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El libro en el debate cultural
Paulo Slachevsky: luchando por mayores espacios para el libro.
Desde el término de la dictadura se busca el diseño y materialización de una política en torno al libro y la cultura. Obviamente ha habido avances, especialmente en el plano cultural. En cuanto al libro, la situación es distinta. Disminuye el universo de lectores, que cada vez tienen mayores dificultades para comprender lo que leen, las bibliotecas, en especial las públicas, son cada vez más escasas y se concentran en unas pocas comunas de Santiago, las librerías, que también disminuyen, pierden variedad y número. La suma de todas las librerías de Santiago es inferior a la oferta que tiene la principal librería de Helsinki. Y hay más. La industria editora nacional languidece agobiada por pequeños tirajes, dificultades de exportación y competencia del libro extranjero, manejado por transnacionales.
A fines de los años noventa se formó la Asociación de Editores de Chile, integrada por los editores independientes, las editoriales universitarias, la Feria del Libro y otros grupos similares. Su trabajo ha sido especialmente en torno a la formulación de la Política Nacional del Libro y la Lectura, como colaboradora de la Coalición Chilena para la Diversidad Cultural, y también la implementación de iniciativas como LEA + Librería de los Editores Asociados, en el Centro Cultural Gabriela Mistral, y la participación en la Feria del Libro de Guadalajara. Dentro de su organización funcionan diversas comisiones. En dos de ellas participa Paulo Slachevsky, de LOM Ediciones. De dilatada trayectoria entre los editores independientes, Slachevsky conversó con Punto Final.
“El gran anhelo de la Asociación de Editores de Chile es que en este gobierno se materialice la política del libro y la cultura cuyas líneas se establecieron en el primer gobierno de la presidenta Bachelet, a base a una propuesta de la Asociación de Editores, pero que no se puso en práctica.
Lo más interesante de esa política es su carácter sistémico, que cubre toda la cadena del libro a través de una serie de medidas, algunas más emblemáticas que otras, pero todas coordinadas, con el propósito de romper el círculo vicioso que se abrió para el libro en Chile con la dictadura, y ayudar al desarrollo de la industria nacional del libro, que se recupere la valoración social del libro en nuestra sociedad. En la campaña presidencial del año pasado, la Asociación Nacional de Editores y la Cámara del Libro enviaron a los distintos candidatos una carta que fijaba nuestra posición.
Se logró que en el programa de Michelle Bachelet se incluyera una referencia dentro del capítulo dedicado a la cultura. Estamos trabajando con una alta participación de los interesados -bibliotecarios, editores, profesores, autores-. Ya llevamos varias sesiones convocados para elaborar una nueva política. Temas como edición y lectura, fomento de la industria del libro, institucionalidad, son los que están presentes con el esquema de un diagnóstico breve, objetivos estratégicos y medidas a poner en práctica, con un sistema de control de avance que no se consideró en la política anterior. A mi juicio, estamos en un momento muy interesante. Y esperamos contar con una nueva versión de la política del libro en el mes de octubre”.
¿Cuándo se eliminará el IVA de los libros?
“Esa es una aspiración de gran parte del sector. Tendría un efecto práctico: disminuir el precio; y también un impacto simbólico: el Estado de Chile diría que el libro no puede ser tratado como cualquier mercancía por la importancia que tiene para la ciudadanía y el desarrollo del país.
En lo concreto, es algo que no está resuelto. En 2006 acordamos que era un tema que había que discutir. Ese acuerdo debe mantenerse. Y avanzar hacia la eliminación. Hay que considerar además que los costos seguirán con IVA. La rebaja que recibirá el lector no será superior a la rebaja del IVA.
En todo caso el precio del libro tiene poco que ver con la oferta y demanda. Los libros que la gente considera caros llegan del exterior, son importados. Chile ha sido dominado casi en un 60 a 70% por libros importados, que son caros.
