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Ganó el sistema
El peor enemigo que tendrán los cuatro años de Michelle Bachelet serán las grandes expectativas que abrió mediante el despliegue increíble de ofertas a las que se vio obligada.
El 58% de abstención no le hará daño. De hecho, una de las primeras operaciones políticas fue insistir que una presidenta con el 25% de los votos, es lo más legítimo que hay. Para esos analistas, estas cifras son tan irrelevantes como el estado del tiempo o las fases lunares. Cosas que pasan, nada más.
Y en verdad, la abstención es más bien un estado de ánimo que un rechazo ferviente y militante al sistema. No todo el que no vota es un potencial rebelde a punto de subir a la montaña. Da la impresión que el fenómeno corresponde a la sensación extendida de que lo que pasa a nivel de los políticos o de las instituciones, no es algo que tenga que ver con la gente común. La política sucede más allá de ellos.
Pero ese silencio dice mucho. No lo dirá en términos organizados, ni mucho menos, pero no será porque todo está bien. Por lo demás, rechazos incluso mayores a la instituciones políticas y a los políticos se vienen constatando hace rato. Lo relevante es que el sistema puede con eso y más.
Esta elección fue el momento que culmina con un proceso de acomodo de las aristas del poder, algo despeinadas por la irrupción de los estudiantes. Si alguien ganó el 15, fue precisamente el statu quo. Se eliminaron las presiones internas, se reacomodaron los mapas del poder, se saciaron odios y venganzas y se demostró que el sistema es capaz de resistir aún mucho más.
Por eso va a resultar interesante cuando comience la segunda fase de la operación que intenta fortificar el modelo.
Si primero fue ningunear la exigua votación con la que sale electa la presidenta -que hasta hace poco tenía números celestiales-, en breve lo que corresponderá será comenzar a explicar por qué lo que se dijo que se haría, no se podrá hacer. El restrictivo presupuesto de la nación dejado por la anterior administración; la baja en el crecimiento proyectado para los siguientes años; la endeble situación de la economía internacional; la falta de quórum; la responsabilidad macroeconómica y no arriesgar lo que se ha logrado, serán algunas de las explicaciones que el régimen argumentará para explicar por qué no se podrá todo. Para todo lo demás tendrá las Fuerzas Especiales.
Ya hay personajes que dicen que el famoso programa no es más que una guía de la cual hay que esperar sólo lo posible.
Pero si los resultados electorales han venido a resolver la estabilidad del modelo, o por lo menos intentarlo, a su paso ha dejado en la Izquierda, sea como la entendamos, un fresco y renovado sabor de fracaso, una vez más. Lo que pasó en el proceso electoral deja en evidencia las infelices falencias de las que sufre la Izquierda, que se niega a aceptar que sus consignas, íconos, historias y colores están siendo secuestrados. Y que no quiere ver que no se saca nada con hacer lo mismo siempre, si se quieren resultados distintos.
Una parte de la Izquierda hizo su esfuerzo tras la quimera de seducir a la gente defraudada por veinte años de Concertación, y no pasó nada. Utilizaron la ya gastada e inútil técnica de definirse como los verdaderos representantes del pueblo sin siquiera preguntarle a sus potenciales representados. Otros, menos arriesgados y más laxos, levantaron la consigna de una nueva Constitución por la vía parvularia de escribir las letras AC en una esquina del voto.
De sus resultados hay que desprender que los que quieren AC para una nueva Constitución, son una minoría insignificante. Si le hacemos caso a esos resultados, o la mayoría no quiere AC o el mecanismo para su consecución es por lo menos, inútil. Más allá de conseguir para sus voceros algún posicionamiento laboral en el siguiente gobierno, no se logró mucho más.
La abstención es un paisaje desolador para la Izquierda. En algunos estará la creencia que la clave está en llegar a esa gente que no vota y transformarse en mayoría de una. Pero creer que todo abstencionista es de Izquierda es tan iluso como creer que todo votante residente en el extranjero también lo es. En ambos casos podría haber sorpresas y desilusiones.
Por suerte aún quedan estudiantes. Y han hablado con una claridad que debe tener trabajando a las oficinas secretas que compran, cooptan y controlan dirigentes sociales y de los otros. Las más importantes federaciones estudiantiles, algunos sindicatos, federaciones y organizaciones territoriales, anuncian que no creen en nada de lo prometido y que exigirán en las calles sus demandas.
Como sabe el que menos sabe, en lo que va de historia los únicos cambios que han beneficiado al pueblo, han sido los que se han ganado en la pelea. Jamás los poderosos han entregado nada sin que haya habido de por medio grandes luchas. Creer que ahora eso será posible, o es mala intención o simple tontera. La inocencia es un rasgo que comúnmente se extingue después de tanta traición.
Ricardo Candia Cares
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 796, 20 de diciembre, 2013)
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