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Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia
La revolución de cada día
Atardecer de un miércoles en el Palacio Quemado, centro del gobierno en Bolivia. Reina el silencio. El presidente Evo Morales anda en Cochabamba. En el país no todo está calmo. Hay conflictos, bloqueos de carreteras, difíciles negociaciones con sindicatos. Demandas de cooperativistas. Es lo cotidiano en el Estado Plurinacional de Bolivia que vive su propia revolución. En la sala donde esperamos aparece sonriente y jovial el vicepresidente de la República, el sociólogo Alvaro García Linera. En octubre cumplió 50 años de edad y también un mes de su segundo matrimonio, con la presentadora de noticias Claudia Fernández Valdivia.
Una parte de su vida -cinco años- García Linera la pasó en la cárcel, acusado de participar en el Ejército Guerrillero Túpac Katari. Aprovechó la prisión para estudiar sociología (ya había estudiado matemáticas en México) y profundizar sus conocimientos de la compleja y segmentada sociedad boliviana. Ya estaba bien preparado cuando el Movimiento al Socialismo (MAS) le ofreció la candidatura a la Vicepresidencia junto a Evo Morales. Desde entonces ha jugado un rol muy importante en la construcción de la nueva sociedad en que está empeñado el pueblo boliviano. Pero, además, García Linera es considerado hoy uno de los más destacados intelectuales revolucionarios del continente.
Vienen los saludos y sonríe cuando le comentamos los conflictos que tienen lugar en Bolivia. “Somos una sociedad en movimiento -dice-. Se trata de tensiones creativas. Algunos problemas tienen que ver con el ciclo de expansión económica que vive Bolivia. Se trata de querellas en torno al excedente generado por ese ciclo. Ninguna de las movilizaciones pone en duda el liderazgo del presidente ni el horizonte de época que ha abierto este proceso y la nueva Constitución. Por eso abordamos estos conflictos democráticamente, con optimismo. Siempre existirá el riesgo que sean utilizados como palancas de la contrarrevolución. Pero a la vez son expresiones del dinamismo necesario de la sociedad. En Bolivia el lenguaje de la movilización es un lenguaje cotidiano”.
El vicepresidente de Bolivia toma asiento y enfrenta el cuestionario de Punto Final.
Leímos en un trabajo suyo (Las tensiones creativas de la revolución) el concepto de “republicanismo comunitario”, aplicado al proceso de Bolivia. ¿Podría explicarnos los alcances de ese concepto?
“Hay que reivindicar el concepto de la república como res-publica, es decir ‘cosa pública’, lo que es de interés de todos los ciudadanos. El concepto de república nace precisamente frente a las miradas corporativas y patrimoniales que se tenía del poder en la Edad Media. Tanto la revolución francesa como luego la revolución inglesa reivindican el concepto de lo público. O sea el tipo de cosas que nos hacen sentirnos partícipes de una comunidad. No es solo un tema espiritual, un tema de cultura o idioma, ni siquiera de instituciones. El republicanismo comunitario tiene que ver con el rescate de los patrimonios comunes de las sociedades que nos unen y nos hacen partícipes de un destino compartido. Esos patrimonios comunes son intangibles: sentido de pertenencia, idioma, cultura que se va construyendo; pero también bienes tangibles: los recursos públicos, los bienes estatales, los recursos naturales, el agua, la tierra, el gas, el petróleo, el cobre… Bienes públicos, de todos.
Esa es la base material del republicanismo, a eso me refiero cuando hablo de republicanismo comunitario, que reivindica el concepto de la propiedad y la posesión común de bienes comunes, en torno a los cuales se organizan las instituciones, los poderes, los mecanismos para la toma de decisiones. Reivindico este concepto frente a un republicanismo liberal que se ha dedicado a descuartizar al Estado a entregar la res-publica a las empresas extranjeras, a los privados, en circunstancia que pertenece a todos.
Ser republicano es ampliar los bienes comunes de la sociedad, expandirlos e irradiarlos, entregar a todos los bienes de la sociedad, los bienes materiales e inmateriales, pero en particular los materiales, la salud, la educación, los recursos naturales, las empresas públicas, el uso de los impuestos. Todo es de nosotros. La sociedad tiene que organizarse en torno a la gestión y organización democrática de esos bienes comunes. En la aplicación de este concepto me enfrento a la idea de república sólo como separación de poderes. Eso es una mirada mutilada de la república. Claro que tiene que haber separación de poderes, aquello es un tema institucional de la administración del bien común. Pero, ¿para qué sirven los poderes separados cuando ya no se tiene nada, cuando lo han privatizado y extranjerizado todo? Eso no es república. República es la ampliación permanente de lo que nos pertenece y administramos en común.
