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El verdadero temor de los poderosos
Si se trata de leer los resultados electorales, desde el punto de vista de la Izquierda, lo sucedido en Valparaíso es un anuncio trascendente. Tanto el resultado concreto que dio como ganador a Jorge Sharp, como el proceso que lo permitió. ¿Por qué en otros lugares del país candidaturas de Izquierda no atinaron?
La Izquierda no ha sabido dar pie con bola en un cuarto de siglo. Ha insistido majaderamente en mecanismos que no han sido sino fracasos que ya ni siquiera llaman la atención. Que la Izquierda sume esmirriados porcentajes de votos, ya es parte del paisaje.
El cartel de sinvergüenzas que maneja el país y que lo ha destazado para plácemes de los grandes empresarios y las transnacionales, ha aprovechado de la mejor manera esta incapacidad de la Izquierda para salir de la ciénaga de la derrota. Del fracaso.
Pero ahora deberán prenderse luces rojas de alerta ante la evidencia de que en Valparaíso un grupo de chascones y desordenados ha dado con una clave que de tan vieja, parecía extinta: confiar en la gente. Y bastó que así fuera para que el duopolio mordiera el polvo de la derrota, de la primera de las que va a sufrir de aquí en más. Perder los espacios que durante todo este tiempo han creído con sobrada razón como propios, es el temor más grande que puede sufrir un miembro de la casta dirigente.
Queda demostrado que las marchas, los desfiles, las pancartas y los puños alzados, por sí solos, no tienen ninguna importancia para los frescos de raja. A lo sumo, uno que otro patán se aprovechará del momento para fotografiarse entre la chusma y para hacer declaraciones tan rimbombantes como carentes de todo sustento real.
Los porteños lograron dejar de lado las diferencias artificiales para poner sobre la mesa aquello que interesa al pueblo y no a los seudoteóricos que andan viendo erróneas interpretaciones filosóficas y deviaciones ideológicas hasta en el caldillo de congrio. Lo realmente trascendente estuvo en el proceso que los movimientos políticos y sociales del puerto llevaron a cabo durante mucho tiempo, hasta coincidir en que el mejor recurso de la acción política contemporánea era impulsar la participación de la gente, pedir su opinión. Respetarla. Confiar en ella. No intentar siquiera suplantar sus propias decisiones.
Todo lo contrario de lo que ha hecho hasta el hastío la Izquierda, es decir sus esporas, cual de todas más confiada en ser la depositaria de la verdad última de la revolución. Quedó claro lo innecesario que es fundar partidos y agrupaciones reuniendo para el efecto a tres o a cuatro discípulos, redactar un inflamado discurso, ungir a su preclaro líder, también el único y verdadero y luego, de nuevo la derrota, el porcentaje pichiruche.
Resulta no solo necesario sino impostergable que la Izquierda sea capaz de imponer un camino que tenga en cuenta aquello que efectivamente amenaza al sistema. Lo que le hace daño. Lo que les impone un miedo que no pueden reprimir. Se va configurando la necesidad de impulsar un proceso que considere múltiples expresiones de lucha que sea capaz de combinar las causas populares de manera que se vayan articulando todos quienes compartan un proyecto colectivo y que se reúnan las peleas locales con las de mayor complejidad, hasta llegar a las de naturaleza político-electoral.
Un proceso multifacético, amplio y no restringido a la creación mecánica y burocrática de nuevos partidos políticos, sino que apunte a la construcción de propuestas locales y proyectos alternativos, entendiendo que la cuestión de la política es el poder y que éste, desde la perspectiva del pueblo, se articula desde abajo hacia arriba. Y luego, llevar esas peleas al campo de la política y con esa fuerza social desplegada, disputarle uno a uno sus sillones: los concejos municipales y alcaldías, las diputaciones y senaturías y por cierto, en breve, disputarles también La Moneda.
Quedó demostrado en Valparaíso que las votaciones son un recurso de las luchas del pueblo cuando son concebidas de la manera correcta. Cuando la gente decide sus candidatos, sus programas, sus métodos y lo que hay que hacer de almuerzo.
Un proceso electoral asumido en medio de grandes movilizaciones como las desplegadas por quienes rechazan el sistema de AFP, el de los estudiantes exigiendo sus derechos, de los profesores luchando por su dignidad, de los pescadores por su acceso a su fuente de vida y toda la gente postergada, reprimida, despreciada y contaminada hasta la madre, ya no sería solo ir a votar. Sobre todo, mostraría que el indicio desplegado entre los cerros de Valparaíso puede llegar a ser un mal ejemplo que haga temblar a los poderosos.
Ricardo Candia Cares
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 864, 11 de noviembre 2016).
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