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“La casa de los espíritus”
abre sus puertas
ANA María Palma: la obra propone una opción de vida.
“Es una síntesis de lo que pasó en el siglo XX en América Latina”. Fue una de las razones que tuvo Ana María Palma para comprometerse en uno de los proyectos más interesantes de su carrera como actriz y gestora cultural: poner sobre el escenario una versión chilena de La casa de los espíritus. Basada en la novela de Isabel Allende, la obra muestra el recorrido de tres generaciones de la familia Trueba, encabezada por Esteban, un señor de horca y cuchillo, implacable defensor de los privilegios de los poderosos aristócratas y latifundista de la época. También incluye el despertar de la rebeldía popular, que culmina en un gobierno progresista posteriormente derrocado por un golpe militar, apelación histórica a lo sucedido en nuestro país y en toda América Latina luego que los uniformados se apoderaran del poder en defensa de los intereses de los ricos.
Pero hay otro motivo que sedujo a Ana María para actuar y producir este montaje: “Alude a lo que en parte yo he vivido en el siglo que pasó: los personajes de La casa de los espíritus son los que siempre supe que existían en Chile, cómo se expresaban, qué buscaban. Es una historia que habla de lo que estaba pasando en una época, además de ser la realidad que vivimos como país de 1930 a 1980. Una realidad muy distinta a las aspiraciones que teníamos entonces y que vivimos después”.
¿Cuál es la mirada, desde el momento actual?
“El ser humano, la gente del Chile de hoy, no quiere volver a las aspiraciones de esa época, a ese tipo de vida. En todo caso, nuestro mundo actual es de muchas diferencias sociales, muy autoritario, y tampoco lo quiere la gente”.
Estadounidenses de origen latino intervinieron previamente a este esperado estreno. Cuenta Ana María Palma que el administrador del Teatro de Repertorio Español, en Nueva York, Robert Federico, la invitó para interpretar a Clara en la versión en español -con traducción al inglés- de La casa de los espíritus, estrenada el año pasado con dirección de José Zayas.
“Lo encontré de locos: andaba sólo por unos días en Nueva York y aceptar el rol significaba ir a vivir allá, arrendar departamento, estar quince días y luego volver… Era maravillosa la propuesta. Pero todo muy improvisado… Igual le pedí el texto y cuando lo venía leyendo, lo encontré genial. Y dije: ‘Esta obra hay que llevarla a Chile’”.
¿Qué le sedujo de esa adaptación?
“La traductora, Caridad Svich, es una persona muy importante en el mundo de la mujer, en EE.UU. Hizo una adaptación libre de la novela que encuentro genial: está la médula de la obra. El texto que estrenaremos en Chile es el mismo de la versión norteamericana. La obra es latinoamericana, representativa de esta parte del mundo. Incluso contiene formas del hablar de todos los países. Y la dirige José Zayas, el mismo director top, de 35 años, del montaje neoyorquino”.
¿Cómo describiría su estructura?
“Toda la historia está narrada por la nieta de los Trueba, Alba (interpretada por Blanca Lewin), durante su detención. En ella se concentra también la historia de sus hermanos. Ella recuerda lo que vivió y vivieron todas las generaciones anteriores. Aparecen las diferencias: sociales, en la familia, en los seres humanos, y lo que pasa en ellos, por la situación socioeconómica o política del país.
Por ejemplo, uno de los personajes dice: ‘Yo sé todos los idiomas porque así puedo entender el mundo’, en alusión a que de esa manera los pueblos aprenden de la vida y progresan. Sin embargo, el senador Esteban Trueba responde algo como: ‘Al revés, mientras más conocen se dan cuentan que no lo podrán obtener, mejor que no conozcan nada’. Este planteamiento existía en algún momento en Chile, en América Latina, en el mundo. ¡Lo he escuchado tanto!”.
Puntos de vista
y confrontaciones
¿La adaptación de Caridad Svich acentúa una posición política?
“No propone una ideología, sino una opción de vida. Hay menos anécdotas, más enfrentamientos, situaciones concretas, personajes muy definidos. Se plantean mundos encontrados. Quizás se pueda hacer una doble lectura. Aparentemente podría tener una posición ideológica, pero también hay un trasfondo muy humano, con personajes a quienes las circunstancias van llevando a horrores, a ser personas sin sensibilidad, violentos, resentidos… Son personajes brutales, extremos. Trueba, por ejemplo, pretende ser un buen empresario, pero en el camino se endurece y se transforma en un tipo insensible. El más violento de la obra, Esteban García, es un torturador. Tiene un tremendo resentimiento. Se transforma en un monstruo, lleno de venganza”.
¿Subraya el rol de las mujeres?
“La obra es muy feminista. Todas las mujeres luchan por existir como seres humanos. Por ejemplo, la madre de Rosa la Bella insiste a su hija en que no es necesario que tenga un marido, porque la mujer se la puede sola en la vida. Entonces, Rosa reclama: ‘Mamá, estamos hablando de mí, de mi matrimonio, no de política’. ‘La vida no está separada de la política’, responde ella”.
¿Cuál es su expectativa?
“Pretendo que sea una obra sobre aspectos de la historia del siglo XX, la que veo y comparto, por eso la escojo. También que sea un aporte para que la gente vea y conozca esa realidad a través de una obra teatral bella y con grandes actuaciones. Todos sacarán sus conclusiones. Dirán ‘esto pasa hoy’ o ‘quiero que esto nunca más pase’ o ‘qué ganas de ser Trueba’. Quiero que esta historia impulse a tomar conciencia, a comprometerse con el país. Si uno no conduce bien el mundo donde vive y no está comprometido a servir al país, permite que ocurran cosas horrendas. Para mí este montaje estimula a reflexionar sobre lo que hemos sido y lo que somos”.
LEOPOLDO PULGAR IBARRA
(Publicado en Punto Final, edición Nº 710, 28 de mayo, 2010)
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