Hoy es tiempo de república y de republicanismo, pero comunitario. En verdad el concepto lo acuñan Tony Negri y Michael Hardt en su libro Commonwealth. Y lo utilizo para reivindicar una idea nueva y distinta de republicanismo, frente al republicanismo liberal que simplemente es un espectro de república. Si usted no es dueño de nada, si no participa en nada de lo que es común, si le quitan la educación, la salud, el trabajo, los recursos naturales, eso no es una república: es un Estado patrimonial, un Estado familiar”.
CONFLICTOS EN EL SENO DE UNA REVOLUCION
¿En qué forma se está resolviendo en Bolivia la contradicción -que usted señala en ese trabajo- entre “la necesidad y voluntad de industrialización de las materias primas, y la necesidad del Vivir Bien”?
“Ese texto visibiliza este tipo de visiones, los conflictos propios de un proceso revolucionario inédito que no lo encontramos en las reflexiones que vienen de otras revoluciones. Ese debate no está en Lenin; el tema de la destrucción de la naturaleza, de la madre tierra, no era tema del debate de entonces. No es que lo soslayaran, pero no habían aflorado las condiciones para que emergiera el debate. El capitalismo aún estaba en la etapa de la irrupción de las fuerzas productivas, no de las fuerzas destructivas que aparecen en los últimos 60 ó 70 años.
En el caso de nuestra experiencia revolucionaria, emergen una serie de temáticas muy vitales, nuevas, y no hay apoyo en la reflexión directa de los revolucionarios. Nos toca a nosotros producir ideas, imaginar salidas revolucionarias y creativas a nuestros problemas. Una de esas es precisamente la necesidad que tenemos como sociedad y como país de generar riqueza. Bolivia hace 6 años tenía un 49% de su población en la extrema pobreza. Encontramos un país desvertebrado que ha perdido la mitad de su territorio, pues no conocía su territorio y dejó que fuerzas externas ambiciosas, acompañadas de actitudes entreguistas de elites locales, se lo arrebataran.
Este país necesita generar riqueza en todo el sentido de la palabra. Pero a la vez generar riqueza afecta a la naturaleza. En nuestro caso venimos de una raíz con profundo respeto por la naturaleza. Somos una civilización andino-amazónica, que nos ha heredado como visión de futuro que no se puede construir una sociedad de bienestar sino en diálogo armónico con la naturaleza. Entonces se produce una tensión: la generación de riqueza, de valor agregado, la industrialización es necesaria para superar la pobreza. Pero a la vez hay que preservar y conservar la naturaleza. Se presenta como una contradicción, una contradicción viva, creativa. Son tensiones creativas que permiten avanzar en nuestro proceso, industrializar pero de otra manera, menos destructiva, de una forma lo más respetuosa posible de la ecología, del medioambiente. Es más costoso, más lento, es más difícil. Es una contradicción viva, y su síntesis positiva surgirá sobre la marcha, hay que vivir la contradicción.
Obliga a construir modalidades distintas de modernidad. Una modernidad no destructiva del medioambiente y un respeto medioambiental que no sea contemplativo. La otra opción es el retiro espiritual, convertirnos en una especie de zoológico donde los seres humanos estamos ahí, en una situación de naturaleza, mientras el resto del mundo satisface sus necesidades y nosotros protegemos los bosques. El país completo no puede ser un santuario de la naturaleza. No podemos convertirnos en guardabosques de otros, preservando la naturaleza que otros han destruido. Tenemos que industrializarnos sin destruir.
Este es un aporte de nuestra revolución. Frente a la crisis medioambiental planetaria, la revolución debe recoger este nuevo reto. Somos vanguardistas en este tema. Se comienza a debatir -con complicaciones y luchas- estos conceptos. Estamos obligados a generar teoría y práctica, a avanzar un paso más allá de lo creado por los grandes teóricos y conductores revolucionarios. Una mirada estrictamente industrialista olvidaría la herencia comunitaria que es nuestra fuerza vital. Una mirada estrictamente medioambientalista caería en la trampa de las fuerzas contrarrevolucionarias que quieren que este proceso no satisfaga necesidades básicas de la población, para que la gente reclame al gobierno por no haber satisfecho sus necesidades básicas”.
¿SOCIALISMO O CAPITALISMO DE ESTADO?
