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Opinión 807
Relaciones con Bolivia
Frente a la aspiración boliviana de una salida soberana al mar, podemos oponer razones válidas fundadas en el tratado de 1904. Podemos aun sentar nuestra posición por la fuerza. Pero, ¿nos bastará todo esto para que quedemos satisfechos y tranquilos? Alguno pensará tal vez blandir en esta ocasión nuestro desgraciado lema “Por la razón o la fuerza”. Ojalá que un día reneguemos de él.
Ciertamente no basta tener la razón, ni la fuerza. Hay otros valores que crecientemente se aprecian en el mundo de hoy. Está la apreciación ética, la amistad, la simpatía. Prácticamente todos nuestros países hermanos de Sudamérica apoyan la postulación boliviana. Podemos aparecer como prepotentes y autosuficientes. La generosidad no es solamente una virtud para el individuo, lo es también para una nación. Nuestro ingrediente cristiano nos impulsa en esta dirección.
Chile debe dejar en el pasado su visión corta de pueblo isleño. Vive en un continente -o en un subcontinente- destinado a convivir, a colaborar, a crear en conjunto un organismo integrante de un mundo globalizado.
¡Tantos desafíos surgen ante este llamado a integrarnos! Podemos tener la capacidad de integrar el problema boliviano a esta visión, y discernirla a la luz de esta totalidad. Ciertamente en esta perspectiva no basta tener la razón y la fuerza. Nuestra situación actual con Bolivia es de tensión, no de amistad. A esta tensión contribuye aún más el recurso impuesto por Bolivia ante el Tribunal de La Haya.
El recurso de Bolivia en el Tribunal de La Haya no es comparable con el que formuló Perú. La iniciativa peruana se justificaba por el hecho que Chile no consintió en dialogar sobre su diferendo, como Perú se lo había pedido. Ahora, en cambio, ya estaban dialogando Chile y Bolivia. Bolivia dice que interrumpió el diálogo porque sentía que éste se había vuelto engañoso y no conducía a nada. Los ex presidentes chilenos de la República han aconsejado al gobierno actual que no reconozca autoridad al Tribunal de La Haya para intervenir en este litigio.
Yo creo que el camino verdaderamente constructivo para buscar una solución sería reanudar el diálogo, ofreciendo la garantía de un diálogo serio. Se le podría pedir a Bolivia que suspenda su recurso ante La Haya. En todo caso, que se “encapsule” el litigio si no se puede suspender. Un encapsulamiento que no se hizo por torpeza de los cancilleres chilenos en el caso del recurso peruano a La Haya. Lo importante es que continuemos abiertos y dialogando todo lo posible en búsqueda de un acuerdo viable.
No puedo dar un consejo autorizado: mi opinión es personal, pero está ciertamente influida por una visión cristiana del mundo y un patriotismo que quiere ver a Chile integrado a una América Latina y a un mundo ecuménico. La solución se trataría fundamentalmente de una donación, aunque percibamos compensaciones menores que se podrían pactar. Por ejemplo, compensaciones en gas o en agua. No haría falta la mediación jurídica de un tribunal, pero sí podría pedirse la asistencia de una entidad pública como la OEA, Mercosur o Unasur, -o bien de la misma Santa Sede que nos ha ayudado en otras ocasiones a dar sabiduría, peso y solemnidad a las resoluciones-.
En cuanto a la concreción de la salida al mar para Bolivia, uno piensa espontáneamente en localizarla en un territorio y un mar situado entre Perú y Chile, o sea, en la región de Arica. Contrariamente a lo que se ha dicho, entiendo que Perú no se opone radicalmente a esta salida. Pondrá sí, me imagino, sus condiciones. Quisiera avanzar otra opinión -que tendrá oposiciones- pero es bueno que todos opinemos y se conozcan esas opiniones. Podría barajarse la posibilidad y la conveniencia de convertir a Arica en un puerto común bajo el dominio de los tres Estados: Bolivia, Perú y Chile. O aún de quedar la ciudad de Arica -y su región- como un Dánzig(1) perteneciente a los tres países, como ciudad abierta o bien perteneciente al co-gobierno de los tres países. Es evidente que en cualquier caso lo determinante sería la voluntad de los ariqueños.
No hemos de considerar estas posesiones de territorio o regiones como inconcebibles. Un falso nacionalismo nos podría llevar a ello. Debe primar un claro bien común de la región y también el bien común del continente. Arica podría ser el término de un importante corredor transcontinental que uniría el Atlántico con el Pacífico. Los ariqueños se sienten en parte frustrados y postergados. Sufren desocupación y podrían ser los grandes beneficiados por el crecimiento previsto de una nación entera como Bolivia y el interior del Brasil.
Al hacer esta proposición de entregar un territorio patrio lo que quisiera, ante todo, es inculcar un cambio en nuestro discernimiento de lo bueno y malo en temas patrióticos o que interesan a la patria. El cambio de criterio a que me refiero consiste en el paso de una actitud egoísta a una actitud altruista, más universal en la valoración de las relaciones entre países. Y vale el dicho de que lo más universal es lo más divino. Haber contribuido al bien de todo nuestro continente americano debería ser lo que cause mayor satisfacción y orgullo patrio a Chile. El mundo ha cambiado, el “bien común” se ha corrido de lo particular a lo más universal. Bien común de Chile es América Latina, es incluso todo el universo. Nuestra grandeza es poder contribuir a ese bien común. Hemos de corregir criterios errados que aún dominan entre nosotros.
Un ejemplo: no estoy de acuerdo con el ex presidente Sebastián Piñera y la actual presidenta Bachelet en su lamentación por el resultado del Tribunal de La Haya en el litigio de fronteras marítimas con Perú. Se lamentaron por algo que tendrían que haber valorado, que deberíamos todos valorar: que el tribunal haya devuelto las costas peruanas como el mar territorial que les correspondía, rectificando así una falla que afectaba al continente mismo en sus “derechos geográficos” por llamarlos así.
P. JOSE ALDUNATE, S.J.
(1) Se refiere a la ciudad libre de Dánzig, establecida el 10 de junio de 1920 bajo tutela de la Sociedad de Naciones.
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