Edición 669 - Desde el 22 de agosto al 4 de septiembre de 2008
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La contundente victoria de Evo


Antonio Peredo Leigue (*)
(*) Senador del MAS.

 

Un parlamentario opositor, con imperdonable jactancia, me lanzó el reto de presentar su renuncia al Congreso si Evo Morales obtenía la misma votación que en diciembre de 2005. Dos días después del referéndum, se acercó entre sonriente y avergonzado para decirme que retiraba su compromiso de renunciar.
Aún hoy, la derecha es incapaz de imaginar la magnitud del apoyo que tiene el presidente Evo Morales. Por eso apostó a vencerlo en una consulta popular, apuesta que los prefectos opositores condenaron porque los obligó a poner a consideración del pueblo los puestos que ostentaban.
Debido a eso, los que obtuvieron la confirmación en sus cargos reaccionan como fieras heridas. Se han lanzado a una nueva ofensiva contra el gobierno, embanderados con reivindicaciones que no tienen base de sustentación. Su agresividad los lleva a cometer desmanes que entran en la categoría de delitos. Buscan una respuesta también violenta para justificar sus actos delictivos, amparados en una justicia claramente parcial con ellos, pues también son criaturas del neoliberalismo y la globalización.

De la mayoría a la unanimidad

Cuando en diciembre de 2005 el Movimiento al Socialismo (MAS) encabezado por Evo Morales Ayma obtuvo 53,74% de la votación, derrotó al candidato derechista Jorge (Tuto) Quiroga en proporción de 2 a 1. Los restantes opositores quedaron reducidos a cifras mínimas. Más rotunda fue la victoria obtenida seis meses después, al elegirse a los constituyentes en julio de 2006. Aunque el MAS obtuvo 52%, la agrupación encabezada por ‘Tuto’ bajó de 28 a 15%. No obstante, la distribución establecida en la convocatoria favoreció una dispersión tal, que hubo una cantidad considerable de constituyentes unipersonales que la derecha aprovechó para oponer un frente importante a la mayoría del MAS.
Varias medidas de gobierno a favor del pueblo convirtieron la oposición en confrontación; de la protesta pasaron a la agresión. Cada acto de violencia protagonizado por sus grupos de choque fue presentado como objeto de represión oficial. Los medios de comunicación, la mayoría controlados por el empresariado opositor, se encargaron de difundir una imagen del gobierno como enfrentado al pueblo. La mentira fue tan repetida, que terminaron creyéndola ellos mismos.
Tras dos años y medio de administración, luego de un ilegal referéndum en que las logias de Santa Cruz, manejando el Comité Cívico local y al mismo prefecto, Rubén Costas, habían obtenido una votación favorable muy alta, los llevó a creer que Evo Morales pasaba por su peor momento. La estocada final era el referéndum revocatorio, por el que se confirmaría que el pueblo le daba la espalda a Morales y su proyecto de transformación.
El 67,4% de apoyo nacional, con más de 2 millones de votos a su favor, fue un castigo a la soberbia, el desprecio y la impunidad de los grupos que aún se creen dueños de este país que quieren seguir explotando. Por supuesto, la campaña mediática se ha ocupado, desde el día siguiente a la realización del referéndum, de resaltar la votación contraria al presidente Evo Morales. Demás está decir que la oposición de derecha se concentra en las capitales de los departamentos con prefecto opositor. Ni siquiera pueden aducir que hubo desinterés en la consulta: la abstención apenas alcanzó al 16% de los votantes. El hecho incontrovertible es que dos de cada tres bolivianos apuesta por el cambio y está con el gobierno del MAS.

