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¿Pederastas y fanáticos?
La derecha en
calzoncillos
Hasta
hace unos meses, la marcha de Joaquín Lavín y la UDI hacia
la presidencia de la República se veía como una “carrera
corrida”. Primero, serían las elecciones municipales en 2004,
que dejarían en manos de la UDI las principales alcaldías
del país. Luego vendría el gran salto. Joaquín Lavín
triunfaría en diciembre de 2005 y la derecha se impondría
en las parlamentarias, que se realizarán en el mismo acto electoral.
Lavín sería el primer presidente de derecha elegido por
votación popular en 47 años. Sería, también,
la primera vez en el mundo que un laico supernumerario del Opus Dei llega
a ser jefe de Estado mediante elecciones directas.
Ese panorama alentador para la derecha impuso en la Concertación
una actitud caracterizada como la “ceremonia del adiós”,
que ahora tiende a disiparse. La derecha afronta una situación
que muestra para ellos signos inquietantes, como lo indican las encuestas.
Lavín disminuye, pero sigue siendo mucho más que la Alianza
por Chile, es decir más que la UDI y RN juntas, las que a su vez,
pierden terreno. Para la Concertación ha mejorado el clima político.
Incluso hace resurgir el optimismo para aspirar a un cuarto gobierno que
suceda al presidente Ricardo Lagos.
Las señales macroeconómicas anticipan bonanza, y siguen
adelante planes sociales y de obras públicas que deberían
redundar en dividendos electorales.
LA DERECHA ENREDADA
Para la derecha las cosas se han complicado no solamente
por los coletazos del caso Spiniak, que provocó un duro enfrentamiento
entre las directivas de la UDI y RN al punto de paralizar el trabajo de
la Alianza por Chile en temas como la definición de candidatos
para los cargos de alcalde en las próximas elecciones municipales.
En los hechos, RN está dividida: hay un sector poderoso, que encabezan
el diputado Alberto Cardemil y el senador Sergio Romero respaldados por
Sergio Onofre Jarpa, que hace la guerra a Sebastián Piñera
y busca un entendimiento con la UDI e incluso, una eventual fusión
con ella.
El tema central para la derecha es, por lo tanto, la UDI y el rol de Joaquín
Lavín en los meses venideros.
Sin embargo, el descenso de la derecha es anterior al caso Spiniak. La
popularidad de Lavín se ha deteriorado por su pobre desempeño
como alcalde de Santiago. La fama de edil realizador que tuvo en Las Condes,
lo ha abandonado pasando a ser un simple “hacedor” de cosas
de menor monta. Carece de proyecto global, de estatura de gobernante e,
incluso, de perfil de dirigente político de alto nivel. Su respaldo
ha disminuido también porque en la Concertación han crecido
las figuras de Michelle Bachelet, Soledad Alvear y del ex presidente de
la República, Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Ha sido la UDI quien ha
pagado el costo de la erosión de su candidato estrella, y también
del impacto del escándalo Spiniak y las denuncias de abusos contra
menores. Dos senadores de ese partido, Jovino Novoa y Carlos Bombal, se
han querellado contra la diputada Pía Guzmán (RN) y el sociólogo
Pablo Huneeus. Los dos parlamentarios de la UDI han sido mencionados como
pederastas involucrados en el caso Spiniak. No ha contribuido a mejorar
la situación el manejo desafiante de Pablo Longueira, que se ha
comprometido a fondo en una situación sórdida en que abundan
los rumores, incluyendo los de utilización de agentes de seguridad
de la dictadura para intimidar testigos, cambiar testimonios y fortalecer
la teoría del “montaje”, “complot” o “conspiración”
fraguado -supuestamente- para destruir al principal partido de derecha
y a Joaquín Lavín.
DESCONFIANZA EMPRESARIAL
Estos no son, sin embargo, los únicos problemas.
Más serio es que se han debilitado sus vínculos con los
“poderes fácticos”. Incluso Longueira ha provocado
fuertes roces con la Iglesia. Tres de los cuatro comandantes en jefe de
las FF.AA. y Carabineros tratan de distanciarse del pinochetismo militante
y de la extrema derecha. Los medios de comunicación, estimulados
por el mercado, cuestionan a figuras intocables de la UDI. Pero sobre
todo, parecen estarse produciendo vacilaciones en los empresarios. Ellos
perciben las limitaciones de Lavín y se preocupan por la inestabilidad
y el temperamento confrontacional de Longueira.
