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Perfil de doña Javiera Carrera
Autor: VIRGINIA VIDAL (*)
(*) Autora de Javiera Carrera Madre de la Patria, RIL Ediciones, 2010.
Hace doscientos años muchas mujeres abrazaron con pasión la causa de la Independencia. Sin ir más lejos, doña Luisa Recabarren, madre de muchos hijos, sufrió prisión mientras su marido -el doctor José Gaspar Marín- estaba exiliado. Prisiones sufrieron también Rosa Valdivieso -madre de Mercedes Fontecilla-, Ana María Pérez Cotapos... y más. ¿Por qué elegir a Javiera Carrera para escribir su vida? Fue protagonista política por un largo tiempo y dejó abundante testimonio escrito y tuvo el exilio más largo e ininterrumpido que ha sufrido una mujer chilena.
Javiera Carrera y Verdugo nació el 1º de marzo de 1781, en el bien avenido hogar de Ignacio de la Carrera y Paula Verdugo Valdivieso. Tres hermanos anteriores murieron a corta edad. Es la cuarta hija; será la mayor de otros tres.
Su permanencia en el convento del Carmen de San José, donde pide ser recibida en el noviciado, corresponde al ansia de mirarse a sí misma, pensarse, saber qué va a ser de su vida. Allí descubre que esa ansiada libertad no sólo tiene que ver con lo individual, sino con el país donde le ha tocado nacer. Ese importante proceso de pensarse a sí misma la conduce a una decisión: el matrimonio. Javiera se casa con Manuel de la Lastra y de la Sota en cuanto cumple los catorce años. Tiene dos hijos y a los diecisiete, queda viuda.
El segundo esposo de Javiera será el asesor de la Capitanía General de Chile y auditor de guerra, Pedro Díaz de Valdés; es bien acogido en casa de los Carrera aunque fiel e incondicional servidor de la Corona. Supo respetar la muy opuesta posición política de su mujer y de su familia política.
Javiera Carrera es la más importante escritora de la Colonia, después de la monja Ursula Suárez. Fiel cronista de la Independencia, es la primera escritora del Chile republicano. Su escritura revela las más ocultas facetas de su personalidad. Bella letra, segura, con el mismo ritmo. Siempre está mirando al futuro sin que la abandone el sentido de lo cómico. Tiene humor, picardía, capacidad de satirizar sin lástima a los enemigos. Maneja un gran rigor en las palabras, ni un adorno y mesura para referirse a sus sentimientos: no los oculta pero no los deja correr a rienda suelta. Cuando le escribe al marido le proporciona informaciones precisas para tranquilizarlo sobre los asuntos domésticos y enterarlo de los públicos.
La política: su pasión
La política es su pasión suprema. Con el correr del tiempo, su correspondencia no se limita al marido, sino que se expande al padre, hermanos, amigos, hijos. Esta correspondencia tiene un valor inmenso cuando no hay modo de dar a conocer los acontecimientos porque no existe la imprenta. Se convierte en cronista de la Independencia. Sus cartas son ricas en información de la conspiración, de las iniciativas de los patriotas, de la forma en que van minando el campo enemigo.
En 1810, Javiera tiene veintinueve años y en el mes de septiembre de ese año nace su hijo Pedro María de los Dolores. Este es el adorado Perico que la acompañará en el exilio, aunque tendrá que verse forzada a dejar a los mayores: Manuel y Dolores de la Lastra, y a Santo, Ignacio y la pequeña Domitila Díaz de Valdés Carrera.
En 1811, su hermano José Miguel Carrera regresa a Chile y no tarda en explicar con claridad que la causa criolla no tiene nada que ver con los ideales napoleónicos, pues su ideal revolucionario es ajeno hasta a la sola sombra de un monarca. Si analizamos su pensamiento, podemos llegar a la conclusión que es el primer héroe de la Independencia que concibe una patria sin reyes ni esclavos, una patria americana que no puede seguir ligada al poder español. A su retorno, Javiera debe afrontar un terrible dilema: su marido es realista, lo mismo su padre. Pero don Ignacio de la Carrera va a comprender los acontecimientos y a abrazar la causa de la Independencia por la decidida y valerosa acción de todos sus hijos, quienes se convierten en los protagonistas del ideario republicano.
