Edición 722 desde 12 al 25 de noviembre de 2010
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Habla Rafael Bielsa, su ex canciller:
 “Kirchner se animó a derribar estatuas”

Pasadas tres semanas de la súbita muerte del ex presidente Néstor Kirchner, asoman algunas voces que -en medio del terremoto político y emocional que aún perdura- se detienen a analizar su personalidad, su obra, legado y el futuro del país. “Uno de sus méritos fue derribar estatuas que no merecían pedestal”, reflexiona, en conversación con Punto Final, Rafael Antonio Bielsa, su ex canciller (57, casado, cuatro hijos), aún con mucho dolor por la pérdida de quien él considera un compañero, un jefe y un amigo. Asegura que no lo sorprendió la impresionante multitud, en especial de jóvenes, que lloró y vive en duelo por Kirchner: “Cuanto más joven y puro, y cuanto más pobre y desvalido es quien recibe bienes políticos y bienes de subsistencia, más agradecido se muestra”.
Para Bielsa, uno de los aportes del ex mandatario fue usar la política “para recuperar la dignidad de todos los argentinos sin exclusiones, por encima de la política de los contadores y de los tenedores de libros”. Valora que Kirchner asumiera “que las acciones de gobierno deben ser propuestas de lo improbable, más que administraciones de lo posible”. Sin duda, toda una definición que cuesta entender en un país que -como Chile- ha tomado decisiones como aplicar justicia “sólo en la medida de lo posible”.
Abogado, político, poeta, escritor y ensayista, Bielsa fue canciller de Kirchner entre 2003 y 2005 y su nombre sonó insistentemente como uno de sus probables asesores en temas internacionales, cuando al ex jefe del Estado lo eligieron secretario general de Unasur. Rafael Bielsa es, además, hermano mayor de Marcelo, el exitoso ex entrenador de la selección chilena de fútbol.
¿Se sorprendió de ver la reacción popular, masiva y contundente, por la muerte de Kirchner?
“No, no me sorprendió en absoluto. Quien, como yo, callejea como modo de aprendizaje, sabe que una cosa es la opinión pública y otra cosa es la opinión publicada. Sabe que cuanto más joven y puro, y cuanto más pobre y desvalido es quien recibe bienes políticos y bienes de subsistencia, más agradecido se muestra. Sólo aquellos que presumen de tener una ética y una estética excluyentes, creen que son merecedores por destino de lo que los beneficia por acción de gobierno. No me sorprendió, y sentí la gratitud en ese amor y emoción popular. Es lo que sentimos quienes somos parte del pueblo, tenemos sentimientos análogos”.
¿Cómo se explica esta respuesta del pueblo argentino? Al funeral concurrieron masiva y organizadamente muchachos y muchachas que antes hicieron suya la consigna “que se vayan todos”, y hoy lloran a un líder.
“El explicable dolor por la muerte de Néstor me impide pensar con claridad. Lo que pude observar es que había gente de veinte a treinta y cinco años, y de más de cincuenta. La peor derrota que infligió al campo popular la década neoliberal de Menem fue el retroceso cultural. Quienes frisaban la veintena por entonces, aprendieron que había que ‘salvarse solo’, que el atajo era el mejor camino, que parecer era más importante que ser. Ellos faltaron y, lo digo con pena, se perdieron esa misa laica hecha con emoción, consignas y banderas”.
¿Cuáles fueron los grandes méritos del gobierno de Néstor Kirchner y del proceso iniciado en 2003?
“Difícil de enumerarlos todos. En lo conceptual, hacer política -entendida como voluntad de cambiar la realidad- para recuperar la dignidad de todos los argentinos sin exclusiones, por encima de la política de los contadores y de los tenedores de libros. Asumir que las acciones de gobierno deben ser propuestas de lo improbable más que administraciones de lo posible. Derribar estatuas que no merecían pedestal. Liquidar mitos urbanos, tales como que ningún presidente democrático resistía tres portadas adversas del diario Clarín. Ensanchar la agenda ciudadana y transformar el dicho ‘de eso no se habla’ por ‘hablemos de lo que hay que hablar’. Es lo que se me ocurre ahora, en un día que no es de los mejores”.
¿Qué cree que va a pasar en el país, en el gobierno, en el Partido Justicialista y en el Frente para la Victoria, el partido creado por Kirchner?
“El ciclo de gobierno 2003-2011 enfrentó intereses, y con el instrumento de un Estado puesto en valor trató de arrebatarles la potencialidad hegemónica. En Argentina, quienes apoyen estas políticas van a acompañar al gobierno de Cristina Fernández; quienes no las apoyen, estarán trabajando políticamente para un proceso de restauración. Esto es objetivo, indiscutible. Los instrumentos electorales que se manifiestan en expresiones partidarias van a ser lo que son en realidad: apenas articulaciones electorales aptas para las urnas; nada más que eso. Lo esencial es a cuál de los dos caminos remiten”.

