Edición 661 - Desde el 2 al 16 de mayo de 2008
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Un nuevo
terrorismo 

Los medios de comunicación devienen en un arma estratégica de primera línea para el mantenimiento y la reproducción del statu quo. Como ser-vicios -no siempre rentables pero sí muy apreciados-, los medios están para reforzar comportamientos, acaso modelarlos y por cierto controlarlos, cuando fuere necesario. Caballos de batalla de la inversión globalizada, según el clima político-social y las estrategias en marcha cambian de su rol de Armas de Distracción Masiva (ADM o WMD, según su sigla en inglés, que es una obvia e irónica derivación de su parónimo Weapons of Mass Destruction) a cultivar el terrorismo mediático. Cuando las oligarquías están en el poder, los medios afines o bajo su tutela ejercen la función de ADM, pero cuando lo pierden o lo ven amenazado, simplemente ejercen el terrorismo mediático, primera fase de otras formas de desestabilización democrática. Como aspectos permanentes están la confusión, los intereses personales y corporativos difundidos como amor a la patria, el cultivo de la estupidez en todas sus constantes y variables, la frivolidad como marca garantizada, la despolitización como ideología política. En suma, la mentira en todas sus versiones y manifestaciones.

Los chilenos conocemos muy bien la doble faz de los medios de la oligarquía. Recordamos la campaña de desestabilización democrática, de creación de odios y de abierto golpismo elaborada por El Mercurio y financiada por la CIA durante el gobierno del presidente Salvador Allende. Y poco más tarde, tras el golpe, los secuestros, el miedo en toda su profundidad hacia fines de 1973, con las campañas de penetración psicológica elaboradas por los discípulos criollos de Joseph Goebbels que le sugerían a la Junta Militar mecanismos para cargar de elementos negativos al derrocado gobierno de la Unidad Popular e instalar en la población el golpe de Estado como un acto liberador. Bajo el mando del psicólogo Hernán Tuane la campaña comunicacional, que no escondía su tosquedad, buscaba generar un ambiente de angustia, neurosis, tragedia, inseguridad, peligro y miedo, percepciones que eran estimuladas por la bestialidad de los operativos de los organismos de seguridad. Un clima que fue muy bien canalizado y amplificado por los medios oficiales de la dictadura.

Hoy, una vez cumplidos los objetivos de haber desatado la tragedia y convertido al país en una tabla rasa social, política y económica, El Mercurio, como portavoz del poder económico y de la oligarquía, observa, refuerza comportamientos, critica, hasta protesta. Sólo en contadas ocasiones y en materias específicas muestra sus dientes y su arsenal destructivo. Los gobiernos de centroizquierda han sabido entender esos mensajes.

A comienzos de abril se realizó en Caracas el Encuentro Regional contra el Terrorismo Mediático, que no sólo coincidió en la misma ciudad con un congreso de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), sino con una campaña del terror mediático que la oligarquía argentina puso en marcha contra el gobierno de Cristina Fernández. Ella misma, durante un masivo acto ciudadano en Buenos Aires, advirtió a sus seguidores sobre el poder de esa prensa, porque, dijo, los golpes de Estado no se hacen con tanques “sino con generales multimediáticos”. Sembrar mentiras, rumores falsos y odio, expandir el miedo, adulterar, corromper o invertir las informaciones, son aspectos necesarios en la estrategia de control.

Entretención, pero también miedo. Todo dosificado y decorado. Que produzca el “efecto verdad”, en otras palabras, que parezca verdad y se consuma como una verdad. Por lo demás, es eso lo que sucede cuando creemos en una mentira. Es engaño, farsa, espectáculo convertido en información. Una gran escenografía, una destemplada gestualidad, un lenguaje especializado, una coreografía informativa que parezca noticias a la hora de las noticias, con cara de noticias, con música de noticias. Insumos para que el show de noticias no parezca parte del espectáculo. Pero lo es.

Los alcances de la prensa del terror son enormes. Los mismos medios que sirvieron para arrullar, para arropar a la dueña de casa, para divertir a los jóvenes, esos rostros de credibilidad, son los de la mentira y el miedo. El matinal puede devenir en el gran show del miedo y del odio.

¿Por qué invertir en negocios poco rentables? Porque el negocio no sólo es de corto plazo. Megavisión, Chilevisión, están allí no sólo para hacer caja. Están allí como las buenas ADM que son, para reforzar comportamientos, para establecer los límites, para moralizar, para canalizar el statu quo. Lo mismo que El Mercurio y su cadena, La Tercera, y el grupo español Prisa, que se adueña de la radiofonía: invierte millones en publicidad para reanimar y rebautizar la Radio W como ADN Chile y contar con una emisora informativa. Un negocio a largo plazo, centinela de los miles de millones de las transnacionales hispanas. Hoy ADM, en cualquier momento, terror mediático.

Como señala la declaración consensuada en Caracas por los diversos expertos en comunicaciones, “el terrorismo mediático es la primera expresión y condición necesaria del terrorismo militar y económico que el Norte industrializado emplea para imponer a la humanidad su hegemonía imperial y su dominio neocolonial”

PAUL WALDER
(Publicado en “Punto Final” Nº 661, 2 de mayo, 2008)