. Entonces son como 20 dólares más de “mordida”, y la licencia me la entregan de inmediato. Imagínense si fuera con examen, me habrían reprobado. Nadie conoce el Reglamento del Tránsito porque lo cambian todos los días.
Pero volviendo a Chile y hablando en serio: esto de la corrupción parece que está mandando el sistema político al carajo. ¿Habría que decir, como en Argentina, que se vayan todos? A mí me gusta la frase, pero en Chile no funcionaría, porque aquí no hay peronistas, que como Nuestro Señor, están en todo tiempo y en todo lugar porque son omnipresentes.
Si se van todos, puede llegar un milico que se las dé de honrado, un momio medio pobretón que después resulta que tiene la plata en el banco Riggs con otro nombre, Augusto López o el que sea, cualquier vivaracho, en definitiva. Ya la gente no sabe para qué lado mirar, hay un vacío de poder. La derecha no tiene votos -aunque sí tiene plata- y la Izquierda cada vez peor. Ahora con lo de Caval y otras cosillas, para qué decir. ¡Y los socialistas preocupados de sus elecciones internas! Muy entendible, porque las inundaciones pasan pero el partido queda.
Hay que ponerse a buscar con lupa a un hombre honrado. Pero además, tiene que ser inteligente, consecuente, valiente, experimentado y si por añadidura es guapo y toca estupendamente el acordeón, mejor que mejor. Yo conozco a uno, pero no lo voy a decir porque Punto Final no está para hacerle campaña a nadie. ¿Verdad? Me podrían despedir por andar diciendo verdades, como le pasó en México a Carmen Aristegui.
Margarita Labarca Goddard
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 825, 3 de abril, 2015)
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