Ahorros de los trabajadores se juegan en el casino global
Las víctimas
de las AFP
Al inicio del actual gobierno, ante el primer anuncio de la reforma previsional, programa clave de Michelle Bachelet, distintos actores observaron la reforma con generosidad pero en silencio. Con generosidad porque el subsidio iba destinado a los más pobres y necesitados; y en silencio, como una extensión de esa generosidad: no era el momento para poner en la agenda pública todas las enormes falencias e injusticias del sistema de previsión administrado por firmas privadas.
La reforma, que ha beneficiado a los jubilados y pensionados más pobres, no alteró la estructura ni el concepto del modelo previsional. La población trabajadora que obtendrá pensiones superiores a los 200 mil pesos, no recibe ningún apoyo del Estado; mientras, observa con terror cómo disminuyen los saldos de su cuenta de ahorro. A un sistema de por sí lleno de imperfecciones e injusticias, la crisis financiera internacional se ha encargado de darle el golpe de gracia: está reduciendo aún más los ya mermados fondos de los trabajadores.
El valor de los fondos de pensiones, según informa la Superintendencia del rubro, alcanzó a 108.474 millones de dólares al 31 de julio de 2008. Con respecto a igual fecha del año anterior, el valor de los fondos disminuyó en 6.416 millones de dólares, -5,6 por ciento. En cuanto a rentabilidad, el organismo informa que todos los fondos, con excepción del E -que está invertido casi en su totalidad en instrumentos de renta fija- tuvieron retrocesos debido a la caída de todos los mercados accionarios, tanto en el exterior como en Chile. Según esta información oficial, una persona que en julio de 2007 tenía 30 millones en su cuenta, en estos momentos tiene aproximadamente 28.320.000 pesos.
Los administradores y los funcionarios de gobierno argumentan lo que siempre han argumentado: el mercado resuelve. “No mueva su dinero”, han dicho y repiten. “No se asuste”, sugieren. Todo lo que sube tiende a bajar y lo que baja tenderá a subir. El mercado todo lo resuelve. Se trata de cálculos de largo plazo. La lógica que se aplica es la siguiente: a las personas más jóvenes, a quienes les faltan décadas para jubilar, les recomiendan mantenerse en los fondos de rentas variables, desde el A al D. Para las personas mayores, ya cerca de la jubilación, la sugerencia es pasarse al fondo E, de renta fija.
Siguiendo con esta lógica, un cotizante que haya seguido esta recomendación no habría perdido su capital. Tal como informa la Superintendencia, el fondo E es el único con rentabilidad positiva, por tanto una persona que jubiló hace un mes no hubiera sufrido la pérdida. Los que sí la han tenido durante este año, dicen los administradores, tienen tiempo para recuperarse. Esa es, al menos, la teoría.
El centro de estudios económicos Cenda tiene cálculos bastante más dramáticos y alarmantes. Al 12 de agosto de 2008, día en que efectuó una presentación ante la Cámara de Diputados, las pérdidas sumaban 12.970 millones de dólares, equivalentes al 11,32 por ciento del fondo total. Sin embargo, quienes tienen sus ahorros en el fondo A, dice Cenda, han perdido en el período un 16,64 por ciento de los mismos. El fondo E no ha tenido pérdidas, pero representa sólo el 2,6 por ciento del total. Para este organismo independiente, “las pérdidas pueden ser incluso mucho mayores, puesto que parte significativa de los fondos está invertida en instrumentos de dudosa liquidez”. Con este cálculo, una persona con un ahorro de 30 millones en el fondo A ha perdido en un año casi cinco millones.
Pérdidas por trece mil millones de dólares
Uno de los instrumentos de inversión más populares en el capitalismo hiperventilado global son los derivados, que también han mostrado alto grado de vulnerabilidad durante esta crisis financiera global. Las AFP chilenas, aunque cueste creerlo, tienen la autorización de los gobiernos de la Concertación para colocar los fondos de los trabajadores en esos instrumentos especulativos. Ante este riesgo, Cenda no sólo ha criticado esta normativa, sino que ha solicitado a la Cámara de Diputados una comisión investigadora para determinar la magnitud real de las pérdidas y la intervención de los fondos, para proceder a su resguardo en inversiones seguras en el país mientras dure la crisis. Nada de ello, por el momento, se ha hecho.
La pérdida real de los fondos de los trabajadores tiene, evidentemente, un efecto tremendo sobre la economía chilena. A diferencia de lo que argumenta el Ministerio de Hacienda, la crisis financiera internacional que se filtra por todos lados a la economía nacional está mellando -inflación, altas tasas de interés y pérdidas reales de sus ahorros- los bolsillos de los trabajadores y ciudadanos.
