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Estrés laboral, ¿una pandemia irreversible?
El estrés laboral deteriora la salud física y mental de millones de seres humanos, pero las reglas de la competitividad parecen dictar la última palabra y colocan en primer plano la correlación entre costos y beneficios.
Evaluaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) refrendan que en 2015 la cifra de desempleados llegó a 197,1 millones y para el año en curso prevé un alza de aproximadamente 2,3 millones para totalizar 199,4 millones. Es probable que otro 1,1 millones de personas ingresen a las filas de los desocupados en 2017, según el informe Perspectivas sociales y del empleo en el mundo-Tendencias 2016, elaborado por esa agencia de Naciones Unidas.
Mientras, numerosos trabajadores “tienen que aceptar empleos mal remunerados, tanto en las economías emergentes como en las en desarrollo y, cada vez más, en los países desarrollados”, advierte el director general de la OIT, Guy Ryder. “La inestabilidad del contexto económico asociada con la volatilidad de los flujos de capital, la persistente disfunción de los mercados financieros y la insuficiente demanda mundial, siguen afectando a las empresas y desincentivan las inversiones y la creación de empleo”, apunta el jefe del Departamento de Investigación de la OIT, Raymond Torres.
Reducidas las ofertas de trabajo y su posible incremento a mediano plazo, hay más temor de quedar cesante y menos opciones de acceder al mercado laboral, pesadilla que agobia a diario a un sinnúmero de personas.
A juicio de los expertos, el estrés relacionado con la ocupación laboral constituye un problema global que afecta a todas las profesiones y trabajadores, tanto de los países en desarrollo como de los desarrollados, aunque el impacto es mucho mayor en épocas de recesión y crisis.
RASGOS DEL ESTRES LABORAL
Si la salud en el trabajo está amenazada, “no existen las bases para lograr el empleo productivo y el desarrollo socioeconómico. La carga que suponen las enfermedades mentales resulta de gran relevancia para el mundo del trabajo”, observa la OIT. Dentro del ámbito laboral, el estrés “tiene lugar cuando las exigencias del trabajo no se corresponden o exceden las capacidades, recursos o necesidades del trabajador o cuando el conocimiento y las habilidades de un trabajador o de un grupo para enfrentar dichas exigencias no coinciden con las expectativas de la cultura organizativa de una empresa”, conceptualiza la institución.
Es sabido que la ocupación no sólo proporciona recursos económicos, sino que contribuye a las funciones sicológicas básicas, como la estructura del tiempo, los contactos sociales y la identidad individual. En cambio, el desempleo se relaciona “con una menor satisfacción con la vida, el estigma social, la pérdida de la autoestima y la pérdida de los contactos sociales, con consecuencias negativas para la salud mental”, evalúa la entidad.
Tampoco debería desconocerse que el actual proceso de globalización neoliberal modificó de manera sustancial los modelos tradicionales de empleo, al aumentar los puestos temporales, a tiempo parcial y mediante la contratación independiente del personal. Estas prácticas pueden dar lugar a mayores exigencias e inseguridad laborales, un menor control y una mayor probabilidad de despidos, opina la OIT.
Pero conversar en una plaza no es sinónimo de dicha: el estrés proveniente del trabajo y los riesgos sico-sociales -como la inseguridad laboral y el desequilibrio entre la recompensa y el esfuerzo realizado-, están vinculados a comportamientos riesgosos para la salud, incluidos el alto consumo de alcohol y tabaco, el sobrepeso, la menor actividad física y los problemas del sueño, avalan diversos estudios.
Cada año alrededor de seis millones de muertes se atribuyen al tabaquismo y más de tres millones al abuso del alcohol. Además, la alimentación desequilibrada y una actividad física insuficiente constituyen las principales causas de obesidad y son factores clave de las enfermedades no transmisibles, juzga la OIT. Solo en 2012 las dolencias cardiovasculares provocaron 17,5 millones de decesos, equivalentes al 31 por ciento del total de los registrados ese año. En sentido general, el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular es por lo menos 50 por ciento más alto entre los trabajadores que sufren estrés en comparación con los que no están sometidos a tales agravantes, advierte la fuente.
SINDROME DE “BURNOUT”
Indagaciones epidemiológicas constataron también el incremento de los dolores en el cuerpo y en general de los trastornos músculo-esqueléticos, debido a factores sicosociales adversos en el trabajo. Para entendidos en la materia, resulta igualmente preocupante el auge del síndrome de burnout entre los trabajadores: un estado de agotamiento físico, emocional y mental resultante de la implicación por largo plazo en situaciones laborales emocionalmente exigentes.
