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La muerte de Miguel
El secretario general del MIR, Miguel Enríquez Espinosa, era uno de los íconos de la resistencia a la dictadura. Por ello, la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), lo buscaba intensamente. Para llegar hasta él detuvo a militantes, a algunos los torturó hasta la muerte, y así logró ubicar la casa donde residía Miguel, en calle Santa Fe N° 725, comuna de San Miguel.
A fines del mes de septiembre de 1971, la Dina obtuvo pistas del sector donde vivía, su aspecto físico actual y el de su pareja, Carmen Castillo. Además, detectó que utilizaba una Renoleta roja.
La historia aún se está escribiendo. El ministro en visita Mario Carroza, sometió a proceso a los agentes César Manríquez Bravo, Miguel Krassnoff Martchenko, Teresa Osorio Navarro, Ricardo Lawrence Mires y Rodolfo Valentino Concha Rodríguez, en calidad de autores del homicidio calificado de Miguel Enríquez. Todos eran miembros de la Brigada de Inteligencia Metropolitana de la Dina.
Para que concurran las circunstancias del homicidio calificado, según el Código Penal, éste debe ejecutarse con alevosía, es decir, sobre seguro, a traición y con premeditación conocida, con una planificación previa.
El Informe Rettig señaló que “la casa donde se ocultaba Miguel Enríquez fue rodeada por un nutrido contingente de agentes de seguridad, el que incluía una tanqueta y un helicóptero, quienes comenzaron a disparar. Entre los ocupantes del inmueble se encontraba una mujer embarazada que resultó herida. Miguel Enríquez cayó en el enfrentamiento recibiendo, según el protocolo de autopsia, diez impactos de bala que le causaron la muerte”.
El líder del MIR resistió durante dos horas. Los vehículos de la Dina comenzaron a rodear su domicilio pasadas las 13 horas. Su muerte, según las pericias médico-legales, ocurrió a las 15:30 horas del 5 de octubre de 1974.
Nunca se había investigado su muerte hasta la querella por homicidio calificado presentada por la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos el 19 de diciembre de 2012, a la cual se sumaron miembros de la familia Enríquez y Carmen Castillo.
Para configurar las presunciones fundadas del delito, el ministro Carroza explicó en su dictamen que “los agentes sin advertencia alguna comienzan a disparar contra el domicilio, ante lo cual la víctima y los otros habitantes del inmueble deciden responder desde el interior, pero ante la imposibilidad de hacer frente a sus atacantes, Miguel Enríquez, encontrándose herido, intenta escapar por las techumbres de las casas colindantes, una vez que se asegura la suerte de Carmen Castillo, pero ello lleva a que los agentes le esperaran y lo abatieran en el lugar.
Las diligencias y la información acumulada durante el desarrollo de esta investigación han permitido sostener que el aludido enfrentamiento no existió, y por el contrario se advierte una preparación centrada en el operativo de detención, tanto por el seguimiento como por las vigilancias permanentes del sector, que le permitieron determinar con antelación su ubicación, permitiendo que la brigada a cargo de las indagaciones y represión del MIR preparara el lugar, planificara su detención y tomara la decisión de eliminarle, para lo cual el lugar fue cercado con antelación por los jefes operativos y comunicado a los canales respectivos de la dirección de la institución, y aprobado por ésta el objetivo”, expresó el magistrado.
“El razonamiento anterior se reafirma, en cuanto a la preparación del ataque, con la desproporción de fuerzas utilizadas y los medios de fuego en el lugar de los hechos”, aseguró Carroza. De las conclusiones del juez, se desprende que la resistencia al ataque de la Dina, de parte de Miguel Enríquez, se encuadra en una legítima defensa.