Gobierno de Carrera
El año 1812 se inicia la puesta en marcha del formidable proyecto que pretende configurar una república avanzada progresista, con medidas absolutamente revolucionarias. En muchas de éstas se siente la influencia femenina. No cabe duda de que Javiera ayudó a implementar algunas iniciativas que se van poniendo en práctica. Es así como en su empeño por constituir la ciudad, José Miguel proclama el Bando de Buen Gobierno y el Reglamento de Policía, para hacer la ciudad digna de sus habitantes, contemplando en primer lugar el respeto a las creencias y a la vida humana, dictando luego las normas éticas de la convivencia armoniosa y descartando todo elemento promotor de violencia. En primerísimo lugar proclama el derecho humano a ser libre y a no ser vendido ni empeñado como sirviente ni esclavo. Decreta medidas de salud pública e higiene y para preservar el medioambiente. Proclama el deber de los médicos y cirujanos de acudir para atender a los pacientes postrados en sus lechos, “pobres o ricos”, sin discriminación. También se compra la primera imprenta. El 12 de febrero de 1812 sale a la calle la Aurora de Chile. En primera plana, un artículo sobre “Nociones fundamentales de los derechos de los pueblos”.
La Aurora de Chile del 21 de agosto de 1812 publica el decreto de educación obligatoria para las mujeres: “parecerá una paradoja en el mundo culto que la capital de Chile poblada de más de cincuenta mil habitantes, no haya aún conocido una escuela de mujeres […]el Gobierno ordena que a ejemplo de lo que se ha hecho en los Conventos de Regulares, destinar cada monasterio en su patio de fuera, o compatir una sala capaz para situar la enseñanza de niñas […]aplicando el ayuntamiento de sus fondos los salarios de maestras que bajo la dirección y clausura de cada monasterio sean capaces de llenar tan noble como indispensable objeto. Transcríbase al Cabildo y Monasterios e Imprímase (Prado, Carrera, Portales, Vial, secretario)”.
El Código Constitucional de las Provincias Unidas de Chile es claro para deslindar las responsabilidades de los tres poderes del Estado y su cumplimiento alejaría de cualquier tentación dictatorial: “Proteger la libertad de prensa, propiedad y seguridad individual, permitiendo que el pueblo pueda congregarse pacíficamente para suplicar por la reforma de los abusos, y de que pueda tener y llevar sus propias armas, en cuanto fuera compatible con la tranquilidad pública”.
Y contiene algo que jamás nadie podrá decir haya sido copiado de texto ajeno, el poder para “hacer reglamento sobre el comercio interior de las mismas Provincias, con naciones extranjeras y de indios”: la patria reconoce la autonomía de la nación originaria y los tratos con los mapuches serán de igual a igual.
El 26 de octubre de ese año se impone este Reglamento Constitucional Provisional, que terminará siendo conocido como la Constitución de 1812.
Tragedia de los Carrera
Con el desastre de Rancagua se produce la emigración y el triste exilio. También el destierro de Ignacio de la Carrera y otros patriotas a la isla Juan Fernández. Javiera, junto a sus hijos y cuñadas, aconsejada por su marido, se refugia en la hacienda de Chicauma, en Lampa. Pero no soporta el aislamiento ni sentirse ignorante total de cuanto estaba ocurriendo. Se rebela y toma la tremenda decisión de partir al exilio sólo con su hijito menor. Sin vacilar, le escribe a su marido una carta dándole a conocer su determinación: “Valdés: He llegado a este punto, por considerar que no era punto de seguridad Chicauma; me horroriza la conducta del Ejército Real: ¡Pasar por las armas a niños de pecho y a sus infelices madres! Temo, por cierto, un insulto. Sin embargo tú me dices que las mujeres no debemos opinar, tengo el derecho de ser Carrera. Por esto habrán despedazado mi casa. Ahora tú me harás la justicia de creer que paso a dejarte a ti y a mis hijos, por no preferir a otros como me has repetido con injusticia muchas veces, sino por la necesidad que me obliga el destino. Estaré en Mendoza, de allí nos trataremos por la pluma hasta que veamos lo que te parezca mejor. Como soy ingenua, te protesto. ¡Estoy traspasada de dolor! Cuídame a los hijos de mi corazón, a mi Domitila, que tantas lágrimas me cuesta. No veo el papel. Nuestro Perico, mi único consuelo, me lo llevo y cuido, tanto lo quiero. Adiós, adiós. Abraza a mis hijos con toda la ternura que a ellos y a ti profeso. Tu Francisca Javiera”.
“Como soy ingenua, te protesto”: encara a su marido como ingenua, término jurídico que significa haber nacido libre, no haber sido jamás esclava de nadie. Tampoco él debe olvidar que ella, por ser Carrera, ha tenido parte activa en esa revolución y es responsable política tanto en la gloria como en la derrota. Luego de enviada esa carta, parte dejándolo todo atrás, única manera de dedicarse por entero a recuperar la patria perdida.
El exilio la obliga a escribir sin medida informando de la situación, de los planes y demandando información. Javiera, la primera en saber la prisión de sus hermanos, le avisa a José Miguel, sin disimular (...)
(Este artículo se publicó completo en “Punto Final”, edición Nº 720, 15 de octubre, 2010)
punto@interaccess.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org
FOTO: DOÑA Javiera Carrera y Verdugo.
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Punto Final
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