El economista Claudio Lara, director del postgrado de economía de la Universidad Arcis, afirma que Chile se ha visto claramente afectado por la crisis internacional: “Sólo basta mirar como se han visto afectados los fondos previsionales de los trabajadores chilenos desde el inicio de la crisis subprime. Gran parte de estos fondos están invertidos en el mercado estadounidense. Ocurre la ironía que se amplía el margen de inversión afuera y aparece esta crisis. Los fondos están en mercados básicamente especulativos, como fondos mutuos. Si hace unos años podía ser acertada la estrategia de diversificación de riesgo, diversificación de mercados, ahora todos los mercados están con problemas. Esto tiene un impacto tremendamente negativo para los trabajadores chilenos”.
El actual retroceso, es necesario recordar, se une a otros anteriores que derivan de la estructura propia del sistema. La reciente caída de los fondos sólo ahonda la carencia de los trabajadores. Cenda hace un cálculo, con montos de 2006. Según lo demuestra la estimación de una AFP , “una mujer que ha cotizado sin pausa a partir de 1981 por la remuneración tope imponible de 60 UF, puede aspirar al cumplir 60 años a una pensión de aproximadamente 460.000 pesos al mes. De haber permanecido en el sistema antiguo, dicha mujer habría jubilado con la pensión pública tope, que actualmente es sobre 880.000 pesos mensuales. Por lo tanto, el daño previsional inferido por el cambio al sistema de AFP es considerable. Si este es el caso de una persona que ha cotizado sin pausas y por el tope -menos del uno por ciento de los afiliados se encuentra en esta situación-, es fácil imaginar cuál es el daño de quienes han cotizado por montos inferiores y con algunas lagunas”.
Hay que recordar también la estructura y diferencias de los fondos. Otros estudios de Cenda, que tienen hoy vigencia, han concluido que un 20,3 por ciento de los afiliados cotizan menos del diez por ciento de las veces, y sólo un 11,4 cotiza el 100 por ciento de las veces. Los promedios de densidad de cotización son de 41,4 por ciento para los afiliados en general, lo que sube a 43,8 en el caso de los hombres y baja al 38,2 por ciento en las mujeres. Aplicados estos porcentajes sobre los doce meses del año, resulta que el promedio de los afiliados cotiza 4,96 meses por año, lo que sube a 5,25 en el caso de los hombres y baja a 4,54 meses en el caso de las mujeres.
La errática participación en las cotizaciones conduce a magras cuentas individuales. La estadística de saldos en la cuenta de capitalización individual indica que en promedio los fondos acumulados son de 3.353.000 pesos para los afiliados en general, de 4.183.000 para los afiliados de sexo masculino y de 2.246.000 para las afiliadas de sexo femenino. Es más, existe un 2,43 por ciento de afiliados con saldo cero en su cuenta (sujetos de subsidio) lo que equivale a 163.013 personas, y en el otro extremo hay 279 afiliados que tienen un saldo superior a 100 millones de pesos y 1.207 en el tramo que sigue hacia abajo, que va de 80 a 100 millones de pesos.
Hace un par de años, cuando se anunció la reforma previsional, Raúl de la Puente, presidente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), dijo a PF que “el sistema, en su conjunto, independientemente de la entrega del subsidio estatal, se ha legitimado, se ha reforzado. Se legitima un sistema injusto, que no da pensiones decentes a los trabajadores en su vejez. Es un pésimo negocio para los dueños del capital, que somos los trabajadores, y un gran negocio para sus administradores. El legado de Pinochet -agregó entonces De la Puente- está en el sistema previsional y en esta reforma. Se pretende una reforma, pero se mantiene la estructura, basada en una capitalización individual administrada por privados en la cual pasa al mercado un derecho para que sea un negocio. No dista de la educación, que basa en el mercado el derecho a una educación de calidad; o la salud, con la creación de las Isapres, las que se han tenido que corregir con el Plan Auge. Todo ese legado no ha sido cambiado. Veremos qué pasa en la educación, y ya hemos visto qué ha pasado en la previsión. Se ha perfeccionado el sistema, pero para abaratar costos, para mejorar competencia, para ampliar las inversiones”.
Una tesis similar levantó Cenda cuando en marzo pasado el gobierno celebró la reforma. En un documento señaló que el Estado no tocó a las AFP, tanto así que para no incomodarlas y tal como reza el Consenso de Washington, no creó una del Estado. Por el contrario, se eliminan las pocas restricciones que quedan respecto de sus inversiones, las cuales pueden ahora sacar casi íntegras al extranjero. Los sectores medios continúan a merced de los abusos de las AFP y sus compañías de seguros relacionadas.