Carroza encausó a César Manríquez Bravo, mayor de ejército en la época, quien era responsable de operaciones de la Brigada de Inteligencia Metropolitana, a Krassnoff, jefe de la Brigada Halcón y sus subalternos Teresa Osorio Navarro, empleada civil de la Armada, el prófugo Ricardo Lawrence Mires, entonces oficial de Carabineros y Rodolfo Valentino Concha Rodríguez, sargento de reserva del ejército. También participaron en los hechos el torturador Osvaldo Romo Mena, fallecido en 2007, quien fue uno de los agentes que rastrilló la zona y Marcelo Moren Brito, fallecido en 2015, quien abofeteó estando herida a Carmen Castillo.
Miguel Enríquez sabía que el cerco sobre su persona se estrechaba. Había encomendado a Carmen Castillo comprar otra casa. Esa mañana ella estuvo en esa tarea. De regreso, pasada la una de la tarde, encontró a Miguel Enríquez y a José Bordaz, miembro de la comisión política del MIR, quemando documentos y preparando la defensa. Otro dirigente, Humberto Sotomayor, había regresado de un punto de contacto y vió las camionetas Chevrolet C10 merodeando la casa, lo cual era raro en un barrio tranquilo donde no circulaban demasiados vehículos y además era un sábado.
Uno de los testimonios de vecinos del sector fue el de Agueda Garrido, domiciliada en Chiloé 5958, colindante en la parte posterior con la casa de calle Santa Fe. Hasta su hogar llegaron los agentes haciéndose pasar por policías. “Le ordenaron que rasgara algunas sábanas blancas que utilizarían como distintivo. Cuando ella preguntó de qué se trataba, los agentes de la Dina le respondieron claramente: ‘Venimos a matar a un mirista’. Después le reclamaron el balcón, que miraba al patio de Santa Fe 725, para utilizarlo como campo de tiro. Como se negara, fue forzada a abandonar la casa, que fue ocupada por numerosos individuos armados. En la calle, la señora Garrido y su esposo se dieron cuenta de que toda la manzana estaba invadida por un operativo, en tanto en el resto de las casas se repetía la situación que ellos habían sufrido”.(1)
Los agentes y los refuerzos que llegaban toman ubicación para el desigual combate. Iniciados los disparos, Carmen Castillo resultó herida por una granada que también hirió a Enríquez. Humberto Sotomayor creyó muerto a Miguel y emprendió la retirada por los techos de las casas. Lo mismo hizo José Bordaz. Cuando Enríquez recuperó el conocimiento puso a Carmen Castillo en un lugar protegido y decidió salir al patio de la casa.
“Fueron los soldados que me custodiaron en el hospital los que me contaron su muerte. Lo mataron en el momento en que acababa de saltar el muro de la casa vecina. Después de haber franqueado el muro gritó ‘Paren el fuego, hay una mujer herida y embarazada en la casa’. Los militares creyeron que él se rendiría y se acercaron (…) Lo abatieron de una ráfaga en el pecho”, declaró Carmen Castillo al diario Le Monde en diciembre de 1974.
Alicia Lira, presidenta de la Afep señaló que “queda demostrado que resistió y la Dina ante la relevancia política que tenía Miguel Enríquez en las luchas populares, en el pueblo chileno, sabiendo que está en su hogar con su compañera embarazada, planifica el asalto. Miguel Enríquez se defendió ante ese asalto terrorista de la Dina”.
Respecto a la acción judicial presentada por la Afep, Alicia Lira expresó que “enaltece la figura de Miguel Enríquez que estando con su compañera que esperaba su hijo, no se entregó a los criminales sino que hizo lo que siempre practicó: ser consecuente con su lucha. No permitió que lo detuvieran sino que se defendió frente al criminal asalto a su hogar, lo cual para nosotros es muy importante”, añadió.
“El procesamiento por el crimen de Miguel Enríquez nos da una satisfacción porque se hace un acto de reparación a él y a sus compañeros. Los criminales que en la forma más cobarde ejecutaron a Miguel Enríquez, no están impunes”, concluyó Lira.
CARLOS ANTONIO VERGARA
(1) Miguel Enríquez, Un nombre en las estrellas, Mario Amorós, Ediciones B, 2014.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 864, 11 de noviembre 2016).
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