Punto Final, Nº815 – Desde el 17 al 30 de octubre de 2014.
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Política y negocios

 

Antes, en Chile era muy feo que un político tuviera plata o hiciera negocios. Si alguno era rico, lo trataba de disimular. Todos vivían en casas modestonas y sus autos eran de varios años atrás. A lo mejor les ponían un motor nuevo, pero por fuera, los presentaban lo más penca posible. Era lo que se usaba antes de la dictadura.
Pero ahora la cosa ha cambiado en todo el mundo. Desde que vino la globalización, lo primero que se globalizó fue la sinvergüenzura. En Estados Unidos los políticos tienen que ser muy ricos, si no, no llegan ni a la esquina. En México se dice que “un político pobre es un pobre político”. En Francia De Gaulle, Mitterrand y otros eran clasemedieros y nunca pretendieron ser otra cosa, en cambio Sarkozy, mejor ni hablar.
Chile se distinguía por la austeridad de sus políticos. Incluso los momios, como Jorge Alessandri, iban caminando a la oficina. No digo que no hubiera una que otra excepción, pero eran como mosca en leche.
Desde la dictadura, la cosa es al revés. Mucha gente se enriqueció fácilmente, porque las empresas del Estado se las vendieron a huevo a los amigos o a los que daban mejores coimas. Y Pinochet resultó ser un ladrón que tenía platas escondidas en el exterior con otros nombres, cual un gángster cualquiera.
Que los momios hagan negocios no me extraña. Están acostumbrados a ganar mucha plata en la empresa privada. Entonces, cuando los nombran en un puesto de gobierno en el que ganan diez millones, piensan que el sueldo es reguleque y que le están haciendo un favor al país al aceptar el cargo.
Pero la gente de Izquierda de antes no era así. Siempre fuimos pobretones, porque pensamos que hay cosas mucho más apasionantes que la plata: ser un investigador científico, pensar cómo hacer una revolución mundial, ser músico, etc., etc.
Sin embargo la mayoría de los políticos actuales se pirran por el dinero. ¿Sacar un diario que sobreviva sin avisos gubernamentales, ya que todos se los dan a El Mercurio? No, nada de eso. Pero para tener unas mansiones principescas y cursis, autos de último modelo, mandar a sus hijos a Harvard, salir en la vida social de El Mercurio y casar a sus hijas no con un joven de apellido Eyzaguirre -que los hay hasta en la sopa-, sino con un descendiente de los Luksic, que serán unos yugoeslavos parvenus pero con plata, le dan cancha tiro y lado a cualquiera.
¿Y qué hacen para lograrlo? Pues uno de los mejores sistemas es el de “la puerta giratoria”. Un señor es jefe del organismo gubernamental que tiene que controlar a las empresas privadas y luego renuncia, y se va a trabajar a una de esas mismas empresas. O es gerente del banco estatal y le da un crédito gigantesco a un grupo económico y después, ese mismo grupo lo contrata. No me voy a extender ni a dar nombres, pero cualquiera entiende cómo funciona el truquito.
Y fíjense que una de las cosas peores es que los ricos inversionistas, los “compradores” por así llamarlos, se mueren de la risa al ver lo baratos que se venden algunos. Dicen que en Chile comprarse a un subsecretario cuesta menos que comprarse a un portero en el Yemen.
¿Y cómo se hacen negocios? Pues no hay que saber nada, no hay que ser economista ni cosa que se parezca. A los políticos les basta con ser parlamentarios, alcaldes, subsecretarios, directores, en fin, lo que sea. Los negocios les llueven. Y lo bueno es que la plata trae la plata. Cuando se tiene el primer millón (ojalá de dólares) los otros vienen solos. También les llueven los negocios a los hijos y parientes de los políticos. Pero cuidado, que a estos inversionistas no hay que engañarlos ni fallarles porque son vengativos. Es como el narcotráfico, una vez que te metes no te puedes salir. Ganas cada vez más plata pero no te vaya a dar un ataque de honestidad, porque entonces sí que las vas a ver verdes. En México te matan y luego cuelgan tu cadáver en un puente del Periférico, a la vista de todos. En Chile no han llegado a eso, todavía…
Conclusión: mejor no meterse, caballeros, que pueden terminar muy mal. Y cuidar a los hijitos, hermanitos y esposa, que no se metan tampoco, que la puerta giratoria siempre los empuja p’adentro de negociados y de corrupción. No vayan a terminar colgados en la Torre Entel. Porque si no los cuelgan sus socios de negocios, ¿cómo saben si más temprano que tarde no los va a colgar el pueblo? Cosas más raras han pasado en Chile.

Margarita Labarca G.

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 815, 17 de octubre, 2014)

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