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El revés de la trama turca
Las manifestaciones que tienen lugar desde hace varias semanas en diversas ciudades turcas, principalmente en Estambul, contra el régimen del primer ministro Recep Yayyip Erdogan y su partido Por la Justicia y la Igualdad (AKP), han conmovido a la sociedad turca. La chispa que encendió la mecha fue el proyecto inmobiliario previsto en el parque de Gezi, al que se opusieron ecologistas y los defensores de las áreas verdes secundados por grupos de Izquierda. El movimiento ocupó la plaza Taczim y se ha manifestado en varias ciudades a pesar de la represión.
Al inicio de las manifestaciones Erdogan amenazó pero luego utilizó la represión, viéndose obligado con el correr de los días a acceder a varias demandas de las fuerzas movilizadas: recibió a un grupo y anunció que el gobierno suspendía el proyecto hasta después del veredicto del tribunal correspondiente, y trató de dividirlos llamando a algunos “patriotas”, separándolos de los “vándalos y terroristas”.
Por otra parte, la dureza de la represión llevó a varios sindicatos, partidos de Izquierda y sectores de la sociedad civil a llamar a una huelga general para protestar por lo que consideran un giro autoritario del régimen. Las manifestaciones tienen expresión menor en el campo, tradicionalmente conservador y clientela del partido AKP.
La demostración de fuerza de Erdogan en sendas manifestaciones de masas en Ankara y Estambul, indica que el régimen del AKP no trepida en ir a una confrontación aguda, con indudable apoyo de la población y sobre todo, hasta hoy, de las fuerzas armadas que tienen un rol tutelar constitucional en el país.
Turquía, con más de 72 millones de habitantes, 780.000 km² de territorio, una posición geográfica estratégica como puerta de entrada a Oriente, rodeada por cuatro mares (Negro, Mármara, Egeo, Mediterráneo), dispone a su vez del control estratégico de los estrechos de Bósforo y de los Dardanelos. Aunque los suníes son mayoritarios, existen diversas comunidades alauitas. Turquía tiene fronteras con Grecia, Bulgaria, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Irán, Iraq y Siria. Los kurdos representan cerca de 15 millones asentados mayoritariamente en el sureste. También existen minorías religiosas como los alevíes, cristianos ortodoxos y judíos.
Desde 1856, mediante el Tratado de París, Turquía había quedado bajo tutela europea, iniciándose así el proceso de desmantelamiento del imperio otomano. Años antes, Grecia su tradicional enemigo, había lanzado un movimiento irredentista que combatía a los turcos y propugnaba el establecimiento de una Grecia independiente, teniendo a Constantinopla como capital. La Sublime Puerta tuvo que reconocer la independencia de los helenos luego de la guerra de independencia (1821-1830) y las conflictivas relaciones entre los dos países dominarán su política exterior e interior hasta nuestros días: guerras balcánicas (1912-1913), después de la cual el imperio otomano conservó en Europa únicamente el actual territorio de Tracia oriental y Estambul; ocupación de Turquía por los aliados entre 1918 y 1920, hasta 1974, cuando Ankara invadió el norte de Chipre pretextando las actividades golpistas de militares nacionalistas griegos en esa isla. A excepción de Turquía, ningún país ha reconocido hasta hoy la existencia del Estado de Chipre, creado por Ankara.
La Turquía moderna fue fundada por Mustafá Kemal en 1923, brillante militar que luego de la derrota en la primera guerra mundial, en la que el imperio otomano fue aliado de Alemania y del imperio austro-húngaro, abolió el sultanato. Kemal se opuso al descuartizamiento de su país e hizo de Turquía un país independiente. Su lema fue unir, “turquizar”, modernizar y occidentalizar, porque consideraba que las instituciones musulmanas eran la causa del atraso de Turquía. Ese mismo año, el Tratado de Lausana fijó las fronteras definitivas de Turquía. Francia, una de las potencias mandatarias de la Sociedad de las Naciones cedió a Ankara la provincia siria de Alexandrette, cesión que nunca ha sido reconocida por Damasco.
