Punto Final, Nº 846 – Desde el 4 al 17 de marzo de 2016.
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Siria destrozada no vislumbra la paz

 

La aplicación del cese al fuego en Siria sigue generando dudas entre muchos observadores que no ven salida al conflicto que sacude al Levante árabe desde hace casi cinco años.
Estados Unidos y Rusia alcanzaron un acuerdo estableciendo un alto en las operaciones militares que involucran al ejército sirio, en coordinación con la aviación militar rusa, y a la coalición internacional que encabeza Washington y algunos grupos armados fundamentalistas que Occidente persiste en calificar de “moderados”. Dicho pacto, alcanzado gracias a los esfuerzos diplomáticos de los negociadores de la Organización de Naciones Unidas (ONU), excluye a las agrupaciones calificadas como terroristas, entre las que destacan el grupo fundamentalista Estado Islámico (EI) y el Frente al-Nusra, brazo armado de Al-Qaeda en Siria.
Para quienes siguen estos acontecimientos bélicos iniciados en marzo de 2011, y calificados irónicamente como una guerra civil pero que en realidad es un engendro militar organizado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana y los principales aparatos de inteligencia europeos e israelíes, no está claro dónde están los límites para definir quiénes serán los grupos “rebeldes” que se acogerán al alto al fuego.

CESE AL FUEGO ¿QUIÉN SÍ Y QUIÉN NO?
Washington, a la cabeza del eje occidental, insiste en legitimar a varias agrupaciones de un marcado fundamentalismo islámico, y aislarlas de la condición de terroristas que les atribuyen las autoridades sirias para, de esa manera, garantizar la continuidad de la guerra y alcanzar el principal propósito de Washington que es sacar del poder al presidente Bashar al-Assad.
Algunos de estos grupos antigubernamentales, entre los que destacan el autoproclamado Ejército del Islam (Jaish al-Islam) y el Movimiento Islámico de los Hombres Libres del Levante (Ahrar al-Sham), gozan del beneplácito de sus patrocinadores europeos, norteamericanos y de la región (Turquía, Arabia Saudita y Qatar), que manipulan un dudoso rasero a la hora de calificar de terrorismo determinadas acciones y procedimientos en el campo de batalla.
La firma del cese al fuego y la determinación de quienes estarían contemplados, generó inmediatas reacciones entre los propios adversarios al gobierno encabezado por al-Assad, lo que permite percibir la verdadera vinculación de estas bandas armadas con algunas de las facciones reconocidas internacionalmente como terroristas. Según reflejan algunos medios internacionales, uno de los puntos en discusión es la negativa de estos grupos calificados como “moderados” a que las huestes de al-Qaeda en Siria (Frente al-Nusra), continúen bajo el fuego de los aviones sirios y rusos, a pesar del cese pactado.
Al-Nusra, sin lugar a dudas, es uno de los símbolos del fundamentalismo más extremo presente en el Medio Oriente, y es hasta hoy, uno de los principales puentes de abastecimiento de varias facciones armadas que operan bajo diferentes banderas contra el ejército sirio, y que sirven de pretexto a Occidente para tratar de demostrar que la supuesta guerra “es civil”, y que estos combatientes -extremistas en su mayoría- buscan un cambio democrático según las reglas de la Casa Blanca.
Fue precisamente el Frente al-Nusra -calificado como grupo terrorista por la ONU-, quien lideró la formación del Ejército de la Conquista (Jaish al-Fatah), una sombrilla de organizaciones armadas, muchas de ellas contempladas hoy en el cese al fuego, para garantizar el asedio de ciudades como Idleb, al-Foa, Kafraya y otras poblaciones en el norte del país y en la zona montañosa de Qalamoun.
Al-Qaeda ha sido -y sigue siendo- un elemento esencial dentro del entramado de grupos que, según Estados Unidos y sus aliados de Occidente, integran una supuesta oposición armada al gobierno de Damasco, pero que se nutren de armas, municiones y logística a través de la banda terrorista.
Excluir al Frente al-Nusra del alto al fuego pactado dejará entonces sin apoyo a estas bandas, que por sí solas son incapaces de enfrentar el avance ofensivo del ejército sirio, y a expensa de los ataques del otro grupo terrorista presente en el campo de operaciones -el grupo Estado Islámico- rival de al-Qaeda en esta guerra fratricida.

