Documento sin título
Buscar |
|
último Editorial |
|
Carta al director
|
|
Ediciones
Anteriores. |
|
En
Quioscos |
|
Archivo
Histórico |
|
Publicidad del Estado |
El fallo de la Fiscalia
 |
Regalo |
|
|
Grupo Luksic controla Canal 13
La TV como mercado
La toma de control de Canal 13 por el Grupo Luksic viene a cerrar un círculo y a cristalizar la comercialización de la televisión, proceso iniciado, reformulado y reforzado a partir de 1990, cuando se legisló para privatizar la televisión. La venta o traspaso del 67 por ciento de la propiedad de la emisora al Grupo Luksic, que pagó 55 millones de dólares a la Universidad Católica, dueña de Canal 13, no es un evento ni sorpresivo ni novedoso: se trata del destino natural de los medios de comunicación entregados al juego del libre mercado. Si bien no son todos comerciales, todos operan bajo estos criterios. Lo que se observa en la banca, las telecomunicaciones, la educación o la salud, entre tantas otras áreas de la economía, también lo vemos en los medios de comunicación. Mercado, comercialización, mercantilización.
La televisión se ha constituido en un muy rentable negocio, ligado de manera directa a la entretención -que en este formato es alienación-, y al consumo de masas. Pero no sólo es una buena fuente para generar dinero. Es también un medio de comunicación, una herramienta para influir en la opinión pública y en el comportamiento ciudadano. Que el inversionista que toma el control de Canal 13 sea uno de los principales grupos económicos del país con posiciones en sectores clave de la economía, no es una simple circunstancia: revela la importancia que tienen los medios de comunicación para representar los intereses del poder. Y qué poder más evidente y activo que el económico.
La competencia por los mercados se reproduce en la televisión. Hace un par de meses, la abortada venta de Chilevisión al fondo de inversión Linzor Capital lo señaló con claridad: la televisión atrae a los inversionistas que buscan negocios de alta rentabilidad, como los supermercados, los artículos de consumo masivo, la telefonía, la banca… En el caso de Linzor, es como sus negocios en la entretención (cines Hoyts), en la salud (isapre Cruz Blanca) o en la educación (Universidad Santo Tomás). Da lo mismo el sector, lo atractivo es la rentabilidad.
El Grupo Luksic está no sólo en los sectores más rentables, como la banca y la minería, sino también más influyentes. Y si hasta ahora la influencia pública y privada ha sido más o menos oblicua, a partir de ahora, con un canal en las manos, será directa. Recursos financieros no le faltan a este gigantesco conglomerado para colocar al Canal 13, ahora sin la ambigua cortapisa moral de la Iglesia Católica, en la dura competencia por el rating y los ingresos publicitarios.
Múltiples observadores han comentado sobre la pérdida en el rating y la pesada deuda de la emisora católica. Y se han preguntado si son efectos de una mala gestión o del perfil conservador de los dueños del canal, ajeno a las demandas del espectador. Aun cuando las teleseries y reality shows no han tenido una misión evangelizadora, es posible que el público masivo, el que mueve las estadísticas de audiencia y los millones de la publicidad, busque otra cosa, que sí entrega la competencia. Basta ver los programas más populares de Chilevisión, TVN y Mega para comprender lo que quiere la gente. Aquí está el negocio, éste es el mercado.
Farándula, audiencia
y publicidad
Si observamos los principales programas de la televisión abierta veremos que tiene un evidente sesgo de entretención. En abril pasado, el rating estuvo liderado por la teleserie nocturna de TVN “Conde Vrolok”, con un promedio de 10,6 puntos. Le siguió “Fiebre de baile”, de Chilevisión, con 9,1; el reportaje “133, Atrapados por la realidad” de Mega, con 8,4; el informativo de TVN “24 Horas”, con 7,9 puntos; la telenovela de Chilevisión “Mujeres de lujo”, con 7,8; el reportaje “Esto no tiene nombre”, de TVN, con 7,7; “Chilevisión Noticias”, con 7,5 y “MegaNoticias”, con 7,4 puntos. Entre los diez primeros programas no aparece ninguno de Canal 13.