En Chile, comparado con otros países de América Latina y España, el libro no es caro. Lo que pasa es que estamos dominados por la presión extranjera. Debemos potenciar, en primer lugar, la producción nacional dejando espacio para lo que se produce afuera. En todo caso los libros pueden producirse a precios cada vez más asequibles y en mayores tirajes gracias a los adelantos tecnológicos”.
GRANDES TIRAJES
Lo que sería deseable sería que esos grandes tirajes baratos permitieran que la gente leyera más.
“Lo que sería muy deseable es que aumente el tiraje promedio, lo que daría cuenta que la demanda de libros en Chile es mucho mayor. La idea es que haya mayor diversidad de títulos y no impere la lógica de los grandes tirajes para pocos títulos y que el resto sea marginal. A eso es a lo que apunta la edición independiente. Es perfectamente factible potenciar la biblio-diversidad a través de toda la cadena, incluyendo, por cierto, la red de librerías que están absolutamente concentradas en dos o tres comunas en la Región Metropolitana y en un par de ciudades. Otro elemento, son las bibliotecas públicas, de preferencia escolares.
Tal vez se ha estudiado poco que la gente lee más de lo que se dice. Basta mirar la venta de libros usados. Creo que en los últimos años se ha producido un aumento de lectores, desde un nivel muy bajo a fines de la dictadura, en que toda una generación se formó lejos del libro por ser éste un elemento peligroso. Hoy cada vez se ven más lectores, especialmente jóvenes. Y eso hay que estimularlo con políticas públicas.
Se da, con todo, la paradoja de que no se avanza más a pesar de que hay recursos. La inversión en libros de textos a través del Ministerio de Educación es enorme, el problema es que la mayor parte de esa inversión se va a España o a las multinacionales, que son muy pocas. En el libro ocurre igual concentración que en resto de la economía”.
¿Han considerado la posibilidad de una coordinación con el Estado para que “produzca” libros que interesan poco a las editoriales privadas, como se hizo en Venezuela con la Editorial Ayacucho?
“Creemos que es básica y fundamental la acción del Estado. En la Convención Internacional para la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales se aprobó una resolución, respaldada por la Unesco y aprobada por casi todos los países del mundo, en orden a que la cultura no puede quedar en manos del mercado. Y que es necesario diseñar mecanismos de equilibrio.
Pienso que en una sociedad capitalista la mejor forma de desarrollar y asegurar la diversidad, y de resguardar la memoria, es la edición independiente. Que haya un ámbito en que no sea el Estado quien defina qué se hace y qué no se hace. Y no es solo un problema de recursos. Hay muchas acciones que no consisten en poner dinero, sino en generar nuevas relaciones que faciliten nuevas líneas de acción. Que no sea el Estado mismo actuando directamente. Hay maneras para que el Estado ayude y promueva.
En otro tipo de sociedad, una sociedad no capitalista, el Estado que asegure diversidad y libertad debería tomar un papel cada vez más central”.
Hablemos del porvenir del libro, amenazado según algunos por la sociedad de la imagen…
“El libro impreso puede mantenerse durante largo tiempo. No parece que en sociedades como las nuestras sea reemplazado por el libro digital. Sí existe el problema de la cada vez mayor concentración. Otra posibilidad es el avance del libro (impreso o digital) ligado a la diversidad y a la libertad, lo que enfrenta muchas dificultades.
El camino más peligroso se relaciona con lo que ha sucedido en la prensa. Lo más importante es ahora la publicidad. Antes los diarios se financiaban gracias a los lectores. Ahora lo que importa es la publicidad. Eso ha llevado a los peores niveles de concentración y ha reducido enormemente la diversidad, y con ello la libertad de expresión.
Y no hay que olvidar que el tipo de soporte tiene consecuencias. El libro impreso tiene más permanencia, circula, se compra, se regala, se hereda, se guarda y finalmente se convierte en libro usado. El libro digital está sujeto a la duración del soporte, a sus desperfectos y problemas”.
Hernán Soto
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 815, 17 de octubre, 2014)
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