Edición 644 - Desde el 27 de julio 9 de agosto de 2007
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Sangre y salitre

LOS PAMPINOS

Autor: IVAN LJUBETIC VARGAS

Este año se cumple un siglo de la masacre de la Escuela Santa María, de Iquique, ocurrida el sábado 21 de diciembre de 1907, bajo el gobierno de Pedro Montt. Con ese motivo se realizarán diversos actos para honrar a las víctimas y repudiar a las clases dominantes responsables de tan horrendo crimen.

Desde fines de la Guerra del Salitre (1879–1883), el centro más importante del movimiento obrero chileno se trasladó desde el Norte Chico (donde habían surgido, hacia los años 20 del siglo XIX, los primeros destacamentos de la clase obrera chilena) al Norte Grande.

La pampa salitrera y los pampinos fueron escenario y actores muy significativos de la historia social de nuestro país. Y esto vale, en primer lugar, para la provincia de Tarapacá.

Pampa es una palabra quechua que significa “lugar amplio y desolado”.

Entre los colaboradores de El Despertar de los Trabajadores, periódico fundado por Recabarren en 1912 en Iquique, había un zapatero anarquista que escribía artículos y editoriales. Se llamaba Francisco Pezoa. Como una ardiente protesta contra la masacre de la Escuela Santa María, escribió la letra de una canción utilizando la música de un vals en boga en aquel tiempo. Se iniciaba así:

“Canto a la pampa, la tierra triste,

réproba tierra de maldición

que de verdores jamás se viste

ni en lo más bello de la estación.

En donde el ave nunca gorjea

En donde nunca la flor creció

Ni del arroyo que serpentea

su cristalino bullir se oyó”.

Andrés Sabella, destacado poeta, narrador y periodista, militante comunista, muerto en 1989, que fue la voz de la pampa y de los puertos salitreros, escribió:

“Al pie de este sol: semillería de piedras, colores que envenenan, muerte.

¡He aquí la fotografía de la pampa chilena!

Y, sin embargo, allí ha sido -y es- la vida el acento dominador.

Vida que fue menester traer con el agua y el coraje, venciendo a la puna y a la sed, al acaso, al desengaño”.

Pablo Neruda en su Canto General, habla del desierto nortino.

“El duro mediodía de las grandes arenas

ha llegado:

el mundo está desnudo,

ancho, estéril y limpio hasta las últimas

fronteras arenales:

escuchad el sonido quebradizo

de la sal viva, sola en los salares:

el sol rompe sus vidrios en la extensión vacía

y agoniza la tierra en un seco

y ahogado ruido de la sal que gime”.

CICLO DEL SALITRE

La explotación del salitre en esa zona se prolongó desde los primeros decenios del siglo XIX hasta 1979, año en que paralizó el último establecimiento elaborador de ese producto, la Oficina Victoria.

Sin embargo, el llamado ciclo del salitre de Tarapacá abarcó un siglo: desde los años 30 del siglo XIX a los años 30 del XX.

Durante este período, la explotación salitrera conoció dos sistemas básicos de producción: el de las paradas y el de Shanks.

En la primera mitad del ciclo del salitre de Tarapacá –que coincidió con la administración peruana- se utilizaba sólo el caliche de alta ley. Cuando éste se agotaba, los elementos de producción se debían trasladar a otra parte. Por tanto, los establecimientos de explotación salitrera eran transitorios, simples “paradas” temporales. De ahí su denominación.

Posteriormente, al desarrollarse la industria salitrera, se hizo imposible estar trasladando de sitio las plantas elaboradoras. Debieron establecerse en un punto.

Al mismo tiempo, el aumento de la producción y venta del salitre obligó a los empresarios a ocupar empleados en las tareas contables. Estos trabajaban en unas rústicas dependencias a las que llamaban “oficinas”. Ese nombre se hizo extensivo a toda la unidad productiva: los terrenos donde se extraía el caliche, los edificios y maquinarias donde se elaboraba el salitre, el campamento donde habitaban los trabajadores, etc. Es lo que se conoció como Oficina Salitrera.

En 1876, Santiago Humberstone, químico inglés establecido en Tarapacá, introdujo en la Oficina Agua Santa el sistema Shanks. Consistía en aplicar avances técnicos y maquinizar el proceso de elaboración del salitre. Por ejemplo, se comenzó a utilizar el ferrocarril y no sólo carretas tiradas por mulas como se hacía hasta entonces; además, comenzó a usarse el petróleo -y no leña- en las calderas, así como el empleo de correas transportadoras.

El sistema Shanks planteó un cambio drástico en las relaciones de producción. Todo el personal ocupado en la extracción, molienda, disolución, decantación, cristalización y transporte del salitre, quedaba concentrado en una misma empresa. Surgieron así, auténticas aldeas mineras en la pampa.

Con la introducción del sistema Shanks –que coincidió con la administración chilena de Tarapacá- se inició la segunda mitad del ciclo del salitre de Tarapacá, que duró aproximadamente medio siglo y estuvo caracterizado por una gran expansión de la industria salitrera.

Durante este período funcionaron en la provincia de Tarapacá más de 200 oficinas agrupadas en once cantones (un cantón era una división territorial, que
reunía un grupo de oficinas, teniendo como referencia a un medio de comunicación portuaria para los embarques).

Los cantones de Tarapacá eran: Zapiga, Sal de Obispo, Pampa Negra, San Francisco, Negreiros, La Peña, San Antonio, Yungay, La Noria, Cocina y Nueva Soledad.

HOMBRES DE LA PAMPA

Pampino era el nombre genérico del trabajador del salitre. Surgió de la relación del hombre con su medio: el desierto salitrero, la pampa.

El sistema Shanks requería abundante mano de obra. Por ello llegaron a la pampa hombres venidos desde el sur del Perú, del altiplano boliviano, de la pampa y valles del noroeste de Argentina, de los valles andinos aymaras, desde el Norte Chico y centro sur de Chile.

Esos aymaras, campesinos, gauchos y gente de pueblos, tan distintos y parecidos a la vez, fueron formando un crisol donde se forjó el pampino.

En el campamento se iniciaba la primera transformación del hombre recién desarraigado que llegaba a incorporarse al mundo de la pampa. Ahí nacía su sentido de comunidad.

Al mismo tiempo, el carácter laboral del ciclo, extensivo y a la vez intensivo en mano de obra, la escasez de fuerza de trabajo, permitían al obrero un espíritu de emancipación, pues sabía que siempre existía otra oficina que requería sus servicios. A la vez, la dura explotación a que era sometido, le imprimía un sello de combatividad, fortalecido por sentirse integrado a una numerosa comunidad.

Si bien es cierto que el nombre genérico era el de pampino, los trabajadores del salitre recibían diversas denominaciones específicas, según la faena que desarrollaban, la herramienta que utilizaban o el lugar en que laboraban.

El proceso de la producción del salitre se iniciaba con la actividad de los “barreteros”, llamados así por (…)

(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 644 de “Punto Final”, 27 de julio, 2007)


 

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