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La mina San José era una trampa mortal
Cuando el
cerro cruje
Autor: ARNALDO PEREZ GUERRA
El 5 de agosto un derrumbe en la mina San José, a 50 kilómetros de Copiapó, atrapó a 33 obreros a unos 800 metros de profundidad, desatando una nueva tragedia en la dolorosa historia de la clase trabajadora chilena. Los mineros habían denunciado las precarias condiciones en que desarrollaban sus labores, pero no fueron escuchados. La mina San José había sido cerrada anteriormente pero el poder empresarial consiguió reabrirla, y continuó trabajando en las mismas condiciones. El obispo de Atacama, Gaspar Quintana, fue explícito: “Meterse a un pique minero es una aventura. La gente lo hace porque está desesperada por trabajo, porque tiene que mantener a una familia. Se meten en minas inseguras, donde no se respetan las reglas sociales. ¿Por qué hoy algunos chilenos son tratados como esclavos? Es una vergüenza como país… Nos llenamos la boca con el desarrollo, y ¿qué hacemos por solucionar esto, las autoridades, los empresarios? Estamos todos metidos en esto. Sabemos que ha entrado mucha plata en estos últimos años en la minería, pero ¿quién manda? ¿El que tiene más plata?”.
Los dirigentes del sindicato de la Minera San Esteban, propietaria de la mina San José, y de la Federación y Confederación Minera, declararon: “Los trabajadores somos ciudadanos y tenemos derechos. La enseñanza que nos deja lo ocurrido en la mina San José es que tenemos que hacer algo para mejorar las leyes laborales y las que rigen la seguridad minera. Este episodio trágico debe servir para cambiarlas”.
El presidente del Senado, Jorge Pizarro (DC), habló de “empresas inescrupulosas”, mientras el gobierno responsabilizaba a las anteriores autoridades. Los familiares de los mineros atrapados, en cambio, expresaron su indignación con las autoridades “de antes y de ahora”. El ex director regional del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), Rodolfo Díaz, fue categórico: “Le han endosado al Servicio una responsabilidad que no tiene. La seguridad es responsabilidad de las empresas. En la región ya van diez muertos en este año y diez víctimas el año pasado. Cada año ocurre lo mismo”. El ingeniero en minas y docente de la Universidad de Atacama, Raúl Fonseca, confirmó en El Chañarcillo que “el accidente evidencia una sobreexplotación indiscriminada. La faena colapsó por la falta de seguridad y la fatiga de material”.
Desde 2003 se venía denunciando la inseguridad en la mina San José y exigiéndose el cierre, tras un largo prontuario de infracciones laborales y accidentes. Pero en 2004, la Corte de Apelaciones de Atacama rechazó un recurso que interpuso el sindicato a raíz de la muerte del obrero Pedro González. En 2007, los trabajadores presentaron otra denuncia por la muerte de tres mineros. En los últimos años, los trabajadores Iván Toro y Yino Cortés -este último hace sólo unos meses- sufrieron graves accidentes en la mina San José.
Mortalidad laboral
en la minería
La minería es en Chile una de las actividades con mayor tasa de accidentes mortales. Según Sernageomin, en la última década han fallecido 373 mineros. Atacama es la región que registra más accidentes. Según la Superintendencia de Seguridad Social, 2009 concluyó con una tasa de 5,7 muertes por cada 100.000 trabajadores, situando a la minería como una de las actividades con mayor mortalidad. Sernageomin señala que entre 2004 y 2009 doce mineros murieron en Atacama y en lo que va de 2010 han ocurrido 31 accidentes. Pero en la región hay sólo dos fiscalizadores del servicio, hoy en crisis. Un estudio de la Dirección del Trabajo comprobó asimismo que entre los asalariados, los mineros cumplen la jornada laboral más extensa: 51 horas semanales (el promedio nacional es de 48,4 horas). Otro estudio, realizado por el banco suizo UBS, revela que los trabajadores chilenos son los que cumplen “las jornadas laborales más extensas del mundo”, lo que abre el camino a muchas enfermedades y accidentes del trabajo. En la Región de Atacama trabajan 25.657 mineros y en el país hay más de cuatro mil faenas mineras.
