Documento sin título
Buscar |
|
último Editorial |
|
Patricia Bravo |
|
Carta al director
|
|
Ediciones
Anteriores. |
|
En
Quioscos |
|
Archivo
Histórico |
|
Publicidad del Estado |
El fallo de la Fiscalia
 |
Regalo |
|
|
Control remoto
Periodismo de trinchera
Hace poco hablaba con algunos colegas acerca de lo que hoy significa ser periodista no tradicional. Y no se trata de una pose ante el oficio añejo de enlazar en palabras o mensajes algo tan simple como el mandato supremo de acercarse a la objetividad sin presiones ni vendas en los ojos.
Quedamos menos, es cierto. Los sueldos son más bajos, las garantías mínimas, y nos ronda la inestabilidad. Aún así, no es pretensioso decir que dedicarse a los medios de “resistencia” -como se les denomina- está lejos de ser un sacrificio de izquierdista antisistema por puras loas y cero reconocimiento profesional. En primer término, porque a uno le basta ver las caras de los que pertenecen al periodismo tradicional para entender que siempre envidiarán esa libertad de expresión que en otros lados viene vedada por norma.
Ser periodista de trinchera no es pararse ante un gobierno con palabrería crítica y despotricar visiones paralelas desprovistas de verdad. Por el contrario, es tener la mente abierta, la posibilidad innata de acudir a lo más rebuscado para darle una mano a las coberturas del monopolio, casi siempre carentes de profundidad, amplitud de versiones o de miradas contradictorias.
Ser de trinchera está lejos de crear pasquines con verso fácil, jocoso, que apela a la simplicidad o a la mofa creativa que adolece de espíritu real. Ser de trinchera es juntarse en una reunión de pauta sin chaquetas de alta costura, sentarse en el suelo de un departamento vacío -como en aquellas notables juntas editoriales del Diario Uno, un proyecto abrazable y querible pese a su desaparición- y discutir cada una de las temáticas sin el sesgo de lo que le corresponde a cada uno.
Ser de trinchera es tirarse las perspectivas a la cara, sin filtro y aportando al enriquecimiento del contenido. Es juntarse luego en una mesa amiga o entrelazarse en conciencias comunes a la semana siguiente que te lanzaste los zapatos por la cabeza defendiendo tu punto de vista. El periodista de trinchera sabe que tiene que superarse a sí mismo, que su producto es la búsqueda por sobre el formato, que una imagen no vale más que mil palabras concretas y bien urdidas.
Ser de trinchera es desterrar al editor empaquetado y ceñido por la escuela complaciente para darle cabida al ladino inquieto que te entrega el tenedor y el cuchillo en vez del plato servido en la mesa de las noticias. Ser de trinchera es no querer callar, es buscar el aporte en cada paso, en cada tipeo del teclado, en cada hecho que se sale a remover en la tierra con la obligación de darle un vuelco, una observación diferente, un aplomo en cada línea de ese mensaje que se intenta dar a conocer.
El periodista de trinchera no se vende a poderes corporativos y con suerte, los usa para su fin mayor, la justicia social. Ser de trinchera es desvincularse de hecho con toda maquinaria partidista y coludida con el poder. Al de trinchera lo respetan más aunque obtenga menos. Quien ejerce esta rama del periodismo se forja por sí solo en medio de cánones establecidos para que el sistema siga funcionando como mejor le conviene al más rico o influyente.
Pertenecer a esta parte del gremio es adentrarse en mundos donde los demás no quieren, pues embarrarán sus zapatos hasta que se dan cuenta que son parte de ese mismo lodo. No hay bonos ni regalías a fin de mes. Sólo hay logros pasajeros, escritos destacados o momentos que quedan en la memoria del orgullo personal y serán como un simple método de reconocimiento a una función social casi siempre desconocida. La meta siempre es mayor y anónima. Se trata de aportar al entorno en que uno se desarrolla, sin pasarlo por alto como una mera pieza del engranaje mayor.
Conseguir un dato cuesta el doble, amarrar una entrevista es enfrentarse a más burocracia. No hay prestigios institucionales falsos detrás. El periodista de trinchera muchas veces regala su talento pero nunca lo arrienda a los que quieren amoldar los medios de comunicación como si se tratase de una plataforma para colar la agenda de acuerdo a sus burdas preferencias.
Si quieres ser periodista de trinchera y escribir en medios como éste, debes renunciar al estatus mal ganado de profesional de la información. Acá te rascas con tus propias uñas y no con las de un superior de más peso. Eres bueno o eres del montón y cuando te sientes bien en ese mundo de mediocridad, es porque decidiste dejar la lucha que juraste defender en el origen.
Medios como los que acogen a los periodistas de trinchera no esperan masividad. Sólo quieren dar una mirada menos acotada de los hechos. Se rebuscan dentro de un espectro más bien cómodo y simple. Y allí está el premio final. Alcanzar el grado de trincherista va de la mano con ser combativo por esencia. Y finalmente, el periodista de oficio sabe cuál es el motor que lo termina moviendo: la verdad. Quienes lo viven una vez jamás pueden abandonarlo. Porque entienden de qué se trata pararse en este lado de la vereda.
Ricardo Pinto Neira.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 751, 20 de enero, 2012).
revistapuntofinal@movistar.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org
|
Punto Final
|