KEMAL ATATURK Y LAS REFORMAS
Kemal Ataturk (“padre de los turcos”) fundó en 1923 el Partido Republicano del Pueblo (PRP) en cuyo logo estaban grabados los principios: republicano, demócrata, populista, revolucionario, estatista y laico y confiaba al ejército la misión de velar por el mantenimiento de la laicidad. Kemal murió en 1938 y durante su largo y autoritario mandato aplicó medidas antirreligiosas como la supresión de establecimientos de enseñanza confesional, la eliminación de los tribunales musulmanes y del matrimonio religioso y prohibió las órdenes, cofradías y el velo islámico. Por otra parte, la legislación se inspiró en códigos occidentales, impuso el calendario gregoriano, el alfabeto latino y expurgó la lengua turca de vocablos árabes y persas y se lanzó en la industrialización y luego en la nacionalización de los ferrocarriles. Era una política “occidentalista” que se tradujo hasta en el vestuario de turcas y turcos de las ciudades, desde los años veinte vestidos como los europeos.
Durante la segunda guerra mundial, el sucesor de Kemal, Ismet Inonu, mantuvo la política autoritaria y la neutralidad de Ankara. Desde 1945 se fundaron varios partidos, entre ellos un grupo disidente del PRP, el Partido Democrático que desde 1950 fue mayoritario en el Parlamento con la consigna “moderado en política, liberal en economía y tolerante en materia religiosa”. Adnan Menderes gobernó durante la década de los años cincuenta y abrogó algunas prohibiciones de Ataturk. Es en este periodo que Turquía pasó resueltamente al campo occidental acordando facilidades a fuerzas militares de EE.UU. y adhirió a la Otan, en 1952. Posteriormente, siguiendo la política del containment enunciada por Truman, adhirió al Pacto de Bagdad (Iraq, Paquistán, Irán, Gran Bretaña y EE.UU.) y luego al Cento (los mismos países excepto Iraq, donde había habido una revolución nacionalista que lo retiró del “cordón sanitario” alrededor de la URSS impuesto por Washington).
Como contrapartida, Ankara recibió una cuantiosa ayuda gracias al plan Marshall y sus fuerzas armadas pasaron a tener un papel cada vez más importante en el dispositivo agresivo de la Otan. En 1960 un golpe de Estado puso fin al régimen del partido demócrata. El general Gürsel se tomó el poder y fue promulgada la Constitución de 1961. Le sucedió el kemalista Ismet Inonu durante cinco años. En esa época fue fundado el Partido de la Justicia, de Suleyman Demirel, quien será primer ministro en los años setenta. Luego hubo varios gobiernos de “unión nacional” mientras se enfrentaban grupos de extrema Izquierda y extrema derecha. El ejército, que siempre ha desempeñado un papel tutelar en la vida política turca, impuso entre 1980 y 1983 un régimen militar.
Diversos gobiernos se sucedieron en los años noventa: Partido de la Madre Patria, Partido Dogru Yol Partisi y una mujer -Tansu Ciller- fue designada primer ministro entre 1993 y 1996, hasta el gobierno del Partido Democrático de Izquierda, de Bulen Ecevit, un socialdemócrata-kemalista. Todos debieron hacer frente a la persistencia de la lucha armada desplegada por el PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos) de Abdula Oçalan, quien fue secuestrado en Kenya en 1999, mediante la acción mancomunada de la CIA, el Mossad y los servicios turcos. Condenado a muerte ese año, la pena le fue conmutada por cadena perpetua. En los últimos meses, desde su prisión ha lanzado un llamado a deponer las armas. El PKK ha mantenido un notorio silencio ante las manifestaciones en curso, tal vez porque se encuentra desde hace meses negociando con el gobierno su reconocimiento.
