Punto Final, Nº776 – Desde el viernes 8 al jueves 21 de marzo de 2013.
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JUANA AZURDUY

 

 

Nació el 12 de julio de 1780 en La Plata -hoy Sucre, capital histórica de Bolivia- y estudió en el Convento de Santa Teresa, de Chuquisaca. Pero la dulce Juana Azurduy no estaba para bordados ni miriñaques, que eran el destino de las mujeres de su época. Junto a su esposo, Manuel Ascencio Padilla, no vacilaron en participar en la lucha independentista del Alto Perú (territorio de la hoy República de Bolivia, Antofagasta incluida), dependiente del Virreinato del Río de La Plata.
La revolución comenzó en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, destituyendo al presidente de la Real Audiencia. Los patriotas se vincularon a las fuerzas argentinas del Ejército del Norte para combatir a los realistas. Conocieron victorias y derrotas y con su tenaz ejemplo reclutaron diez mil milicianos. Juana y sus cuatro hijos cayeron prisioneros, pero Padilla los rescató. Cuando el ejército argentino se replegó, Manuel y Juana se volcaron a la lucha guerrillera.
Por su valor, Juana Azurduy recibió el grado de teniente coronel por decreto de Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1816, Manuel Ascencio Padilla murió en la batalla de La Laguna intentando rescatar a su mujer. Simón Bolívar conoció a Juana en la pobreza en 1825; la ascendió a coronel y le otorgó una pensión. “Este país -comentó el Libertador al mariscal Sucre- no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”.
Juana Azurduy murió en la indigencia a los 82 años y fue enterrada en una fosa común. Cien años más tarde, sus restos fueron depositados en un mausoleo en Sucre. Heroína de Bolivia y Argentina, cuyos ejércitos le concedieron el grado de general, la guerrillera boliviana representa el coraje en las luchas de ayer y de hoy de las mujeres de la Gran Patria latinoamericana.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 777, 22 de marzo, 2013)


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