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Manuel Rodríguez,
mito de carne y hueso
Autor: ALEJANDRO LAVQUEN
El libro “Manuel Rodríguez, historia y leyenda” (RIL Editores) del poeta e investigador Ernesto Guajardo, nos trae de vuelta al mítico guerrillero en el año del Bicentenario. Una publicación necesaria debido a que la bibliografía acerca de Rodríguez, con respecto a otros próceres de la Independencia, es poco conocida. Por otro lado, su figura sigue generando polémica.
¿Por qué eligió como estructura del libro la recopilación y reproducción de artículos?
“El proyecto consistía en la elaboración de una bibliografía sobre Manuel Rodríguez. A medida que avanzaba, me daba cuenta que el material se encontraba muy disperso. Una gran cantidad había sido publicado en diarios o revistas hace muchos años. Comenzaban a surgir contradicciones e inconsistencias, lo cual me llevó a pensar en realizar una compilación crítica de fuentes bibliográficas y documentales sobre Manuel Rodríguez, como una confrontación de distintas versiones y, al mismo tiempo, permitir que esas fuentes fueran más accesibles”.
Luego de su investigación sobre la participación de Manuel Rodríguez en la guerra de Independencia, ¿qué porcentaje considera que existe de leyenda y cuánto de historia?
“Una estimación que se presuma exacta... Diego Barros Arana tuvo cuidado en su Historia general de Chile, cuando señala las fuentes que utilizó para escribir las páginas referidas a Rodríguez… En todo caso, la etapa de su vida menos estudiada es precisamente aquella en la cual predomina la tradición oral, el relato legendario. Esto corresponde al período de la Reconquista. No deja de ser extraño si se considera que de ese período se construyen la mayor cantidad de historias sobre Rodríguez. Así se forjó su imagen como guerrillero, y sus aspectos biográficos anteriores y posteriores pasaron a segundo plano. Esto es complicado porque quedó el relato legendario y no se investigó mayormente. Por ejemplo, Rodríguez organizó un servicio de informaciones y es necesario identificar a otros montoneros del período, sus enlaces o correos, sus refugios y desplazamientos, tipo de armas, etc”.
En cuanto a la identificación de las cualidades de Rodríguez con las del pueblo, como elemento de formación de la identidad nacional, ¿cuánto de veracidad hay en ello?
“Me parece aventurado buscar en un personaje histórico los rasgos de la identidad nacional, que es un proceso que se modifica en gran medida por razones políticas e ideológicas. No creo mucho en la postura esencialista, respecto de este tema. En todo caso, parte significativa de los cronistas y escritores han transformado en un verdadero lugar común la imagen de que Manuel Rodríguez es el ‘símbolo de Chile’, como escribió alguna vez Mariano Latorre. En el discurso decimonónico todos los héroes tienen algún ‘rasgo’ de la identidad nacional. Sólo hay que pensar en la figura de Arturo Prat y cómo se propone como ejemplo del deber.
Habría que partir por definir qué estamos entendiendo por ‘pueblo’. En general, se comprende como sinónimo de los sectores populares. Pero a inicios del siglo XX algunos afirmaban que Rodríguez representaba a los sectores medios. La vinculación con los sectores populares es algo que se va desarrollando con cierta solidez a lo largo del siglo XX. Es un proceso que, en cierta medida, pareciera estar intencionado desde algunos segmentos de la elite, para ofrecer una lectura de la historia patria más inclusiva. Una cosa son las lecturas políticas que hace la Izquierda y otra la recuperación de la figura de Rodríguez que hace la gente, quizás absolutamente ajena a estas discusiones”.
Rodríguez estudió leyes y ejerció cargos de gobierno durante la Patria Vieja, algo de lo que suele no hablarse. ¿Se rescata en el libro esa parte de la vida de Rodríguez?
“Efectivamente, es un período de su vida que pocas veces se investiga o comenta. Nuestra recopilación incluye una serie de artículos de Gustavo Opazo Maturana, en los cuales desarrolla de manera detallada la biografía de Rodríguez. De hecho, Manuel Balbontín señala que Opazo Maturana llevaba décadas investigando a Rodríguez. En esos artículos se encuentran muchas referencias a ese período de la vida de Rodríguez. En el libro también se reproduce el único trabajo existente sobre la vida de estudiante de Manuel Rodríguez, de Ramón Huidobro Gutiérrez, permanentemente citado pero que no había sido vuelto a publicar desde 1912. La investigación genealógica de Alvaro Castellón Covarrubias también entrega información detallada”.
Algunos historiadores, entre ellos Sergio Villalobos, plantean que lo que se habla de Rodríguez es “leyenda sin valor histórico”, incluso se refiere de algún modo despectivamente a él y no le asigna importancia como prócer.
“Villalobos no hace sino continuar la opinión de Francisco Antonio Encina y Joaquín Edwards Bello respecto de Manuel Rodríguez. Es curiosa la vehemencia con la cual Villalobos enjuicia la figura de Rodríguez, porque generalmente no ofrece razones documentales, más bien parece una molestia indirecta, como si le molestara lo que representa Rodríguez. Por ejemplo, en 1983 Villalobos dijo que si viviera Rodríguez ‘sería un extremista’, y a raíz de los intentos audiovisuales, ha dicho que Rodríguez sería parte de la farándula. Su opinión emplea la misma vehemencia que ocupa para referirse al pueblo mapuche. Las opiniones de Villalobos son más bien panfletarias. Mucho más seria es la visión crítica del historiador Leonardo León, que ha investigado y tiene un libro en preparación sobre los sectores populares en la guerra de Independencia”.
“Mal bicho”
Respecto a la muerte del guerrillero, ¿existen documentos o testimonios fidedignos que demuestren la responsabilidad de O’Higgins o San Martín en su asesinato?
“Documentos no existen, por razones obvias. Sí son muy citadas las cartas intercambiadas entre O’Higgins y San Martín. Hablan de Rodríguez como un ‘mal bicho’ al cual hay que aplicar ‘el remedio’. Además, existen las declaraciones de Antonio Navarro en el proceso judicial de 1823, y el testimonio de Diego José Benavente. Parece claro que (…)
(Este artículo se publicó completo en “Punto Final”, edición Nº 712, 25 de junio, 2010)
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