GOBIERNO DE ERDOGAN
El actual primer ministro, Erdogan, gobierna desde marzo de 2003. Ha vencido en tres elecciones legislativas y dos referéndums. Desde 2003 ha habido en Turquía cierta bonanza económica que le hizo abrigar esperanzas que la Unión Europea la admitiría como nuevo Estado miembro. Pero no ha sido así y Ankara, despechada, se ha empecinado en hacerse un lugar como potencia regional. Fuerte por su poderío militar y su situación geoestratégica, Ankara rehusó en 2003 autorizar el paso de tropas estadounidenses por su territorio cuando la invasión de Iraq, y hace dos años, Erdogan increpó en un foro público al sionista Simon Peres por el acto de piratería perpetrado por sus tropas en aguas internacionales contra la flotilla de pacifistas que intentaba romper el bloqueo israelí a Gaza, y que causó la muerte de diez ciudadanos turcos. Ankara, uno de los pocos regímenes musulmanes que mantiene relaciones con Tel Aviv, suspendió entonces toda colaboración militar con Tel Aviv y Erdogan fue vitoreado a su regreso a Turquía, estableciéndose así una suerte de consenso nacional ante la cuestión palestina. Luego, EE.UU. se ha encargado de ablandar dicha posición y ha ejercido fuertes presiones para que Ankara vuelva al redil, disuadiendo con éxito a Turquía de continuar con su política de reconciliación con Damasco. Más aún, el régimen de Ankara junto a Qatar, Arabia Saudita, Jordania e Israel, son los países que llevan el pandero en la agresión a Siria y Turquía acepta que su territorio sea utilizado como base para esta agresión.
Acusado de flirtear con el islamismo, Erdogan y su partido siempre han invocado el carácter laico del gobierno, respetuoso dicen, de la Constitución. Sin embargo, el AKP fue acusado de querer islamizar la sociedad turca y los sectores kemalistas han denunciado la influencia creciente de los Hermanos Musulmanes en esferas de gobierno. En 2008 fue presentada una demanda a la Corte Constitucional para declarar ilegal al AKP por violación de la laicidad, pero luego de un periodo de gran tensión -donde hubo un atentado en Estambul, hasta ahora no reivindicado, que causó 16 muertos- la Corte rehusó declarar ilegal al partido gobernante pero lo condenó por “actividades anti laicas”.
El AKP representa a un sector conservador islámico que propugna el liberalismo económico y ha anunciado una reforma constitucional. Ahora bien, desde el gobierno de Ataturk, ningún presidente ha tenido en sus manos un poder de esta magnitud y la oposición teme que el proyecto de reforma constitucional implique la instauración de un régimen presidencialista que reforzaría el autoritarismo. El AKP tiene un apoyo indudable en sectores de la población y en el ejército. Además, goza de la legitimidad de las urnas y a pesar de la convulsión que vive hoy Turquía, es aventurado hablar de “revolución turca”. En las recientes demostraciones de fuerza realizadas por el régimen, Erdogan ha llamado a sus partidarios a preparar la victoria en las elecciones de 2014. A sus ojos, las actuales manifestaciones congregan a sectores medios, “jóvenes turcos blancos, kemalistas y occidentalizados”, desplazados del poder por la nueva clase dirigente conservadora representada por el AKP. Son los jóvenes que se oponen a la prohibición de venta de alcohol y a las sanciones por comportamientos considerados “indecentes” en la vía pública. Este sector aún no ha establecido un nexo suficientemente amplio con los trabajadores como para poner en peligro la estabilidad del régimen.
A pesar de la represión, el movimiento de protesta turca goza de apoyo creciente en las grandes ciudades, y como ha ocurrido en la historia, podría constituirse en el elemento catalizador de diversos grupos y corrientes contrarios a Erdogan. Sin embargo, la cuestión clave sigue siendo la actitud del ejército, hasta hoy sostén del gobierno, pero que podría variar si la confrontación entre partidarios y adversarios del régimen se acentuara, resintiéndose la sagrada “unidad nacional”. Por el momento, en el país de Nazim Hikmet, el camarada Máuser aún no ha decidido hacer uso de la palabra.
PACO PEÑA
En París
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 784, 28 de junio, 2013)
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