Suspenso internacional

Trescientos observadores venidos de América, Europa y Asia, dieron la pauta de lo importante que era el referéndum. No se trataba de un acompañamiento, o del pedido gubernamental, que por cierto fueron también razones de su presencia. Principalmente, fue el convencimiento de que en este país se jugaba el destino de una región.
De una o de otra manera, la consulta popular establecería no sólo el grado de apoyo que tenía Evo Morales en Bolivia, sino el curso de los acontecimientos en Sudamérica. Analistas que posan de izquierdistas habían hecho predicciones luctuosas: la derrota que sufriría Evo Morales el 10 de agosto era el comienzo de la caída de los movimientos populares en América Latina. En los hechos, eso es lo que esperaban los defensores de la globalización. La realidad los desmintió más allá de toda explicación.

Orígenes bastardos

La oposición, en Bolivia, está concentrada en las logias del empresariado, que se han apoderado de Santa Cruz. Curiosamente, estas logias fueron el resultado no esperado de la Revolución Nacional (1952). Los gobiernos que se sucedieron desde entonces fomentaron el desarrollo de esa región, postergada a lo largo de toda la historia republicana y con gran potencialidad agrícola e industrial. Creyendo conformar una burguesía progresista, implementaron condiciones para el rápido enriquecimiento de grupos de poder. Primero, las tradicionales familias de la oligarquía conservadora se beneficiaron con este emprendimiento. Pero muy pronto fueron desplazadas por sectores más activos de una burguesía emergente.
Así, en los años 70 los grupos dominantes, de ascendencia alemana, propiciaron y financiaron el golpe de Hugo Banzer. El desgaste de su larga dictadura también repercutió en la composición de las logias, que pasaron a ser controladas por clanes de ascendencia croata. Su exponente más conocido en la actualidad es el presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz, Branco Marincovic.
Por supuesto que, independientemente de su ascendencia, estos grupos responden a los mismos intereses, vinculados a capitales transnacionales. Presionados por aquellos capitales, dedicaron su atención con preferencia a la agroindustria, por la facilidad que siempre les otorgó el Estado para hacerse de grandes extensiones de tierra. Así, pasaron del cultivo de caña de azúcar, que abandonaron a manos de pequeños agricultores, para dedicarse al cultivo extensivo del algodón que, cuando los mercados internacionales lo dispusieron, dejaron de lado para concentrarse en la soya.
Es fácil concluir por qué fueron el sostén del modelo neoliberal, que los benefició generosamente.

Heridas urticantes

Al romperse la ligazón prebendal con el Estado boliviano, las logias cruceñas lideraron un movimiento opositor, luego confrontador y, por último, de connotaciones separatistas. Han dado, así, libre juego a grupos de choque en los que fomentan la perversión discriminadora de la “nación camba”, en la que es notoria el convencimiento de pertenecer a una raza superior.
El programa de transformación que ha emprendido el gobierno rompe abiertamente con las dependencias creadas por el capitalismo desde la creación de la república, acentuadas en los últimos veinte años por el neoliberalismo. Tal ruptura ha provocado reacciones en los grupos de poder. Ante la incapacidad de los partidos que los representaban durante ese tiempo, se han visto obligados a sustituirlos, sin encontrar reemplazo válido (‘Tuto’ Quiroga y su agrupación o Samuel Doria Medina y su incipiente partido, no han logrado establecerse como tales). Están obligados a presentar su propia cara. Los prefectos opositores (Rubén Costas, en Santa Cruz; Mario Cossío, en Tarija; Ernesto Suárez Sattori, en el Beni; Leopoldo Fernández, en Pando) apenas son aditamentos. El verdadero poder lo reservan para sí los empresarios que se muestran en los comités cívicos.
Por estas razones, sacan sus armas más belicosas, aunque resulta evidente que su propósito es volver a copar el Estado nacional, que ahora se obstinan en debilitar. Las acciones que han protagonizado apenas días después del referéndum que los apabulló, son signo de su desesperación.
La pregunta es: ¿Hasta cuándo el gobierno mantendrá la paciencia ante los desmanes de las logias cruceñas? Los sectores sociales que acompañan el proceso de cambio esperan, con creciente inquietud, un cambio de actitud. Consideran, con mucha razón, que se les está permitiendo consolidarse por encima de la voluntad popular.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 669, 22 de agosto, 2008)

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