La Minera San Esteban, que explota cobre y oro, produce 1.200 toneladas de cobre fino al año y registra ingresos superiores a 8 millones de dólares. Sin embargo, tiene una compleja carga de deudas que comprometen su situación, colocándola al borde de la quiebra. En julio de este año ocurrió otro accidente en la mina San José. El obrero Yino Cortés sufrió la amputación de una pierna. En 2006, Fernando Contreras perdió la vida en otro accidente. En 2007, le tocó a Manuel Villagrán, que murió, mientras Héctor Avila sufría graves heridas por una “explosión de roca”.
La Federación Minera viene denunciando esta situación hace años. Su presidente, Cristián Arancibia, dice que hicieron ver a la autoridad el peligro de reabrir la mina San José: “Era una mina peligrosa, estaba comprobado. Por eso hay responsabilidades políticas tanto de la Concertación como de la Alianza. No ‘nos pescaron’ con nuestras denuncias y reclamos: porque los empresarios tienen más poder. Tenemos estadísticas globales de accidentes, 360 en los últimos 18 meses. Mueren trabajadores porque no se invierte en seguridad, mientras las empresas mineras aumentan la producción y sus ganancias”.
La Federación Minera agrupa a 23 sindicatos -unos 12.000 mineros-, y exige mejorar los estándares de seguridad y mayor fiscalización. “El Estado tiene que ponerle freno a las mineras que sólo quieren sacar ganancias a costa de los trabajadores”, dice el dirigente Miguel Barraza. Por su parte, Agustín Latorre agrega: “Esta tragedia pudo evitarse si las autoridades hubiesen oído a los trabajadores cuando denunciaron que no existían las condiciones de seguridad necesarias en la mina San José”.
Cristián Arancibia sostiene que el derrumbe del 5 de agosto se produjo porque la empresa no generó condiciones de seguridad para la vida de los mineros. “No se cumplían las normas mínimas que establece el Reglamento de Seguridad Minera. También fracasaron los organismos del Estado encargados de fiscalizar las faenas. Rechazamos la disyuntiva perversa de que ante fiscalizaciones u otras medidas de control los empresarios amenacen a los trabajadores con el cierre de las minas. Cualquier compañía debe considerar siempre como requisito esencial la inversión en seguridad de sus trabajadores”.
El cerro cruje
El Sindicato de la Minera San Esteban denunció en más de una oportunidad que “el yacimiento San José no contaba con vía de escape, ventilación y la fortificación necesaria”. El dirigente Javier Castillo anota: “Esta situación estaba en conocimiento de las autoridades del gobierno anterior y del actual… El cerro cruje desde hace meses: desde 2003 estamos denunciando que vivíamos una situación de alto riesgo”. El 1º de julio advirtieron en una entrevista al ministro de Minería que “el trabajo no podía ser a costa de cualquier cosa. Le dijimos que las deficientes medidas de seguridad en San José se arrastraban por años”. Patricio Leiva, subdirector de Sernageomin, autorizó la reapertura de San José tras aprobar proyectos de ventilación y electricidad y “el estudio geomecánico con sistemas de fortificación y monitoreo geotécnico”. Y puso otras condiciones que nunca se cumplieron, agrega Castillo. “Le dijimos al ministro que laborábamos en precarias condiciones y que en cualquier momento habría un accidente. En 2003 las autoridades no quisieron cerrar la mina a pesar de que se producían derrumbes. La Dirección del Trabajo la cerró finalmente en 2007 porque la mina no tenía una vía alternativa de escape… Si esa salida se hubiese habilitado, no tendríamos este drama”, dice Castillo.
Atrapados por
el capitalismo
La responsabilidad última de la tragedia minera es del modelo económico. Los dirigentes de Autonomía Sindical (trabajadores bancarios y del comercio, empleados particulares y trabajadores de Bata y otras organizaciones) declararon: “Todas las semanas cientos de hombres y mujeres de trabajo se accidentan con consecuencias de lesiones y muerte; la tragedia de la mina San José pone al descubierto, una vez más, que para los empleadores y autoridades importa la rentabilidad del negocio más que la integridad de los obreros. Sus utilidades son más importantes que los seres humanos que producen esa riqueza. ¿Sabe usted cuántos trabajadores mueren en la construcción, en la minería y en la industria?”.
La mina San José ha sido explotada por más de 120 años y el cerro muestra un evidente agotamiento: fracturas, mala ventilación, y caída de (...)
(Este artículo se publicó en “Punto Final”, edición Nº 716, 20 de agosto, 2010)
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