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Periodismo: entre
la civilización
y la barbarie
“Para que la esencia del hombre pueda representarse como trabajo,
se necesita la operación o la síntesis operada por un poder
político”. (Foucault)
Los tribunales procesan y encarcelan a los periodistas
y editores que meten sus narices en los hedores de la pedoarquía,
que sacan a la luz pública las excretas de la potoarquía
y develan la impudicia de la putoarquía. Pero pedócratas,
potócratas y putócratas (trinidad que es una misma plutocracia
no más) andan sueltos por la vida exprimiendo plusvalía
al mayoritario resto de la sociedad que sobrevive hipotecado, reducido
a la servidumbre de un salario (que se le escamotea), de un crédito
a infinitas cuotas (que lo encadenan), de un circo mediático (que
lo embrutece).
LA NUEVA MISION
NEO-COLONIAL
Esta plutocracia de pedócratas, potócratas
y putócratas, es el amo colonial de hoy. Y los legisladores, magistrados
y gobernantes, sus curas franciscanos y cinturones de castidad que velan
por mantenernos encondonados entre los muros de la conversión.
Sus leyes, sus fallos y sus decretos son las murallas inquisidoras de
sus neo-misiones. Sus siúticos malls, sus megatiendas clonadas
de claustro en claustro, o de ciudad en ciudad (que viene a ser lo mismo),
sus megabancos y megafinancieras, sus mazmorras de vidrio y hormigón,
donde nos obligan a trabajar, amar, odiar, dormir; reptar entre los vericuetos
voyeristas de la promiscuidad urbana); sus fábricas engullidoras,
sus metros histéricos, sus universidades mercachifles, sus congresos
prostibularios, sus minas de silicona, sus celulares panópticos,
y un largo y larguísimo etcétera, son la Colonia misma,
a la que debemos rendir el tributo de nuestros sueños, ideales,
salud, libertad y la vida misma. El tributo de envejecer, siempre con
el bolsillo al límite, y a la espera de una humillante jubilación
y de un nicho de alquiler.
Angel T. Tuninetti(1) nos remite al sentido de la reducción colonial
en las misiones franciscanas del Paraguay: “La reducción
constituye el centro del proceso de sumisión y apropiación
del indio, o, para usar las palabras de Borges, ‘la modelación
humana del indio’ que se consigue a través de la modelación
social impuesta por la reducción. (...) La reducción está
rodeada de murallas, murallas que cumplen la doble función de mantener
a los indios reducidos bajo control y de proteger en contra de los avances
de los indios no reducidos. Las murallas son más importantes como
frontera simbólica entre el espacio controlado y el espacio ajeno
que como real protección militar (...) Las reducciones funcionan
como un elemento disciplinante (Foucault, Vigilar) del espacio y también
del cuerpo: los indios llevan en sí la marca de la reducción,
no se les permite ni calzado ni el pelo largo ‘porque -señala
el franciscano (Fray Pedro José de Parras, El Diario y derrotero
de sus viajes, 1754)- no obstante su connatural humildad, cobardía
y bajeza de ánimo, es menester mantenerlos en esta sujeción
y servidumbre, para que no peligre la fidelidad y la obediencia’”…
EL CIUDADANO “ENBONSAIADO”
¿Qué ha cambiado entre aquella modelación
humana del indio de los tiempos coloniales y la modelación humana
de las masas consumidoras de hoy?
El indio civilizado o cristianizado de los siglos XVI, XVII y XVIII, es
la clase media y proletaria de hoy, domesticada en el mercado de las chucherías
electrodomésticas (analógicas y digitales); de las marcas
piratas made in China y Patronato, pero sobre todo domesticada en el mercado
de la política farandulera. Así como los animales domésticos
han sido secuestrados de su ambiente natural y salvaje y reducidos a los
límites perversos que sufre un gato de departamento (cuya máxima
perversidad es el gato bonsai, condenado a vivir-morir en un frasco),
el ciudadano ha sido “enbonsaiado” en el frasco de una polis
jibarizada y sometida a la civitate Dei del Dios Pluto (no el de Walt
Disney, lo que sería más divertido), sino al del Olimpo
del Dólar y del Euro. Y toda su potencia transformadora que lo
arrojó como un rayo destructor contra La Bastilla, demoliendo a
la monarquía y al régimen feudal; y toda su fuerza revolucionaria
que lo impulsó contra el Palacio de Invierno, acabando con la Rusia
de los zares; todo su futuro esplendor pregonado por Marx, ha sucumbido
con la fomedad absurda de una pompa de jabón.