Hay economistas críticos de los procesos en países como Bolivia. Sostienen que se trata de experiencias de un capitalismo de Estado muy distantes de los objetivos comunitarios o socialistas que esos gobiernos dicen perseguir. ¿Qué responde?
“De manera esquemática: frente al capitalismo planetario la única otra civilización o modo de organización y distribución de la producción, es el comunismo. Y el comunismo no se construye en un solo país ni se hace en cuatro años. ¡Ojalá se pudiera! Lo que hay entre la civilización capitalista como modo de producción, de consumo y cultura, y el comunismo como modo de producción, modo de cultura, es lucha intensa, infinita, diversa, por múltiples medios entre un capitalismo poderoso y gotas que se van juntando para crear pequeños riachuelos de comunitarismo. Es lo que pasa en Bolivia. El mundo es capitalista, y le piden a un país de diez millones de habitantes que construya el comunismo en cuatro o cinco años. Lo vamos a hacer, pero todos. El comunismo lo construiremos todos los pueblos, en lucha simultánea; lo que puede hacer Bolivia hoy en medio de esa predominancia planetaria del capitalismo, es desplegar iniciativas, tendencias, gotas, pequeños hilos de comunitarismo que van y vienen, avanzan y retroceden, que se detienen y vuelven a emprender la marcha.
El Estado está generando riqueza en Bolivia, si lo nuestro fuera capitalismo de Estado el objetivo sería la generación de más capital, expansión ilimitada de la ganancia, eso es capitalismo de Estado. En Bolivia, ¿qué hace el Estado con la riqueza que genera por vía de la renta gasífera? La entrega socialmente, convierte el valor de cambio en valor de uso, lo transfiere directamente a la sociedad. No toma el dinero para convertirlo en capital. Por el contrario, lo convierte en valor de uso, en satisfacción de necesidades básicas mediante rentas, bonos para los pobres, los sectores vulnerables, los campesinos. Son transferencias directas. El Estado boliviano no actúa como un capitalista, ni como un empresario colectivo que es la idea del capitalismo de Estado. Actúa como factor que genera riqueza para convertirla en valor de uso.
¿Qué hace el Estado con el dinero? Regula el mercado, cambia las reglas del mercado, tasas de cero interés en créditos, control de precios de alimentos, obliga a los empresarios a respetar una banda fija de precios con los productos alimenticios, y si la traspasan, impide sus exportaciones. Combate con armas deficientes, pero combate la lógica del mercado, del valor que se autovaloriza, del capital que se autoincrementa, para introducir otra lógica: el valor de uso por sobre el valor de cambio.
Claro que subsisten reglas del mercado, pero en aspectos decisivos como el crédito para el pequeño campesino funciona otra lógica, no la del mercado: la de necesidad por sobre la acumulación.
Aunque no producimos petróleo (producimos gas), las tarifas del transporte y los precios de los combustibles están subvencionados. Por regla del mercado la gasolina debería costar lo que en Chile o Perú, tres veces más de lo que cuesta aquí. La tarifa de la electricidad está congelada, a 1/5 de lo que debería costar. Esto es lo que puede hacer el Estado, introducir políticas de valor de uso, en el sentido marxista, por encima de las políticas de valor de cambio en ciertos aspectos de las necesidades básicas”.
HERENCIA DE LOS LIBERTADORES
Vivimos en América Latina el Bicentenario de la Independencia. ¿Cuáles son las tareas a desarrollar para profundizar la lucha independentista?
“Hay que rescatar del movimiento emancipatorio la visión continental de la lucha.
Hace años hablábamos del continente y no era más que una esperanza moral, no tenía base. Por primera vez en 200 años la idea de imaginarnos como un Estado continental de muchas naciones comienza a tener una base material. Esto se ha dado en los últimos años y se basa en que somos un continente que ha abordado de distinta manera la crisis mundial. En la mayoría de nuestros países, con excepción de uno o dos, tenemos un crecimiento muy interesante. Pero además una conciencia extendida de que el continente está ubicado geográficamente en un lugar privilegiado. Cuenta con recursos estratégicos fundamentales para la economía del siglo XXI: materias primas (minerales, gas, petróleo), alimentos, biodiversidad, agua; una parte importante de su población joven está formada académicamente. Es una situación excepcional que constituye la base material para que nuestros deseos y esperanzas de hace años se hagan realidad.