La pérdida de audiencia de Canal 13 ha llevado a una persistente merma de ingresos publicitarios, lo que llevó a la emisora a pérdidas financieras importantes el año pasado. A diferencia de canales como TVN, Chilevisión, Mega -e incluso los pequeños como UCV y Telecanal-, que tuvieron buenas ganancias, Canal 13 generó pérdidas por 3.662 millones de pesos. En la actualidad, este canal emblemático y líder hace sólo una década se ha recluido en el cuarto lugar de la audiencia, con sólo un 20 por ciento del mercado. ¿Motivos? Es posible argumentar múltiples causas, pero hay una que fluye con fuerza: los cambios en la sociedad chilena, la fuerza del mercado en la televisión y el obstáculo que ha significado la mirada conservadora de la Iglesia Católica.
Rodrigo Jordán, ex director de Canal 13 hacia finales de los años noventa, comentaba en una entrevista los profundos cambios que ha tenido la televisión durante los últimos años. Uno de ellos es la mayor y brutal competencia, la fuerte presencia del cable y el surgimiento de nuevas tecnologías. La televisión, explicaba Jordán en Vía X, hoy se presenta a través de distintas plataformas. Sin embargo, ante estas evidencias, persiste una pregunta: pese a la fragmentación de la TV en canales especializados en diferentes públicos o temáticas, el interés de los grandes grupos económicos por la televisión abierta es indudable. Como intento de respuesta, podemos decir que es atractivo el buen retorno publicitario que otorgan los programas de alto rating orientados al público masivo (impedimento que tuvo Canal 13) y también el futuro negocio de la TV digital, que permitirá emisiones en alta definición y, especialmente, más frecuencias. Pero hay, sin duda, otra respuesta: la enorme influencia que tiene la televisión abierta en el público masivo. La inundación de temáticas y opiniones genera climas de opinión pública que son útiles para el reforzamiento del statu quo económico y político.
Analistas comentan que la compra del canal católico ha sido una ganga. Tal vez lo sea si comparamos estos 55 millones de dólares con los 120 millones que pide Piñera por Chilevisión. Pero hay que considerar la pesada deuda y la persistente pérdida de sintonía. Pese a la oferta, ¿necesita el Grupo Luksic ingresar a la televisión para engrosar sus utilidades? El año pasado Chilevisión, el canal chileno con mejores resultados, ganó poco más de 14 millones de dólares, monto, podemos ver, que no se compara con los flujos del grupo Luksic: en 2008 tuvo ganancias netas por 1.400 millones de dólares, de las cuales una gran parte provinieron de sus negocios mineros y financieros.
Pero ingresa al negocio en un momento de auge. Porque la inversión publicitaria tiene buenas expectativas para este año. Tras haber caído durante los dos años precedentes por efecto de la crisis económica, la industria de los medios espera aumentar la inversión publicitaria que capta en un 6,5 por ciento, lo que la llevaría este año a casi mil millones de dólares. Si estimamos la fuerte presencia que tiene el Grupo Luksic en otros sectores de la economía y en el consumo de masas, no es difícil argüir que, tal como en tantas otras industrias y servicios, se caracterizará por la agresividad ante su competencia. Basta ver el comportamiento de algunas de sus principales empresas para corroborar esta afirmación. Entre enero y abril de este año el Banco de Chile, de propiedad del grupo de marras, aumentó sus utilidades más de un 40 por ciento interanual, al sumar más de 138 mil millones de pesos, con una rentabilidad sobre el capital después de impuestos del 31,6 por ciento (a la misma fecha de 2009 la rentabilidad fue del 18 por ciento).
Una TV para los grupos económicos
La pieza clave del Grupo Luksic es Quiñenco, sociedad desde la que se desprenden sus diferentes industrias y servicios. Entre ellas, Madeco, CCU, Banco de Chile y Telsur. En un área diferente está Antofagasta Minerals, la principal minera privada chilena, integrada por Minera Los Pelambres, Minera El Tesoro y Minera Michilla, todas de extracción de cobre además de molibdeno como subproducto. En 2008, antes de la crisis, el área minera del Grupo tuvo ventas por 2.407 millones de dólares, con una utilidad de 793 millones.