Del ciudadano infiel y montaraz (como los indios que no acataban la dominación
colonial) parece no haber quedado piedra sobre piedra tras la demolición
del muro de Berlín y el derrumbe de las catedrales ideológicas
bajo el huracán de la globalización neoliberal. Ni siquiera
se le puede atribuir el ataque al corazón del Imperio y el desplome
de las Torres Gemelas.
“PELIGRO PARA
LA SOCIEDAD”
Todos quienes -y aunque sea con timidez- asuman la actitud
desafiante del bárbaro y del infiel, y dejen en evidencia pública
las ruindades del Amo, serán clasificados bajo el mote de “peligro
para la sociedad” y encarcelados. El periodismo investigativo que
apunta a los talones de Aquiles de la neo-misión y que pone en
cuestión y en contradicción el imaginario social que le
brinda sostenibilidad y reproducción, será condenado a la
hoguera de las vestiduras rasgadas, de las éticas funcionales,
de las leyes que contribuyen al ejercicio del control social y moral por
parte de los plutócratas. En Santiago de Chile, será encerrado
en Capuchinos (así como los franciscanos, la orden de los capuchinos
también contribuyó al sometimiento del indio infiel).
Con el ciudadano triturado, los revolucionarios convertidos, Saddam preso,
Osama escondido, Bush y los plutócratas reinando en el planeta
y en Chile; con Nostradamus y los mayas profetizando una catástrofe
descomunal, un Fin del Mundo para la próxima década (¿la
del neoliberalismo?); al periodista investigador y corajudo no le queda
más que levantar en alto la bandera de la libertad, la igualdad
y la fraternidad, aunque sea entre las presiones y prisiones de estar
al medio del sandwich, entre la civilización y la barbarie
JUAN JORGE FAUNDES
(1) Lebanon Valley College,
Departamento de Lenguas Extranjeras:
http://136.142.158.105/LASA97/tuninetti.pdf
Alejandro Guillier fue a la cárcel
El
repudio generalizado que produjo la detención de Alejandro Guillier,
director de prensa de Chilevisión, tuvo un efecto contrario al
que posiblemente buscó la jueza Gabriela Pérez, quien instruye
el proceso del “caso Calvo”. Lejos de amedrentar al gremio
periodístico con el procesamiento de cinco ejecutivos y periodistas
de ese canal por infracción al artículo 161 A del Código
Penal -sobre grabación de conversaciones privadas-, la medida generó
una masiva reacción en defensa de las libertades de información,
expresión y opinión. Tanto así, que el Ejecutivo
quitó la urgencia a la llamada “ley mordaza” -que restringe
la libertad de prensa supuestamente en resguardo del honor y la intimidad
de las personas-; varios diputados reconocieron, vergonzosamente, que
la habían aprobado sin haber leído el texto, y se creó
un clima favorable a su modificación en el Senado. En una declaración,
el Colegio de Periodistas señaló que, tal como fue aprobada
en la Cámara Baja, esa ley inhibe la búsqueda de información
e impide “ejercer la labor de fiscalización respecto de los
actos de las autoridades, implícita en la labor periodística”.
A petición de la Corte Suprema, el Tribunal Regional de Etica del
Consejo Metropolitano de Periodistas se pronunció respaldando el
comportamiento de los colegas procesados en el “caso Calvo”
por haber grabado y filmado, sin su conocimiento, una conversación
entre un denunciante con el juez, difundiendo posteriormente ese material
a través de Chilevisión. En un fallo aprobado por mayoría
de 4 a 1, el tribunal resolvió absolver al periodista Alejandro
Guillier y su equipo investigador “por cuanto su comportamiento
no ha incurrido en falta a la ética periodística y no ha
cometido ninguna intromisión ilegítima o antiética
en el derecho al honor o a la intimidad del ministro de la Corte de Apelaciones
Daniel Calvo Flores, ya que ha prevalecido en este caso el interés
público conforme lo establece el artículo 29 del Código
de Etica”. También fue absuelta por unanimidad la periodista
Alejandra Matus, directora de la revista Plan B
P.B.
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