Edición 559 - Desde el 19 de diciembre al 1 de enero 2003
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Periodismo: entre la
civilización y la barbarie

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La derecha avanza
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“Política exterior” de Chile
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Periodismo: entre
la civilización
y la barbarie

“Para que la esencia del hombre pueda representarse como trabajo, se necesita la operación o la síntesis operada por un poder político”. (Foucault)

Los tribunales procesan y encarcelan a los periodistas y editores que meten sus narices en los hedores de la pedoarquía, que sacan a la luz pública las excretas de la potoarquía y develan la impudicia de la putoarquía. Pero pedócratas, potócratas y putócratas (trinidad que es una misma plutocracia no más) andan sueltos por la vida exprimiendo plusvalía al mayoritario resto de la sociedad que sobrevive hipotecado, reducido a la servidumbre de un salario (que se le escamotea), de un crédito a infinitas cuotas (que lo encadenan), de un circo mediático (que lo embrutece).

LA NUEVA MISION
NEO-COLONIAL

Esta plutocracia de pedócratas, potócratas y putócratas, es el amo colonial de hoy. Y los legisladores, magistrados y gobernantes, sus curas franciscanos y cinturones de castidad que velan por mantenernos encondonados entre los muros de la conversión. Sus leyes, sus fallos y sus decretos son las murallas inquisidoras de sus neo-misiones. Sus siúticos malls, sus megatiendas clonadas de claustro en claustro, o de ciudad en ciudad (que viene a ser lo mismo), sus megabancos y megafinancieras, sus mazmorras de vidrio y hormigón, donde nos obligan a trabajar, amar, odiar, dormir; reptar entre los vericuetos voyeristas de la promiscuidad urbana); sus fábricas engullidoras, sus metros histéricos, sus universidades mercachifles, sus congresos prostibularios, sus minas de silicona, sus celulares panópticos, y un largo y larguísimo etcétera, son la Colonia misma, a la que debemos rendir el tributo de nuestros sueños, ideales, salud, libertad y la vida misma. El tributo de envejecer, siempre con el bolsillo al límite, y a la espera de una humillante jubilación y de un nicho de alquiler.
Angel T. Tuninetti(1) nos remite al sentido de la reducción colonial en las misiones franciscanas del Paraguay: “La reducción constituye el centro del proceso de sumisión y apropiación del indio, o, para usar las palabras de Borges, ‘la modelación humana del indio’ que se consigue a través de la modelación social impuesta por la reducción. (...) La reducción está rodeada de murallas, murallas que cumplen la doble función de mantener a los indios reducidos bajo control y de proteger en contra de los avances de los indios no reducidos. Las murallas son más importantes como frontera simbólica entre el espacio controlado y el espacio ajeno que como real protección militar (...) Las reducciones funcionan como un elemento disciplinante (Foucault, Vigilar) del espacio y también del cuerpo: los indios llevan en sí la marca de la reducción, no se les permite ni calzado ni el pelo largo ‘porque -señala el franciscano (Fray Pedro José de Parras, El Diario y derrotero de sus viajes, 1754)- no obstante su connatural humildad, cobardía y bajeza de ánimo, es menester mantenerlos en esta sujeción y servidumbre, para que no peligre la fidelidad y la obediencia’”…

EL CIUDADANO “ENBONSAIADO”

¿Qué ha cambiado entre aquella modelación humana del indio de los tiempos coloniales y la modelación humana de las masas consumidoras de hoy?
El indio civilizado o cristianizado de los siglos XVI, XVII y XVIII, es la clase media y proletaria de hoy, domesticada en el mercado de las chucherías electrodomésticas (analógicas y digitales); de las marcas piratas made in China y Patronato, pero sobre todo domesticada en el mercado de la política farandulera. Así como los animales domésticos han sido secuestrados de su ambiente natural y salvaje y reducidos a los límites perversos que sufre un gato de departamento (cuya máxima perversidad es el gato bonsai, condenado a vivir-morir en un frasco), el ciudadano ha sido “enbonsaiado” en el frasco de una polis jibarizada y sometida a la civitate Dei del Dios Pluto (no el de Walt Disney, lo que sería más divertido), sino al del Olimpo del Dólar y del Euro. Y toda su potencia transformadora que lo arrojó como un rayo destructor contra La Bastilla, demoliendo a la monarquía y al régimen feudal; y toda su fuerza revolucionaria que lo impulsó contra el Palacio de Invierno, acabando con la Rusia de los zares; todo su futuro esplendor pregonado por Marx, ha sucumbido con la fomedad absurda de una pompa de jabón.
Del ciudadano infiel y montaraz (como los indios que no acataban la dominación colonial) parece no haber quedado piedra sobre piedra tras la demolición del muro de Berlín y el derrumbe de las catedrales ideológicas bajo el huracán de la globalización neoliberal. Ni siquiera se le puede atribuir el ataque al corazón del Imperio y el desplome de las Torres Gemelas.