Pero además, el mundo en crisis se está moviendo a partir de los Estados continentales. Europa a su modo, EE.UU. a su modo, China a su manera. Es el siglo de los Estados continentales y América Latina tiene que verse a sí misma como un Estado continental, en su interior están las naciones-Estado, con su ámbito de soberanía y culturas específicas, pero con ámbitos supraestatales que pueden ser administrados continentalmente y que nos convertirían en una región que no se vea arrastrada por la globalización, sino que sea capaz de reorientar los términos de la mundialización. Son los temas que tienen que reflexionar nuestros países. Pero hay todavía miradas muy conservadoras. Aún no ven que el futuro de sus países no está de espaldas al continente. Otros países tienen una mirada mucho más progresista y futurista. Es la Izquierda la que tiene esta mirada, no solo en términos ideológicos sino también materiales y geopolíticos. Son los sectores más conservadores los que tienen una mirada retrógrada, decimonónica. Hay que dar el salto al siglo XXI, el siglo del continente. Tenemos que impulsar megaproyectos de articulación regional y ejecución continental. También en el uso de las materias primas, del agua, en la biodiversidad, en los alimentos. Hay ciertos ámbitos que deberíamos comenzar a planificar en conjunto y que tienen que ser regulados continentalmente.
Ojalá que el Bicentenario no sea sólo un buen desfile o un bonito discurso patriótico, sino un hecho más real, más material y práctico.Si no nos vemos así, estaríamos burlándonos del legado de nuestros libertadores”.
SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
El socialismo ha sufrido enormes fracasos que plantean la necesidad de construir un sistema de ideas capaces de movilizar un nuevo ciclo de luchas. ¿Cuáles deberían ser los elementos fundamentales a considerar?
“Lo que hicieron nuestros antecesores fue muchísimo, pero tuvo un límite. Hay que valorar la grandeza de lo que hicieron y ser muy francos con los límites de esa grandeza, seguramente entonces insuperables. Lo construido y avanzado por ellos no fue suficiente, en realidad nunca será suficiente. Quizás estamos condenados a vivir oleadas revolucionarias, cada una sube un poco más hasta que se da el gran salto hacia una Humanidad emancipada. La historia no tiene otro destino que no sea la lucha, siempre la lucha.
Pero hay elementos nuevos que colocar en la agenda: el tema ecoambiental y la construcción de las sociedades poscapitalistas, es un elemento a rescatar; el núcleo está dado por los grandes fundadores. Lo mismo la autoemancipación, el control de la sociedad por los propios productores, la ampliación de lo común a todos los ámbitos de la vida. Esos son los núcleos, las ideas grandes e insuperables de nuestros tiempos, que siguen siendo insuperables.
Entre los elementos que ayudan a avanzar está la idea de la convivencia con la madre naturaleza, que el socialismo y el comunismo no están reñidos con la naturaleza sino que tienen que postularse en el ámbito del respeto a la madre tierra. Esto es un elemento fundamental. Otro: está en Lenin y en Marx pero ahora tiene una dimensión más clara, una visibilidad mayor: el protagonista de los procesos revolucionarios es la propia sociedad organizada.
Marx usaba un concepto olvidado: el partido en el sentido amplio del término. Hablaba del partido en el sentido del movimiento social de la época y del partido -en su sentido restringido- era la estructura partidaria, la Liga de los Comunistas, luego la Internacional.
Hay que rescatar el concepto marxista del partido en su sentido amplio, como movimiento de movimientos, que hace que la sociedad sea protagonista, y no de un partido específico portador de una doctrina. Rescatar el movimiento de los movimientos sociales que asumen el control de sus destinos, con sus altibajos, con sus miradas universalistas, con sus miradas corporativas, pero en definitiva como los protagonistas.
Este es un elemento a rediscutir, el del sujeto y el conductor de la revolución. Tercer elemento: ser respetuosos de la vitalidad cultural de las sociedades, no hay molde único, no hay ruta única, no hay un modelo a seguir. Hay múltiples modelos de revolución, de transformación, de lucha contra el capitalismo, todos válidos. Son parte de los riachuelos que desembocan en un mismo torrente. No hay que imponer una sola vía, un solo método, una estructura. Una revolución es duradera en la medida que se enraiza en el espíritu de cada sociedad, en su herencia, sus tradiciones, en las potencias comunitarias de esas tradiciones. Cada lucha tiene que contener el espíritu de su sociedad, su cultura y experiencias, sus discursos, sus lenguajes. Hoy podemos ver más allá en los problemas de la revolución, gracias a lo que otros han hecho”.
FRANCISCA CABIESES MARTINEZ
En La Paz, Bolivia
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 769, 26 de octubre, 2012) revistapuntofinal@movistar.cl
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