“Estas continuarán embolsándose uno de cada tres pesos cotizados -advirtió el documento- mientras el resto va a parar a manos de los grandes conglomerados financieros. Las pensiones que ofrecen siguen sometidas a la incertidumbre de las turbulencias financieras internacionales. Sus montos son muy inferiores a los del antiguo sistema público, situación que se agrava severamente en el caso de las mujeres. La reforma aprobada significa reconocer el fracaso del sistema de AFP para la mayoría de la población, e implementar parcialmente una propuesta que originalmente fue sugerida por Cenda. En la lucha por terminar los abusos del sistema creado por la dictadura de Pinochet ha terminado el primer tiempo. Se inicia el segundo, al cabo del cual se deberá asegurar a todos los adultos mayores, mujeres en su mayor parte, pensiones definidas que les permitan disfrutar con dignidad lo que les resta de vida”.
El riesgo mayor: crack global
Cenda ha solicitado a la Cámara de Diputados el resguardo de los fondos en inversiones seguras en Chile. Por lo menos mientras dure la crisis, lo que no es una forma de intervención de los activos del sector privado sino una protección de los ahorros de los trabajadores. La demanda no ha sido escuchada y es muy improbable que lo sea. La lógica neoliberal concibe a los fondos de los trabajadores no como sus ahorros para la vejez, sino como inversiones para el sector privado.
No son pocos los economistas que advierten sobre el ahondamiento de la actual crisis financiera. Incluso, afirman, puede haber un crack similar al de 1929. O peor, como escribió hace un par de semanas en La Jornada, de México, Alejandro Nadal: “Si la recesión es profunda y larga, las pérdidas en la Bolsa de Valores alcanzarán dimensiones astronómicas. Típicamente, las pérdidas en Wall Street para una recesión de doce meses implicarán una caída de 30 por ciento en el valor de las acciones: en números absolutos, eso corresponde a borrar del mapa financiero otros 7 billones de dólares. Para una economía con un PIB de 14 billones de dólares, todo esto es catastrófico. Ese castigo no lo ha soportado la economía estadounidense desde 1929”.
Aun cuando Claudio Lara no llega a mencionar un episodio tan oscuro como el de 1929, afirma que la mayor desregulación y la tendencia a la especulación financiera es altamente riesgosa. Para Lara, estamos en un momento económico mucho más complejo, delicado e inestable. ¿Por qué más complejo? Por la misma complejidad del sistema financiero. “En vez de tender a una mayor regulación a nivel internacional, que es lo que todos reclamaban hacia finales de los 90 con la crisis asiática, el sistema tendió a una mayor desregulación a nivel mundial y nacional. En esta mayor desregulación aparecen los famosos derivados, que son instrumentos especulativos. Creo que si hay una diferencia entre la actual crisis y las de 2001 y 2002 y anteriores, es el rol que cumplen los derivados en la crisis, instrumentos que operan a nivel mundial. Hoy se dice que la crisis es norteamericana, pero -por los derivados y su propagación- son bancos en Europa los que también tambalean o quiebran. Estamos en un momento de mayor inestabilidad, tanto a nivel de país como mundial. Las crisis nacionales se transmiten con rapidez hacia el resto del mundo”.
En una de sus columnas, el mexicano Nadal explica que “a pesar de las señales de alarma, una de las razones por las cuales la actual crisis no es todavía percibida en su justa dimensión se debe a que no se ha producido algo similar al ‘martes negro’ de 1929”. Pero puede suceder.
Tal como explica Lara, la economía de los últimos años ha ido de burbuja en burbuja, un proceso esencialmente especulativo que ha llevado al actual estruendo, que es el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y en otros países, como España. Es éste el momento que se está viviendo, que no ha hallado salidas. Los capitales especulativos van hoy por el mundo de Bolsa en Bolsa, invierten en petróleo o en alimentos, lo que ya tiene efectos desastrosos en la economía: inflación, caída en el consumo, desempleo. En suma, recesión.
“Quizás lo más importante por el momento es que no hay perspectivas de otra burbuja que pudiera rescatar a la economía estadounidense. De hecho, los únicos precios que están inflándose son los de las mercancías básicas: energía y alimentos. Evidentemente, eso no va a ayudar al consumo, el empleo y el crecimiento. El fantasma de la Gran Depresión no se aleja, y sí, la crisis puede ser mucho peor que la de 1929”, afirma Alejandro Nadal
PAUL WALDER
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 669, 22 de agosto, 2008) |