Entre sus manifestaciones más frecuentes figuran el agotamiento emocional, el cinismo en el trato de los receptores del servicio ofrecido, la despersonalización, la falta de implicación en la faena, los bajos niveles de realización personal y la ineficacia. Dolor de cabeza, insomnio, trastornos del sueño y alimenticios, cansancio, irritabilidad, inestabilidad emocional y rigidez en las relaciones sociales, son algunos de los síntomas inespecíficos asociados al burnout.
Según la OIT, evaluaciones hechas en numerosos países confirmaron que la principal causa del síndrome es el estrés asociado al trabajo. Las mujeres son las más afectadas. Ellas, argumenta la institución, suelen estar más expuestas por la doble faena (laboral y en el hogar), el riesgo de acoso sexual en el trabajo, la violencia doméstica y la discriminación de género reflejada también en los salarios inferiores.
LA DEPRESION
Alrededor de 350 millones de personas en el mundo padecen de depresión, que puede convertirse en crónica o recurrente y conducir a importantes deficiencias en la capacidad para hacer frente a las responsabilidades diarias, exponen cálculos con el aval de Naciones Unidas.
Desde una perspectiva global, la depresión constituye una causa principal de la muerte prematura y la discapacidad prolongada, pero el riesgo aumenta hasta en cuatro veces entre los individuos con estrés por causa del trabajo, plantea la OIT.
Cada año más de 800 mil personas fallecen por suicidio, apunta la Organización Mundial de la Salud, y para nada es casual que más del 75 por ciento de los incidentes ocurra en los países de ingresos bajos y medios, la mayoría de las ocasiones dentro de la población económicamente activa.
En 2007 una encuesta reveló que cerca de 40 millones de habitantes en la Unión Europea (UE) sufrían estrés relacionado con su trabajo. Dos años más tarde, un informe del Observatorio Europeo de Riesgos atribuyó a ese fenómeno entre el 50 y el 60 por ciento del total de días de trabajo perdidos dentro del bloque regional.
Otra pesquisa confirmó, en 2015, que al menos el 36 por ciento de los trabajadores de la UE labora “todo el tiempo” o “casi todo el tiempo” bajo presión, teniendo que adaptarse a cortos plazos. En tanto, el 33 por ciento declaró trabajar a gran velocidad y el 16 por ciento dijo estar sujeto a comportamientos sociales adversos, como violencia física, acoso sexual y bullying.
Estimaciones oficiales notifican que en Europa la depresión relacionada con el trabajo tiene un costo de aproximadamente 617 billones (millones de millones) de euros anuales.
HASTA SUICIDIOS POR RECARGA LABORAL
En Canadá, un estudio de 2011 expuso que los problemas de salud mental suponen un costo anual para los empleadores de cerca de 20 billones de dólares canadienses.
Para el caso de Estados Unidos, una pesquisa divulgada en 2015 aseguró que los entrevistados clasificaron su nivel de estrés en 4,9 en una escala de 10 puntos, debido fundamentalmente a problemas por el dinero (64 por ciento), el trabajo (60 por ciento), la economía (49 por ciento) y las responsabilidades familiares (47 por ciento).
Dentro de América Latina, distintos sondeos describen situaciones de precariedad; en 2012, por ejemplo, uno de cada diez encuestados en los países de Centroamérica respondió que vivía constantemente bajo estrés o tensión (de 12 a 16 por ciento), mientras otros dijeron padecer de tristeza o depresión (de 9 a 13 por ciento) o pérdida de sueño (de 13 a 19 por ciento), a causa de la situación en el trabajo.
Resultados de una averiguación en Japón señalaron que el 32,4 de los trabajadores había sufrido un grave cuadro de ansiedad, preocupación y estrés durante el año anterior a la consulta.
En ese país asiático el suicidio por la sobrecarga y las condiciones estresantes en el ámbito laboral (karojisatsu) y la muerte por similares factores (karoshi), se han convertido en graves problemas sociales reconocidos por el Estado.
Al evaluar posibles escenarios futuros nada indica que las complicaciones descritas vayan a disminuir de manera significativa, pese al empeño de organismos multilaterales, compromisos y planes gubernamentales, y la intervención empresarial en aras de su rentabilidad. Convertidos en pandemia, los problemas del estrés laboral denotan amenazas multidimensionales para la Humanidad y habría que preguntarse si el mal llegó al punto de ser irreversible.
MARIA JULIA MAYORAL
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 855, 8 de julio 2016).
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