EL
OCASO DEL EMPLEO
Auror: PAUL WALDER
En 1996 la ensayista francesa Viviane Forrester publicó
El horror económico, un texto vibrante, dramático
y ciertamente polémico sobre el desempleo estructural
en Francia. En Chile, que en aquellos años vivía
un éxtasis económico prodigado por la inversión
extranjera y el boom exportador, el desempleo era cualquier
cosa menos un problema. Se llegaba a hablar, podemos recordar,
de un virtual pleno empleo, aun cuando la calidad de ellos
y sus salarios podrían haber sido materia de debate.
Hoy, con bastante más de medio millón de desempleados
y con subempleos cada vez más informales, precarios
e inestables, el drama descrito por Forrester nos calza a
la perfección. De las variables económicas,
es ésta la más débil y la que exhibe
una trayectoria viciada. El desempleo tras gozar de mínimos
cercanos al cinco por ciento -hacia mediados de la década
pasada- tropieza con la crisis asiática de finales
de los noventa que eleva estos índices para no dejarlos
caer. La última medición del INE, que en julio
marcó una tasa de cesantía del 9,7 por ciento,
es mayor a la registrada en los mismos meses de 2003 y 2002.
Los pronósticos de Forrester -que comparten no pocos
economistas- podemos constatarlos en nuestra latitud. La economía
de mercado globalizada no necesita de mano de obra para crecer.
Y el ejemplo mejor es la economía chilena, que este
año, según las últimas estimaciones del
Banco Central, crecerá sobre el cinco por ciento empujada
por un sector exportador que vive un nuevo boom: en agosto
las exportaciones crecieron sobre el 70 por ciento. Una expansión
que, pese a su energía, no se traduce en creación
de empleos ni en una mejoría de los actuales.
Hay, por lo menos, dos grandes motivos que ayudan a comprender
este fenómeno de crecimiento sin empleo. Las grandes
empresas, que son las que explican el crecimiento económico,
no requieren de más mano de obra sino más eficiencia
en la gestión y mayor uso de tecnología. Otro
motivo es el deterioro de las pequeñas y medianas empresas
tras la crisis asiática y tras la intrusión
a sus mercados de las grandes corporaciones. Un tercer motivo
podría ser que una expansión del producto a
tasas del cinco por ciento es aún insuficiente para
remover el mercado laboral (recordemos que el país
crecía a tasas superiores al siete por ciento durante
los noventa); sin embargo, hay consenso entre los economistas
en cuanto a que un regreso a aquellos niveles es muy improbable.
(.......)
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