“PELIGRO PARA
LA SOCIEDAD”

Todos quienes -y aunque sea con timidez- asuman la actitud desafiante del bárbaro y del infiel, y dejen en evidencia pública las ruindades del Amo, serán clasificados bajo el mote de “peligro para la sociedad” y encarcelados. El periodismo investigativo que apunta a los talones de Aquiles de la neo-misión y que pone en cuestión y en contradicción el imaginario social que le brinda sostenibilidad y reproducción, será condenado a la hoguera de las vestiduras rasgadas, de las éticas funcionales, de las leyes que contribuyen al ejercicio del control social y moral por parte de los plutócratas. En Santiago de Chile, será encerrado en Capuchinos (así como los franciscanos, la orden de los capuchinos también contribuyó al sometimiento del indio infiel).
Con el ciudadano triturado, los revolucionarios convertidos, Saddam preso, Osama escondido, Bush y los plutócratas reinando en el planeta y en Chile; con Nostradamus y los mayas profetizando una catástrofe descomunal, un Fin del Mundo para la próxima década (¿la del neoliberalismo?); al periodista investigador y corajudo no le queda más que levantar en alto la bandera de la libertad, la igualdad y la fraternidad, aunque sea entre las presiones y prisiones de estar al medio del sandwich, entre la civilización y la barbarie

JUAN JORGE FAUNDES

(1) Lebanon Valley College, Departamento de Lenguas Extranjeras:
http://136.142.158.105/LASA97/tuninetti.pdf


Alejandro Guillier fue a la cárcel

El repudio generalizado que produjo la detención de Alejandro Guillier, director de prensa de Chilevisión, tuvo un efecto contrario al que posiblemente buscó la jueza Gabriela Pérez, quien instruye el proceso del “caso Calvo”. Lejos de amedrentar al gremio periodístico con el procesamiento de cinco ejecutivos y periodistas de ese canal por infracción al artículo 161 A del Código Penal -sobre grabación de conversaciones privadas-, la medida generó una masiva reacción en defensa de las libertades de información, expresión y opinión. Tanto así, que el Ejecutivo quitó la urgencia a la llamada “ley mordaza” -que restringe la libertad de prensa supuestamente en resguardo del honor y la intimidad de las personas-; varios diputados reconocieron, vergonzosamente, que la habían aprobado sin haber leído el texto, y se creó un clima favorable a su modificación en el Senado. En una declaración, el Colegio de Periodistas señaló que, tal como fue aprobada en la Cámara Baja, esa ley inhibe la búsqueda de información e impide “ejercer la labor de fiscalización respecto de los actos de las autoridades, implícita en la labor periodística”.
A petición de la Corte Suprema, el Tribunal Regional de Etica del Consejo Metropolitano de Periodistas se pronunció respaldando el comportamiento de los colegas procesados en el “caso Calvo” por haber grabado y filmado, sin su conocimiento, una conversación entre un denunciante con el juez, difundiendo posteriormente ese material a través de Chilevisión. En un fallo aprobado por mayoría de 4 a 1, el tribunal resolvió absolver al periodista Alejandro Guillier y su equipo investigador “por cuanto su comportamiento no ha incurrido en falta a la ética periodística y no ha cometido ninguna intromisión ilegítima o antiética en el derecho al honor o a la intimidad del ministro de la Corte de Apelaciones Daniel Calvo Flores, ya que ha prevalecido en este caso el interés público conforme lo establece el artículo 29 del Código de Etica”. También fue absuelta por unanimidad la periodista Alejandra Matus, directora de la revista Plan B


P.B.

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