Canal 13, aun cuando sea un negocio menor para este conglomerado, será un instrumento para reforzar un modelo ya manoseado por los medios de comunicación: entretención, alienación y mucho consumo. Una fórmula perfecta que va de la mano de la banca y está íntimamente emparentada con las bases del modelo de libre mercado. Ya lo dijo Andrónico Luksic a minutos de firmar el contrato con la Universidad Católica: “Nos permite ingresar a un sector de las comunicaciones que tiene enormes expectativas de desarrollo a través de una marca, como es Canal 13, que fue pionera en Chile y que cuenta con un enorme prestigio en el país”.
Luksic no es el único grupo económico en la televisión chilena. Desde inicios de la década de los noventa tras Mega está el Grupo Claro (los herederos de Ricardo Claro). Entre sus principales activos está la Compañía Sudamericana de Vapores, la Compañía Metalúrgica Elecmetal, Claro y Cía., uno de los principales bufetes de abogados, y el 50 por ciento del banco Scotiabank. La otra gran sociedad del Grupo es Cristalerías de Chile, desde la que se desprende la Viña Santa Rita, Envases CMF y en el área de comunicaciones el Diario Financiero, Editorial Zig-Zag, revista Capital y Megavisión. El año pasado Megavisión tuvo utilidades por 5.114 millones de pesos y, como hemos visto, logró colocar su informativo entre los primeros diez programas más vistos. La influencia del Grupo Claro en la opinión pública es evidente.
Chilevisión, aún en manos del presidente Sebastián Piñera, lideró el año pasado las utilidades de la industria televisiva y logró ubicar a su informativo como el segundo espacio de noticias más visto en el país, sólo superado por “24 Horas” de TVN. Huelga repetir la importancia de esta emisora y su influencia en la opinión pública. No sólo ha conseguido comenzar a pelear por los primeros lugares del rating -ya en abril lideró la audiencia nacional-, sino que de forma directa o indirecta esta capacidad de influencia pudo instalar a su propietario en el palacio de La Moneda.
El otro grupo nacional que ha ingresado suavemente y con vistas hacia el futuro en el negocio de la televisión es el que dirige Alvaro Saieh. La reciente compra del Canal 22 de UHF por 2,5 millones de dólares apuesta al cambio desde la televisión analógica a la digital, la que augura nuevas posibilidades de negocios. Saieh, que es controlador de Copesa, es también dueño del banco Corpbanca y de la cadena de supermercados Unimarc, tiene una participación del 20 por ciento en la operadora de cable VTR y una proporción similar de la multitienda Ripley.
La influencia que ejerce el Grupo Saieh en la opinión pública es evidente a través del diario La Tercera, que compite mano a mano con la otra cara del duopolio informativo representada por El Mercurio. Junto a La Tercera, Copesa posee el periódico amarillo-farandulero La Cuarta, el Diario de Concepción, la revista empresarial Qué Pasa, la revista femenina Paula y las radios Duna, Zero, Carolina y Beethoven. La compra del Canal 22 le abre una brecha en la televisión.
La televisión chilena cierra su círculo de fruición comercial con la entrega de Canal 13 a un voraz inversionista, presente en el consumo de masas no sólo a través de su pieza clave que es el Banco de Chile, sino con otros negocios como la CCU y la producción de vino y pisco. Con esta operación no sólo la economía chilena vuelve a concentrarse. Son propietarios que controlan amplios sectores de la producción y los servicios quienes ingresan a los medios de comunicación, lo que lleva también a una nueva concentración de los mensajes, esta vez difundidos directamente por quienes detentan gran parte del poder económico e influencia en las decisiones políticas.
Con esta transacción, la libertad de expresión y el pluralismo sufren en Chile un nuevo retroceso. La única voz que oímos goza de un nuevo amplificador. Más mercado, más libertad comercial, más statu quo político y económico. Pensamiento único y diversión -un modelo de negocios ya desarrollado por Chilevisión, Megavisión y TVN-, que ha demostrado no sólo ser rentable, sino influyente en política y persuasivo para el consumo. Esta es la programación.
PAUL WALDER
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 716, 20 de agosto, 2010)
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org
punto@interaccess.cl |
Punto Final
|