Un comentario de Fernando Léniz, ex ministro de Pinochet e importante
figura del empresariado, interpreta a muchos. Léniz sostuvo que
los empresarios no deberían tener problema en votar por un candidato
de la Concertación como Eduardo Frei, mientras la Alianza por Chile
debería mantener su papel de “oposición constructiva”.
Se instala una pregunta: ¿Por qué cambiar, cuando el modelo
funciona y los grandes grupos económicos y las transnacionales
consiguen lo que quieren con la Concertación, en una forma que
produce menos resistencia en la población que si lo hiciera un
gobierno de derecha?
En medio de la crisis, Longueira echa mano a la tradición histórica
de la UDI. La utiliza como elemento cohesionador y como blindaje ante
las dudas y las críticas que arrecian. El recurso galvaniza a los
militantes convencidos, pero implica el riesgo de hacer reaparecer la
verdadera historia. Cuando se destaca a Jaime Guzmán como “apóstol
de la política”, se silencia su rol como ideólogo
de la dictadura, impulsor de la represión y actor “contemplativo”
de violaciones a los derechos humanos.
Cuando se santifica la memoria de Miguel Kast, se calla que fue uno de
los constructores del modelo económico y pieza clave del proyecto
de los “Chicago Boys”. Al remontarse a los orígenes
del gremialismo, Longueira saca de la tierra -también- la raíz
fascistoide y pinochetista de la UDI, que ahora aspira a ser partido popular
de amplia convocatoria.
LAVIN “INDEPENDIENTE”
Con habilidad, Joaquín Lavín se ha desmarcado
de la Alianza por Chile. Aparentemente, asume la condición de independiente
pero sigue siendo militante de la UDI y decide sus pasos de acuerdo con
Longueira. En el fondo, la UDI combina su papel de defensora del “legado
del gobierno militar” que nunca ha abandonado -y que en los hechos
concuerda con la mayoría de RN-, con arrestos populistas que ponen
los pelos de punta a los empresarios, pero siempre dentro del campo de
control de la gran burguesía y los poderes globalizados. Todo ello
unificado por un catolicismo militante y agresivo.
Longueira se apresta ahora a viajar al Vaticano para entregar al papa
Juan Pablo II su libro Mi testimonio de fe, que mezcla con vehemencia
religión con política de ultraderecha. Rasgo que puede estar
en sintonía con un renacer del conservantismo que se advierte en
diversos sectores sociales y religiosos.
Desde el gremialismo inicial, que participaba en la dictadura, Jaime Guzmán
se preocupó especialmente de la juventud, las mujeres y los municipios.
Esa orientación se ha profundizado con buenos resultados para la
UDI, ayudada por la disciplina y mística de muchos de sus militantes.
Esa es una reserva importante.
¿QUIEN PARA
A LA DERECHA?
Por lo mismo no parece adecuado sobrestimar las dificultades
que encuentra la derecha y menos dar por seguro que la UDI y Lavín
serán derrotados en las próximas elecciones. Como partido
de masas de la derecha, la UDI sigue avanzando en los sectores populares.
Toma el control de nuevas federaciones de estudiantes, gana terreno entre
profesionales, comerciantes y técnicos. Mantiene la mayoría
de sus posiciones y aparece como fuerza disciplinada, seria y crítica
de un gobierno al que ataca sin contemplaciones pero al que también
apoya en ciertas ocasiones. Levanta la consigna del “cambio”,
que cala profundamente. La Concertación -aunque parece optimista-
se encuentra agotada. Es convicción generalizada que no basta con
“más de lo mismo” y que es necesario cambiar. Grandes
sectores de la población esperan el “cambio” sin darse
cuenta que ese “cambio” hará empeorar la situación
de los sectores modestos y del conjunto de la población. La derecha
y la UDI coparán el último espacio que todavía no
controlan plenamente: el poder ejecutivo y la administración del
Estado. Ya tienen el manejo del modelo económico, el poder judicial,
la relación con las FF.AA., los municipios principales, la mayoría
de los obispos, los grandes medios de comunicación y las universidades.
La presidencia de la República caerá en sus brazos a menos
que se produzca una reacción movilizadora a la que no sea ajena
la Izquierda, que tiene la obligación de reagruparse y levantar
una opción progresista, en conjunto con otras fuerzas originadas
en la Concertación que recuperen su espíritu inicial. De
ese modo, se podrá parar a la UDI y a Lavín y abrir paso
a una democracia real, a una sociedad con mayor igualdad que se libere
del modelo económico polarizador y excluyente, que la derecha pretende
profundizar, y que, por sobre todo, ofrezca a los jóvenes nuevos
horizontes de esperanza y realización
PEDRO FERNANDEZ
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