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Arriba los vulnerados del mundo
“Porque no nací pobre
y siempre tuve un miedo inconcebible a la pobreza…”.
Qué valor demostró el Gitano Rodríguez al reconocer su miedo a la pobreza y decidir su compromiso revolucionario. Simplemente miedo, miedo inconcebible, porque es hedionda, denigrante, trastornadora, castradora y sólo se puede vencer cuando quienes la sufren se organizan y deciden combatirla y cambiar el mundo de fase.
Desde los tiempos de la Colonia la clase dominante habló de “bajo pueblo” y plebe. Entonces el país quedó dividido en los de arriba y los de abajo. Estos últimos se engloban como “roterío”. La profunda segregación social facilita reconocer la casta o clan por el olor, la palabra, el vestir. No es lo mismo que se meta el dedo a la nariz “gente como uno” que un roto cualquiera. Surge una tremenda riqueza denigratoria: arrotado, roteque, roticuajo, pililo, jardín de huilas, piojento, picante, callampiento, peliento (y su derivado político, upeliento), flaite.
José Victorino Lastarria dijo que la sociedad chilena se divide en dos clases, decentes y no decentes: invulnerables y vulnerables. También que “para ser algo en esta sociedad, ha sido preciso buscar, como primera condición, el favor, el beneplácito, la protección de la autoridad i de su oligarquía, por lo menos callar i prescindir de tener una personalidad, para no atraerse su desprecio, su odio o su persecución. El modo de hacer fortuna ha venido a consistir en el arte de seguir el impulso que viene de lo alto, i en no tener independencia”. (Situación moral de Santiago en 1868, Miscelánea histórica i literaria, 3 vols., Imprenta La Patria, Valparaíso, 1870).
Los decentes son la “gente de sociedad”, y a quienes reconocen como tales, los llaman “gente como uno”. En la antigua Roma existían los patricios y la plebe, formada por los “plebeyos”. Estos no eran “gente”, o sea, no eran patricios. Los patricios agrupados en clanes llamados gens-gentis poseían distinción de linaje y apellidos. A los plebeyos se los designaba terrae filii: “hijos de la tierra”. A ellos se les unía otro sector social, el de los proletarios (proletarii), el elemento más marginal o inferior de la población romana.
En nuestro país, hace cosa de veinte años, los privilegiados de la fortuna decidieron realizar unos pases mágicos para embellecer la realidad y ser más globalizados y primermundializados. Con elegancia chilensis, eliminaron las categorías “masas” y “pueblo”, reemplazándolas por la palabra “gente” y se borró del habla, de la escritura, aun del discurso político de Izquierda, la palabra masa. Veamos qué dice de esta “mezcla homogénea y consistente” el diccionario de María Moliner (Gredos, 1998), cuáles son sus acepciones: “El conjunto de gente indiferenciado que tiene importancia y pesa en la marcha de los acontecimientos por su número”. “La mayoría de individuos de una sociedad”. “Las clases populares y trabajadoras”.
Ansiosos de cambiar la realidad, de ocultar la existencia de opresores y oprimidos, les cambiaron el nombre a los pobres bautizándolos como “vulnerables”, aunque ya están definitivamente vulnerados. Por si fuera poco, a los más desdichados, aquellos sin vivienda alguna, mendigos, abandonados, parias, los llamaron “gente en situación de calle”. Son los indigentes que están “bajo la línea de pobreza”. Calculan que son unos trece mil. Se atreven a decir que prefieren la calle a guarecerse bajo techo. Este invierno ya han sido encontrados en las veredas catorce muertos por “hipotermia”: cuerpos congelados a la intemperie. El año pasado fueron veintiocho. Primero tiritan; baja de treinta y cinco grados su temperatura; incapaces de moverse, se adormecen, la respiración es cada vez más lenta, más pausados los latidos del corazón.
Según el diccionario de la Real Academia Española, el vulnerable “puede recibir lesión física o moralmente; se aplica a la persona, al carácter o al organismo que es débil o que puede ser dañado o afectado fácilmente porque no sabe o no puede defenderse: los niños son vulnerables; tiene un carácter vulnerable; está bajo de defensas y es muy vulnerable a las infecciones”. En cambio, el invulnerable no puede ser herido, o bien no resulta afectado por lo que se hace o dice contra él. O sea, el pueblo de Chile se divide en seres humanos de organismos débiles propensos a recibir toda clase de heridas, hipotermias y daños -la mayoría-, y un grupo minoritario de cuerpos impenetrables, indestructibles, invencibles, verdaderamente blindados.
Se genera una industria de la miseria y se invierten sumas fantásticas no en acabar con la pobreza, sino en censar a los pobres, clasificarlos, medirlos, encuestarlos, catastrarlos, diagnosticarlos, acomodarlos en tablas, gráficos y cuadros. Huestes de especialistas de la miseria forman gremios para investigar sobre pobreza, desigualdad, exclusión y vulnerabilidad social en campamentos, villas de bloques y viviendas sociales. Algunos de sus productos más característicos son: encuestas y catastros de asentamientos precarios. Diagnósticos sobre la situación en que viven las familias de campamentos y viviendas sociales. Investigaciones sobre diversas problemáticas que afectan a las comunidades vulnerables.
Virginia Vidal
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 787, 9 de agosto, 2013)
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