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Edición 644 - Desde el 27 de julio 9 de agosto de 2007
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Fusiones Bancarias EL PODER ABSOLUTO El proceso de concentración bancaria se mantiene en vigor y suma nuevas marcas. A las grandes fusiones de inicios de la década, con la absorción del Santiago por el Santander y el Edwards por el Chile, hoy agrega un nuevo hito: la unión del Citibank, filial chilena del mayor banco del mundo, con el Banco de Chile, este último controlado por el grupo Luksic. Tras esta operación, la distribución del mercado financiero, pese a no registrar grandes alteraciones, sí vuelve a acotar la propiedad y a reducir más la limitada competencia de este sector. Con la nueva maniobra, el Banco de Chile, cuyo control permanece en manos de los Luksic, pasa del 18 por ciento del mercado de las colocaciones (o créditos) a un 20 por ciento, sólo superado levemente por el Santander, que tiene un 21,8 por ciento y ostenta el primer lugar. Tras la fusión, que se concretará a partir del 1 de enero del 2008, estos dos bancos concentrarán el 41,8 por ciento del mercado, un sector de por sí altamente concentrado: los cuatro principales bancos, el Santander, Chile, BancoEstado y el BCI tienen casi el 70 por ciento del mercado financiero que está compuesto por más de veinte instituciones. Para el Banco de Chile, la operación tendrá sin duda beneficios. Absorbe la cartera del Citibank, una entidad bien instalada entre los sectores de más altos ingresos, e integra a sus negocios la financiera Atlas del Citibank, que tiene un 13 por ciento de la participación en el segmento de consumo, la que se sumará al portafolio que ya tiene el Chile en este negocio a través de CrediChile. La otras ventajas para el negocio financiero de los herederos de Luksic es compartir con Citibank la infraestructura internacional que posee este gigante financiero, en tanto también se le abren las posibilidades de ingresar al negocio de los fondos privados de pensiones: el Citibank, junto a la Cámara de la Construcción, es uno de los accionistas mayoritarios de la AFP Habitat. El banco que surge de esta fusión es una institución de más de 7 mil millones de dólares: el Chile, avaluado en más de 6 mil y la filial chilena del Citibank, en mil. Al observar estas cifras, es necesario recordar que hace pocos años el BancoEstado le prestó cerca de 200 millones de dólares al grupo Luksic para la fusión entre el Chile y el Edwards. Y cabe recordar también que este banco, el de Luksic, fue y es aún una de las instituciones con deuda subordinada tras el rescate que le hiciera hacia inicios de los 80 el Estado, entonces bajo dictadura. Ni en la fusión con el Edwards ni hoy, con el Citibank, ha habido ni hay un gesto para liquidar con el Estado esta deuda. Como en varias ocasiones, desde el rescate al sector financiero en los años 80 hasta la subvención que gozan los bancos que participan en el Transantiago, este rentable sector de la economía sigue disfrutando de subsidios estatales. CONCENTRACION Y CRECIMIENTO DE LAS UTILIDADES El sector financiero es, desde hace más de una década, una de las actividades más rentables en la economía chilena, por lo que no sorprende su proceso de acumulación de riqueza. Así es como en mayo pasado, según informó la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, las utilidades del conjunto de la banca aumentaron 15,6 por ciento respecto al mes anterior, en tanto las colocaciones tuvieron un aumento similar respecto al año anterior. Altas ganancias en un negocio en plena expansión que está liderado, así como en las porciones de mercado, por el Santander, que ganó casi 126 mil millones de pesos (unos 244 millones de dólares); el Chile, con 82 mil millones (156 millones de dólares); el BCI, con 44 mil millones; y el BancoEstado, con más de 21 mil millones. Concentración en los mercados, y también en las utilidades y en la riqueza. Estos resultados tienen su referente en la rentabilidad sobre capital, la que en algunas instituciones supera todo lo imaginable. Hacia el primer trimestre del año en curso, el banco de la plaza que lideraba el ranking de rentabilidad sobre capital y reservas era Falabella, con un 33 por ciento, pequeña institución orientada hacia los créditos de consumo. Pero en el segundo lugar aparece el Chile, el segundo banco de la plaza en tamaño, con 28 por ciento, seguido por el Santander, con 27 por ciento. A este ritmo, en pocos años estas instituciones duplican el capital invertido. Banco Falabella, hoy convertido en una de las principales sociedades anónimas del país no necesariamente por su área comercial, sino por la relación establecida entre el comercio y las finanzas mediante la ampliación masiva de los créditos de consumo, tiene entre sus proyectos extender esta área de su negocio mediante una fusión con el área financiera de D&S, la propietaria de los supermercados Líder y de la tarjeta Presto. Ambas instituciones sumarían un 13 por ciento del mercado de los créditos de consumo y pasarían a ser la mayor empresa de retail de Sudamérica, con ventas anuales por sobre los 8 mil millones de dólares. Falabella, que es ya la primera institución en el mercado de los créditos de consumo, que es también la que más crece (sobre el 20 por ciento al año), ha entrado con fuerza en el negocio bancario, lo que representa una amenaza para las instituciones tradicionales. La estrategia de Luksic con la fusión del Banco de Chile y Citibank, que incluye a la financiera Atlas, apuntaría a frenar la expansión de Falabella en este ámbito. FUSIONES Y EXTERNALIZACION DE EMPLEOS El proceso de fusiones y concentración de la propiedad y la riqueza, que tantos beneficios conlleva a sus protagonistas, tiene efectos inversamente proporcionales en la