COMPROMISO DE ESTADOS UNIDOS CON LOS GRUPOS TERRORISTAS
No es un secreto que desde 2011 Washington apostó al poderío de los grupos terroristas como elementos decisivos para derrocar al gobierno de Bashar al-Assad, y después conseguir la fragmentación del país, la tarea principal que contó siempre con el apoyo incondicional de la Otan y algunos gobiernos de Europa.
A pesar de las críticas públicas de Estados Unidos en los foros internacionales y de los amargos recuerdos dejados por al-Qaeda en Nueva York, Washington y Pennsylvania, el 11 de septiembre de 2001, la CIA norteamericana invirtió más de mil millones de dólares en el financiamiento de las bandas armadas del Frente al-Nusra, y de los grupos satélites que actúan a su alrededor.
Aún sin aplicar el sonado cese al fuego que acallaría las armas en Siria, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, anunció un supuesto plan B que “entraría en vigor si fallara la transición política” que se espera con el alto al fuego. Sin conocerse detalles de este plan, algunos expertos se aventuran a especular que el Pentágono y las principales agencias de inteligencia estadounidenses no cesarán en sus planes de suministros y avituallamiento de armas a través de terceros países a muchas de estas organizaciones y que, definitivamente, irán a parar a manos de las bandas terroristas que seguirán sintiendo el peso de las armas del ejército sirio.
Los estrategas que siguen desde el Pentágono y el Departamento de Estado los acontecimientos de la guerra en el Levante, saben perfectamente que descabezar a al-Qaeda en Siria sería como firmar la defunción de las bandas armadas que ellos califican de moderadas. Son muchos los favores que Estados Unidos le debe a al-Qaeda. Ha sido su eficaz brazo armado para resolver la mayoría de los conflictos creados en el Medio Oriente, desde la crisis de Afganistán, a principios de los años 2000, hasta las cacareadas “primaveras árabes” que solo sirvieron para desestabilizar más a una zona que no deja de ser un peligroso polvorín que pone en peligro la paz del planeta.

¿ALIADOS O ENEMIGOS?
Otro de los detalles que llama la atención es que los grupos armados que cuentan con el apoyo moral, financiero y armamentístico de Estados Unidos, pugnan por el protagonismo de la lucha contra el gobierno de Bashar al-Assad. Tampoco es secreto que algunas de estas agrupaciones entrenadas y armadas en el sur de Turquía por oficiales estadounidenses, terminan convirtiéndose en rivales de otros grupos “aliados” de Washington -como el Frente al-Nusra y las milicias kurdo-sirias conocidas como Unidades de Protección Popular (YPG)- quienes se enfrascan en encarnizados combates entre sí.
Hasta dónde la rivalidad entre estas facciones extremistas es utilizada como parte de la estrategia diseñada por el Pentágono, sigue siendo un enigma y un obstáculo para quienes buscan la paz en medio de un conflicto que hasta hoy acumula más de 260 mil muertos y asola a una nación que alguna vez fue pacífica y próspera.
De ahí que muchos expertos duden de las buenas intenciones de Washington a la hora de encontrar una solución negociada y pacífica al conflicto que ellos mismos alentaron, desde los días grises del embajador norteamericano en Damasco, Robert Ford, quien se alineó con los elementos más extremistas que se prestaron al sucio juego de desestabilizar la nación levantina.

GARANTÍA DE PAZ CON EL CESE AL FUEGO
Nadie podrá garantizar que el alto al fuego pactado permita conseguir los propósitos planeados. Hay demasiadas fuerzas e intereses en juego sobre el terreno de operaciones y nadie duda que alguna de ellas viole los términos planteados. Cada cual asumirá los acuerdos según sus intereses, y no existen muchas expectativas de que se imponga la buena voluntad de todas las partes. Los días que siguen confirmarán si hay razón o no en este enunciado.
Respecto a su eventual cumplimiento, el canciller ruso, Serguei Lavrov, advirtió hace unos días que “para cumplir las condiciones del cese del fuego, todos los actores externos deben presionar a aquellos que, estando dentro de Siria, reciben un apoyo del extranjero”. ¿Con qué celeridad se cumplirá esta indispensable condición? Nadie lo sabe. Si la guerra en Siria está a punto de cumplir cinco años de duros combates, ha sido por el permanente apoyo ofrecido por gobiernos del área -Arabia Saudita, Qatar, Turquía, Israel-, y el indispensable financiamiento multimillonario que ofrecen las arcas de Estados Unidos y Europa. El presidente sirio al-Assad, denunció de nuevo los intentos de las autoridades sauditas y turcas, entre otros, de sabotear los planes de conseguir una solución a la crisis.
El mandatario sirio, que aceptó los términos del cese al fuego planteados por Estados Unidos y Rusia, denunció la puesta en práctica de una campaña de manipulación mediática que plantea precondiciones y crea desde Riad, una presunta delegación formada por traidores a su pueblo y terroristas y olvidan la sangrienta guerra impuesta a Siria en estos cinco años. “Si hay un cese al fuego -añadió al-Assad-, este debe ser realista y objetivo y si viola la actual Constitución del país en términos legales, será sometido a un referéndum de todo el pueblo”.
A pesar de los esfuerzos y manipulaciones, lo que sí es evidente es la voluntad del pueblo sirio de defender sus valores nacionales y asumir los retos presentes y futuros con firmeza y claridad. Cinco años de guerra pusieron al descubierto la verdadera cara de los instigadores. Está por verse si existe voluntad para enmendar errores y conseguir la paz.

MIGUEL FERNANDEZ MARTINEZ (*)

(*) Periodista cubano de la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina y corresponsal en Siria hasta diciembre de 2015.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 846, 4 de marzo 2016)

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