Cristina: dolor e hidalguía

¿Cómo ha visto a la presidenta de la Nación?
“Lo dijo ella misma incomparablemente: ‘Este es el momento más doloroso, pero no el más difícil’. Dolor, dignidad, hidalguía, resolución, energía, convicción”.
¿Hace cuánto conocía a Kirchner? Muchas veces se dijo que ustedes eran amigos, háblenos de su relación.
“Lo conocí en 1989. Yo lo quería como a un hermano, pero no me gustaría apropiarme de sus sentimientos y hablar de un afecto recíproco. Nuestra relación era de hermanos: burlones en la alegría, juntos en la adversidad”.
¿Cómo fue trabajar con él? Como canciller fue testigo privilegiado de su concepción de la integración regional, un punto destacado por todos los presidentes latinoamericanos que viajaron al funeral.
“No creo que haya sido más difícil para mí trabajar con él que para él trabajar conmigo. Era inclaudicablemente exigente, insistente, persistente. La política exterior es una larga paciencia y él no tenía tiempo -ni nuestro gobierno las espaldas muy anchas- cuando asumió.
Los ejes eran relacionarnos multilateralmente, con la premisa de que tener buenos vínculos con un país no presuponía heredar ni a sus amigos ni a sus enemigos. Trabajar para parecernos más a los países que se nos parecen en lugar de sobreactuar para parecernos a aquellos de los que estamos lejos. Como presidente al que la economía distaba de serle ajena, sabía que poca cosa más se puede decir del futuro, que sin volumen continental no hay relieve mundial. Teníamos un lema: ‘Integración o intrascendencia’”.
¿Cuándo fue su último encuentro con él? Hay versiones de que Kirchner lo consultaba en varias materias.
“No recuerdo ni deseo recordarlo. En algún sentido, estoy en diálogo constante con él. Sería presuntuoso decir que me consultaba. Lanzaba algún tema al fuego del debate, intrascendente, como quien no quiere la cosa. Pero a medida que la conversación avanzaba, en algún momento hacía su aparición lo que en ese momento para él era crucial, como un rubí en un estuche de palabras pasajeras. Escuchaba con una atención hipnótica y si uno tenía la suerte de haber dado en el clavo, se enteraba al día siguiente en los medios de comunicación. Rara vez elogiaba, y menos veces todavía daba la impresión de que le gustara que lo elogiaran a él. No apreciaba que se hicieran comentarios sobre aspectos personales de su vida”.
¿Qué los unía? Se sabe que Kirchner era fanático del fútbol, ¿a su hermano Marcelo lo conocía?
“Sí, a Marcelo lo conoció personalmente en ocasión de un acto de campaña que hicimos en Argentinos Juniors, al que me acompañó mi hermano. No sé si hubo algo que a Néstor lo uniera conmigo. Como dijo uno de los sacerdotes que rezó su responso, ‘hay quien muere, y quien da la vida’. Precisamente esa prodigalidad con la que se entregó a la construcción de la Argentina que soñaba, con argentinos dignos, me unía a él. Por eso es que su desaparición física me da la sensación de que, en mí, envejecieron mis lazos con la política. Vivió en permanente combustión interna y no será su muerte quien apague ese fuego”

PAULA CHAHIN
En Buenos Aires

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 722, 12 de noviembre, 2010
punto@interaccess.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.or

 

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