economía, en la vida social y en las actividades humanas. De partida, una fusión no apunta sólo a una sinergia de fuerzas, mercados y actividades como las relacionadas con la gestión, sino que busca también una reducción de costos, entre los que están, ciertamente, los asociados al personal. Todas las fusiones y adquisiciones han generado una reducción de puestos de trabajo y en no pocos casos también la externalización a través de la subcontratación de muchos otros. Las ganancias vinculadas a la fusión, las que están relacionadas con las utilidades orientadas a los accionistas, son también una consecuencia directa de esta disminución de costos laborales, lo que es, finalmente, el deterioro de los salarios y la calidad de vida de los trabajadores. Y si se le agrega el extenso uso que la banca hace de las nuevas tecnologías, la reducción de costos se redobla, como también las consecuencias sociales en la reducción de empleos. Estudios establecen que aproximadamente un 40 por ciento de las empresas chilenas utilizan este tipo de estrategia de gestión, la que va en aumento según el tamaño de la compañía. Si el 35 por ciento de las pequeñas y medianas externalizan funciones, más del 50 por ciento de las grandes empresas lo hacen. Y por cierto que la banca califica como una gran empresa. Esta segregación, generada a partir de las reformas en los procesos de producción y a la externalización de actividades propias del giro de la empresa, ha conducido a un deterioro de la calidad de los empleos, término algo escurridizo que sin embargo encierra ciertas variables básicas para su estudio. En la literatura especializada se entiende como un empleo de cierta calidad aquel que cuenta con un contrato de duración indefinida, con un solo empleador y un solo lugar para desempeñar el trabajo, con un régimen de jornada completa, con previsión social y protección legal y con la posibilidad de formar sindicatos. Una serie de condiciones que no se cumplen en el caso de los trabajadores subcontratados. Hoy no puede hablarse sólo de externalización de actividades, sino de la externalización de los procesos productivos, lo que es también inherente al capitalismo globalizado. Lo que comenzó con la externalización de ciertas actividades más o menos ajenas al giro de la empresa, lo que se inició como una necesidad para las variaciones en los mercados y sus demandas, ha terminado como una matriz, un modelo de trabajo, que finalmente coloca a los trabajadores como la pieza más movible, presionada y reducida de todo el proceso productivo. La empresa, que para lograr sus objetivos pone al producto y al consumidor por delante, ha transferido los riesgos asociados a este proceso al trabajador. Una estrategia que en Chile al menos se ha llevado a niveles extremos, con horarios extensos, con políticas de flexibilidad y hasta informalidad. Es el trabajador, considerado como insumo de la cadena de producción, el que, bajo la normativa legal, ha sido obligado a reducirse, rebajarse, flexibilizarse hasta una mínima expresión. Para las empresas chilenas, si hay un costo que puede minimizarse, éste es el laboral. Y lo que sucede en la banca es un caso ejemplar. Existe también una relación entre el deterioro de la calidad de los empleos -fenómeno que no está relacionado necesariamente con la cantidad de los empleos, los que pueden ser muchos, pero malos- y la distribución de los ingresos. La CUT ha acusado en reiteradas ocasiones que este proceso de externalización es utilizado por las empresas para desprenderse de trabajadores antiguos, con ciertos beneficios y con salarios medianamente altos, para, en algunos casos, volver a reclutarlos bajo un régimen de subcontratación, con salarios más bajos, y escasos, acaso nulos beneficios y protección social. La regulación de esta nueva forma de relación laboral había sido una importante demanda de los trabajadores y de la CUT, la que ha sido acogida por los dos últimos gobiernos y ha dado pie a la reciente y muy discutida ley de subcontratación. Este cuerpo legal, vigente desde este año, sin embargo sufrió numerosas modificaciones durante su tramitación en el Congreso -estuvo, incluso, vale re-cordar, en el Tribunal Constitucional por iniciativa de los senadores Allamand y Longueira-, para terminar en una ley que para los trabajadores no cumple su cometido. Norma al interior de la empresa contratista, pero no la relación entre los trabajadores y la empresa principal. El proceso de externalización y subcontratación, junto con las fusiones y adquisiciones, y la incorporación de nuevas tecnologías a la banca no pudo haber tenido peores resultados para los trabajadores. Sólo en la cantidad de puestos de trabajo, son desalentadores los datos que describen las estadísticas oficiales de la historia de este proceso: diez años atrás, hacia 1997, el número de trabajadores de la banca llegaba a 47.195 personas, el que pasó a menos de 37 mil funcionarios el 2002. En la actualidad, se calcula que trabajan poco más de 46 mil personas en esta actividad. La concentración del mercado y las utilidades no tiene ningún efecto favorable en las condiciones laborales y salariales de los empleados de la banca. En los hechos, la relación es inversa, en cuanto la alta rentabilidad se alimenta de la situación laboral y salarial de los trabajadores. Según cálculos de la Confederación de Sindicatos Bancarios, un funcionario subcontratado de una institución financiera gana un sueldo promedio no superior a los 200 mil pesos si es administrativo, y tampoco superior a los 300 mil si es un cajero. El conjunto de los trabajadores de la banca no alcanza a ganar en el año ni el 1 por ciento de las utilidades del sistema financiero PAUL WALDER (Publicado en “Punto Final” Nº 644, 27 de julio, 2007)
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